XXXVIII

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– ¡No! – le niega Dereck, mientras espera a que el guardia de la entrada se acerque al coche y los deje pasar – no vas a salir a buscar a Dilan, Sam – le dice molesto.

– No voy a discutir esto contigo, Dereck – le asegura Sam, quien para ese momento ya tenía los ojos oscurecidos y miraba con ojos afilados al guardia que se les acercaba – voy a buscar a mi Dilan y no hay discusión que valga – le aseguraba ella con la voz distorsionaba.

Para ese momento, Sam estaba haciendo un gran escuerzo por retener a su loba, la cual había salido a la superficie en el momento que su madre le confirmó que algo le había pasado a su cachorro.

– Sam, ¿acaso te importa algo de lo que te he dicho antes? Quédate en el coche y déjame a mí buscar a nuestro cachorro. Sabes que no puedes pisar la manada, ¡te expulsaron! – le recuerda molesto, mientras aprieta las manos sobre el volante. – El simple hecho de que vayas a cruzar este puesto y quedarte en el coche ya es motivo suficiente como para que te maten si alguno de ellos te llegase a reconocer, – le recuerda – si algo le pasa a Dilan, tranquila, yo lo solucionaré, pero tú te quedas. No pienso ponerte en peligro a ti también.

Ahora mismo Dereck no estaba contento, él había pensado que todo iba a ser mucho más sencillo. Recoger a Dilan, hablar un poco con los padres de su compañera, tal vez comer o cenar todos juntos y luego irse de vuelta a casa. Pero no … tenía que complicarse todo, solo porque a su amada compañera se le había olvidado hablarle del pequeñísimo detalle de que había sido expulsada de su antigua manada y que tenía terminantemente prohibido entrar en esta, porque de hacerlo podían matarla.

Decir que estaba molesto y preocupado era quedarse corto, Dereck estaba intentando controlar su expresión facial y tener a su lobo bajo control mientras seguía con la mirada al joven que se acercaba al coche, rogaba a la luna que a su compañera no se le cruzara ningún cable y se comportara mientras hablaba con el guardia, porque en caso de que la reconocieran debería pensar rápido y estar tranquilo, y no temiendo la posible forma de proceder de Sam.

El joven tocó el cristal del lado de Dereck, y este cerro los ojos y respiró profundo para tranquilizarse un poco.

– Permanece callado por unos segundos y con suerte ni se darán cuenta de quién eres – le dijo Dereck tenso mientras baja el cristal de su lado.

– ¿Qué motivos los traen por aquí? – les pregunta el joven tranquilo y curioso – no se nos ha notificado la llegada de nadie – les dice receloso.

– Si, bueno, hemos venido para recoger a alguien – le explica Dereck con tono tranquilo.

– ¿A quién? – le pregunta con el mismo tono desconfiado.

Para el momento en el que Dereck fue a responder, Sam simplemente se interpuso.

– Esto es absurdo – dice molesta mientras desabrocha su cinturón y se baja del coche.

Dereck cierra los ojos y quita una de sus manos del volante para masajearse la frente, molesto.

– He venido a recoger a mi hijo John – le dice la loba cabreada mientras le gruñe. – O te haces a un lado, o te noqueo, tú decides.

El silencio sé cierne sobre ellos y Sam, estando como está no se molesta en ocultar su molestia y sigue hablando importandole bien poco los las posibles consecuencias de sus acciones.

– Sabes que tengo poca paciencia, si no quieres acabar mal, es mejor que te apartes – le sugiere.

– ¿Sam? – John la llama sorprendido – ¡¿Qué haces aquí?! ¡Acaso te has vuelto loca! ¿¡estás buscando que te maten!? – dice alterado mientras mira hacia los lados asegurándose de que no ha salido ninguno de sus compañeros.

UN GATO ENTRE LOBOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora