29📿

436 80 22
                                    

Los ojos del detective Min se cerraron por instinto tras oír el cuerpo de su compañero caer como un saco de papas hacia el patio. Cuando llegaron a la residencia, ninguno de los dos tuvo la posibilidad de sentarse a tomar un respiro debido a la pronta visita de la abuela Park, quien, apenas puso un pie dentro de la casa se percató de que el idiota de su nieto no poseía las protecciones que había colocado en él. Como si Jimin se hubiese comportado como un niño indisciplinado, lo tomó de la oreja y lo lanzó con gran fuerza al exterior.

Yoongi se vio en la penosa necesidad de tragar con dificultad, la fuerza física de la señora era inversamente proporcional a su tamaño, y si eso lo hacía algo malo, el que no pudiese intervenir, lo hacía aún peor. Ni él ni el chico que estaba de pie a su lado estaban autorizados a moverse, si lo hacían, los espíritus que seguramente estaban allí pero que no conseguía ver, tenían el permiso de la matriarca Park para someterlos.

—Niño estúpido. —Siseó la abuela Park dando un fuerte bastonazo contra el suelo—. ¿Cuándo pensabas decirme que las marcas se habían ido? ¿Cuándo un espíritu te poseyera? Y encima dejas caer en ti una marca de maldición ¿no te enseñé lo suficiente como para que esas cosas no pasaran? ¿Qué tan tonto eres muchacho?

Jimin no se atrevió a levantar su cabeza, tampoco a responder esas preguntas que eran claramente retóricas, ni mucho menos cuestionar los regaños de su furibunda abuela. Una onda de energía espiritual dio de lleno contra él y su cuerpo se impactó contra el cerco de madera.

—Eres un imprudente. —sentenció con voz gélida—. Con la maldición activada no puedo trabajar con las marcas de protección. Tu mente se encuentra frágil y vulnerable, lo único que conseguiríamos es que las marcas te destruyan.

La sacerdotisa Park, era una mujer tan vieja como su reputación. Su cabello largo y blanco como la nieve impoluta de ivierno, siempre iba prolijamente peinado en un rodete con dos mechones sueltos que caían con gracia sobre sus hombros. Su rostro arrugado y pálido como la porcelana carecía de algún tipo de expresión amistosa y sus ojos negros como el carbón y tan pequeños como una almendra eran duros e intimidantes. Incluso alguien como Yoongi se vio fácilmente doblegado ante ella.

—Pobre Jiminnie, la abuela se puso furiosa cuando se enteró de la maldición —susurró el chico a su lado con un suspiro tembloroso, estaba claro que a él tampoco le hacía feliz ver a Jimin siendo apaleado por una ancianita, ni mucho menos si esa ancianita era su propia abuela.

Según tenía entendido, él era Jung Hoseok, el primo de su compañero, el que milagrosamente había despertado de su coma luego de tres años. Físicamente no se parecía en nada a Jimin, Hoseok es más alto y delgado, podría decirse que atlético, su rostro es alargado y con facciones finas y en él parecía haber un aura de simpatía y calidez, Yoongi se sentía extraño al respecto, su estómago estaba tenso y un extraño hormigueo recorría por su cuerpo.

Sus ojos observaron con discreción a la figura contigua, a pesar de que Hoseok era un hombre apuesto, no sentía como si fuese algún tipo de flechazo hacia su persona, no...era algo más, pero no sabía qué, y eso le empezaba a inquietar un poco y nunca le gustó el no saber.

—Ve a dar cincuenta vueltas a la cuadra, y no intentes hacer trampa. —Ordenó y advirtió la señora sacando a Yoongi de sus pensamientos.

Con una expresión de completa derrota Jimin asintió con la cabeza y salió huyendo de la casa. Era mejor ser dócil hasta que la furia de su abuela se aplacara, aunque si los tres hombres presentes debían ser sinceros, dudaban seriamente que eso ocurriera pronto.

En ese momento, Yoongi pudo apreciar cómo la figura de su compañero desapareció en dirección a la salida. La anciana entró a la casa segundos después sin cambiar su semblante.

📿D A R K N E S S 📿 Vol.I ||YM||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora