27📿

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A la mañana siguiente Yoongi estuvo como un patito bebé detrás de su madre con Jimin, creyendo ingenuamente que haciendo eso, él podía evitar de alguna manera que nuevas alucinaciones surgieran.

—Yoongi. —Lo llamó Jimin bajando la pantalla de su computadora y mirando a su compañero casi con cansancio—. Te prometo que nada va a pasarme si dejas de mirarme por un segundo.

—¿No puedo mirarte sólo por apreciar tu belleza? —inquirió Min batiendo sus pestañas.

Una de las cejas de Jimin se levantó sutilmente.

—Alguna vez, alguien muy sabio me dijo que era mejor tomar una fotografía, que duran más.

—¿Qué sentido tiene hacer eso? —redobló la apuesta cruzándose de brazos al igual que su compañero—. Es preferible apreciarla directamente que en una simple fotografía. Es más romántico y poético.

—Suficiente, me largo —Jimin se puso de pie para dirigirse a la máquina expendedora.

Jimin se quitó su gorrito y se sacudió el cabello, le sentaba un poco mal que Yoongi se viera obligado a adoptar la postura de un perro guardián, pero había una vena en él que secretamente disfrutaba de eso. Dios, era una persona horrible ¿verdad? Posiblemente.

Sus pasos se detuvieron repentinamente a medio camino, su cuerpo se sintió paralizado y su entorno se volvió borroso e inestable. Voces susurraron en sus oídos y el interior de su cabeza, todo se volvió blanco, espeso como si estuviese envuelto en una neblina. Confundido, Jimin giró sobre su propio eje en un intento por divisar más allá de sus pies.

Con pasos inseguros fue hacia adelante, evitando prestarle atención a todas esas voces que pronunciaban su nombre.

La neblina fue despejándose poco a poco dejando ver un barranco, en el yacía un sauce llorón cuyas hojas se movían por un viento inexistente. Todo daba una sensación tan triste y desoladora que causaba amargura en su interior.

El dulce tarareo que fue abriéndose paso a sus espalda fue aterradoramente familiar que, como si estuviera en cámara lenta, comenzó a voltearse, siendo inevitable que sus ojos se abrieran temblorosos a causa de la sorpresa.

Con un vestido blanco inmaculado y con su cabello suelto volando con delicadeza, su madre caminaba con parsimonia hasta él con sus labios entonando esas melodías que lo llevaban a su niñez, no obstante, su delicado rostro de porcelana carecía de aquella cálida sonrisa que siempre se la había caracterizado, más bien parecía ausente y perdida, sus ojos estaban fijos en algún punto al frente, pero que sin embargo no veían nada en específico mientras que sus pies descalzos producían un enervante sonido al rozar el césped y las hojas secas.

—Mamá...—La llamó con voz ahogada, temblorosa debido al inesperado encuentro, sin embargo, ella no prestó atención y siguió su camino.

Jimin sintió el impulso de seguirla, pero fue consciente de que todo era producto de la maldición, sus manos se cerraron en puños tan fuertes que sus nudillos se pusieron blancos debido a la presión, y un pulsante dolor fue causado por sus uñas contra su piel.

El dolor físico siempre fue un arma infalible contra cualquier truco de la mente. Mientras pudiera sentirlo, él sería capaz de mantenerse anclado a la "realidad" lo más que pudiese.

—¡Mami! ¡Mami no te vayas! —Un niño apareció en la escena, corriendo detrás de su madre con aires desesperados y respiración agitada.

Sus cabello negro se pegaba alrededor de su infantil rostro debido al sudor, y sus mejillas rojas debido al esfuerzo se humedecían a causa de las lágrimas que brotaban sin control de sus ojos de un extraño color gris.

📿D A R K N E S S 📿 Vol.I ||YM||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora