Ginny observó el anillo que Harry le había regalado hace una semana atrás. Si bien le hubiera gustado llevarlo puesto todo el tiempo, la verdad era que no quería perderlo. Además, estaba nerviosa. Una costurera contratada por Hermione (aunque, tras eso, estaba su novio) le había tomado las medidas para crear un sencillo pero bonito vestido para el cumpleaños número dieciséis de su novio. Ginny deseaba que ese día llegara rápido, pero, de forma contradictoria, tampoco quería que llegara. Tenía miedo de la respuesta del rey.
—¡Mami! —Eugene abrió la puerta en la que Molly se encontraba con su hija menor. Aquella habitación era compartida por la pelirroja y otras tres sirvientas más.
Molly sonrió con dulzura, se colocó de pie y abrazó a Eugene. —¿Qué sucede, cariño? ¿No te gustó la tarta que te mandé? —preguntó preocupada.
Eugene se dejó abrazar. —Estaba buenísima, si Devora no me detiene, me hubiera comido el plato también.
Molly rió con fuerza al escucharle, luego sostuvo el rostro del chico. —Eso quiere decir que viniste por más, ¡eres un goloso! ¡Descubrí tu plan!
Eugene se sonrojó y fingió demencia. —¿Yo? Jamás... —Entró finalmente en la habitación y tomó asiento junto a Ginny, el anillo con el rubí relució. —Vaya... está hermoso. ¿El príncipe te lo regaló?
La pelirroja tragó ruidosamente. —H-he... la princesa f-fue quien me lo regaló.
Eugene rodó los ojos. —Si tú lo dices —murmuró. El pelinegro se peinó el cabello con lentitud mientras observaba a su madre doblar las ropas de su hermana para luego guardarlas en un apretado cajón. —Dios... hace demasiado calor aquí.
Ginny colocó su delantal sobre su vestido de color marrón oscuro. —No todos tenemos la suerte de tener enormes ventanales en su habitación, mi lord.
Eugene se mordió los labios con fuerza. —No soy un lord.
—¿Seguro? —Ginny se peinó el cabello para finalmente salir de la habitación sin despedirse.
Eugene ladeó la vista. —Creo que me odia.
Molly negó. —Claro que no, mi amor, solo que, bueno, ella es así. —La pelirroja acarició el rostro de su hijo. —Bien, ya terminé aquí, vayamos a tu habitación. Estoy segura de que uno de tus clósets tiene que estar hecho un desastre.
—Soy ordenado, el desorden me da repulsión.
Molly rió, sus labios temblaron finalmente. —Severus, una vez dijo algo parecido a eso. —La mujer tembló, pero luego negó rápidamente como si tratara de calmar un posible llanto. —Lo extraño. Aunque hayan pasado años, es como si hubiera sido ayer el hecho de que lo apartaran de mí. De que se fuera así.
Eugene observó a la mujer. —Si quieres llorar, debes hacerlo, no debes reprimir las lágrimas.
La pelirroja suspiró. —Bueno, tal vez lo haga, pero no frente a ti. Tal vez vaya y visite a Severus, le llevaré sus flores favoritas. —Se limpió las lágrimas que no llegaron a salir.
Eugene se mordió los labios levemente. —¿Por qué no me preguntas si quiero ir?
—Bueno... porque no quiero que sufras visitándole. Estoy seguro de que, desde el cielo, es feliz viéndote. Eso de ir a llorar a las tumbas, déjaselo a las ancianas como yo.
—Era tu hijo, abuela.
Molly sonrió al escuchar aquella palabra. —Es raro que me llames así, Eugene. —La mujer se colocó de pie. —Iremos por las escaleras principales, sabes que es imposible para mí ir por las secundarias. No puedo cruzar por ahí, es algo imposible para mí.
Eugene sintió un escalofrío al escuchar eso. Sabía de otras personas que eran incapaces de bajar por las escaleras alternas. El rey Fleamont las evitaba a toda costa, aunque eso significara tener que dar una enorme vuelta para ir a su habitación. Él tampoco era capaz, además, tenía prohibido pasar por estas. Y el actual rey, bueno, él sí las bajaba, aunque pareciera que se nutría de algo extraño cuando lo hacía.
A Eugene no le gustaba pensar mucho en eso. No le gustaba pensar en la forma en la que su madre había muerto, ni en la forma en la que había nacido. —Quince años —repitió Eugene en su mente. Era la edad en la que su madre había muerto. Lo que más le afectaba era el hecho de que este no había logrado verlo al nacer. Después de todo, Severus ya estaba muerto cuando fue extraído de su vientre.
Eugene sintió sus ojos humedecerse y, al igual que su abuela, trató de no pensar mucho en eso.
—Majestad... —Molly hizo una reverencia al encontrarlo al pie de la puerta de Eugene. El chico de cabello negro la imitó. —¿Desea algo?
James pareció relajar su tensa expresión al ver a Eugene. —Solo pasaba a verlo. —Le comentó, estaba demasiado ocupado, aunque no era como si él quisiera. Después de todo, era algo que se le había sido impuesto. —¿Estás bien?
Eugene asintió. —No tiene que preocuparse, Majestad. Le agradezco mucho por todo lo que me ha dado y... soy muy feliz. —El doncel hizo otra reverencia más.
James sonrió con algo de amargura al escucharle, como si hubiera palabras que no le gustaba escuchar. —Vendré a cenar contigo en la noche. Cuídate, por favor.
Eugene asintió nuevamente. El hombre se marchó, y el chico soltó un suspiro al quedar nuevamente con su madre. —Tengo un problema, el rey Fleamont también vendrá. Dijo que también quería cenar conmigo.
Molly dio un pequeño salto. —Eh, bueno, habla con el rey más viejo, no es como si fuera a decir que no, aunque... —Casi susurró lo último. —No es como si lo quisiera cerca de ti.
—Abuela.
—¿Qué?
Eugene observó la expresión molesta de Molly, sabía que su abuela detestaba al rey abdicado de pies a cabeza. —Pensé que... ya no tenías rencores.
—Fue a mi hijo a quien lanzó por las escaleras. ¿Crees que voy a estar contenta de verlo? No es más que un asesino.
Un carraspeo hizo saltar a Eugene. Fleamont estaba a unos pasos de ellos, su expresión era sombría. El doncel tragó ruidosamente e hizo una reverencia, más Molly no lo hizo. —Eh... te compré el caballo que...
Molly lo observó furiosa, pero lo ignoró. —No demores, cariño, te estaré esperando en tu habitación. —La mujer entró a la enorme habitación y azotó las puertas con fuerza.
Eugene respiró profundo. —Eh, bueno, lo del caballo era una broma. No era necesario, Majestad.
Fleamont pareció asentir. El hombre parecía desarmado ante el doncel, sus labios, que ya se encontraban pálidos, temblaron. —Lo siento.
Eugene palideció. —Majestad, yo... sé que usted no quería y que...
—Lo siento, lo siento, lo siento. —Repitió una y otra vez tembloroso frente a Eugene. —Yo no quería, no quería que él...
—Majestad... —Casi fue una súplica.
—Lo siento, Severus.
Fleamont dio media vuelta, avergonzado de sus acciones del pasado. —El caballo está... en el establo. Puedes ir a verlo. —El rey se marchó a rápidos pasos, recordando aquella trágica escena en la que había sido el antagonista una y otra vez.
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El deseo del Príncipe [Finalizado]
FanfictionHarry esperaba ansioso que llegará su tan esperado cumpleaños numero dieciséis, por fin, su mas grande anhelo sería cumplió y su padre no podría negarse a cumplir sus deseos ¿Verdad? Después de todo, cumplir dieciséis años era lo más importante par...