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-¡Eso, Blake! Bien hecho -bramó el entrenador en tanto me esforzaba por ralentizar mi respiración.

-Gracias -murmuré irguiéndome.

-Sigue así y tendrás tu tercer campeonato en las manos -me alentó, dejando un par de palmadas en mi espalda.

-¿En verdad lo cree? -cuestioné con una nueva emoción en el pecho.

-Sabes que no te daría falsas esperanzas, Ann -me observó con los ojos entrecerrados- Trabaja con Becca, sé que le has tomado cariño.

Sonreí de oreja a oreja mientras veía al entrenador Sanders dirigirse al siguiente grupo de chicas; de alguna manera, estar en la pista olímpica siempre lograba sacar lo mejor de mí, y amaba ese sentimiento.

Caminé hasta Becca, lo que el entrenador había dicho acerca de la simpatía que había tomado hacia ella era absolutamente real, la apreciaba, y es que en toda su efusión y entusiasmo veía a mi antigua yo, además, era una persona maravillosa.

-¿Cómo vamos con ese precalentamiento?

-Estuviste estupenda, Ann -replicó incorporándose.

Algo en su expresión logró inquietarme, y era que la sonrisa que me dedicaba no era realmente sincera.

-¿Todo bien? -cuestioné, acercándome unos pasos para obtener mayor privacidad. Su semblante titubeó, la notaba algo cohibida, suficiente para lograr alterarme- ¿Becca?

Ella dirigió su mirada por encima de mi hombro, en dirección a las gradas. No pude evitar volverme hacia lo que tenía tan trastornada a mi joven amiga; pude sentir la forma en la que mi rostro palidecía en el mismo instante en que lo divisé, el frío trepó por mis extremidades hasta asentarse en mi pecho.

-¿Conoces a ese hombre? Lleva viéndote todo el entrenamiento -murmuró.

-Sí -musité con voz trémula- Es... mi padre.

Efectivamente, era el mismísimo Adam Blake sentado en las butacas del campo de juego. A pesar de encontrarse a una gran distancia, podía distinguir sus oscuros ojos pendientes de cada movimiento que hacía. Tragué saliva, una vez más, me había tomando por sorpresa, sola y jodidamente vulnerable.

-Vaya -Becca resopló con alivio. Si supiera que mis sentimientos en ese momento no podían ser más distintos los suyos- Por un momento pensé que corrías peligro.

En cuanto Adam percibió que mis ojos habían dado con él, saludó con una leve inclinación de cabeza; me volví hacia Becca, dedicándole una última mirada a mi progenitor antes de forzar una sonrisa tranquilizadora. Recordé el arma de fuego pegada a la cien de Courtis; no sabía si en realidad la presencia de mi padre implicaba protección.

-¿Seguimos? -sugerí, decidida a pasar por alto la presencia de aquel hombre a pesar de que podía sentir sus ojos en mí.

-Por supuesto.

Con cada minuto que pasaba, el final del entrenamiento se acercaba y la tensión en mí se acrecentaba; sabía que él estaba aquí para hablar de lo ocurrido la primera vez que me dirigió la palabra después de tantos años, y ya no había forma de aplazar ese mal rato. Así que, con el corazón en la mano, una vez que el entrenador Sanders dio por terminada la sesión del día, caminé hasta las gradas, armada de valor; Adam se puso de pie en cuanto vio que me acercaba, evité a toda costa mirarlo a la cara.

-Hola, Ann -musitó con reserva.

-Hola -repliqué titubeando. Volver a oír aquella voz que tenía guardada muy en el fondo de mi memoria, y que por momentos temí haber olvidado por completo, causó un fuerte impacto en lo profundo de mi ser.

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⏰ Última actualización: Nov 25, 2023 ⏰

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