XXIX

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El aire que chocan con la copa de los árboles, el sonido amortiguado de sus pisadas, los cálidos rayos del sol que iluminan y calientan su piel ... Todo es perfecto, todo está tranquilo.

No hay prisa por llegar a algún lado, no hay actividades urgentes ni cosas que entregar. Todo es paz y tranquilidad.

O por lo menos se supone que ese debería de ser el caso, pero como es de esperarse Sam no se siente así. Está inquieta desde el día que Dilan dejó la manada para ir a visitar a sus abuelos.

Han pasado unos días desde que Dilan se fue, y aunque en ninguno de estos Sam ha recibido una llamada de auxilio por parte de su hijo, Sam no puede dejar de preocuparse.

Si, Sam estaba un poquito paranoica.

Cada vez que puede llama a la casa de sus padres para saber cómo va todo por allí, y aunque Mateo y Teresa entienden el nerviosismo de su hija y comparten parte de su preocupación, están empezando a cansarse de las constantes llamadas por parte de Sam.

– Mamá por favor, para ya con las llamadas – le suplica Dilan cansado – es mi segundo día en la manada y apenas he podido salir de la casa de los abuelos porque cada dos por tres estas llamando – le dice molesto.

– Pero Dilan yo ... – intenta replicar.

– ¡No mamá! Entiendo que te preocupas por mí y que esta situación te estresa, pero por favor te lo pido. ¡Contrólate! No va a pasarme nada, estoy bien.

– ... – Sam permanece en silencio durante unos segundos antes de hablar – solo estoy preocupada por ti – admite en voz baja.

Dilan sonríe enternecido y comprensivo después de escuchar la confesión de su madre.

Cuando hablo con ella sobre su viaje a la manada sus abuelos supo desde el principio que si su madre le dejaba ir tendría que enfrentarse al panorama que estaba viviendo actualmente.

Dilan no era un niño, sabía defenderse y cuidarse solo, pero para Sam su hijo todavía era un niño al que debía de cuidar. Por eso tendría a preocuparse en exceso por él, lo que la llevaba a imaginarse los peores escenarios posible, y esto a su vez acababa desembocando en una llamada a las cuatro de la mañana para preguntar si Dilan estaba bien.

– Estoy bien mamá – le vuelve a repetir Dilan, pero esta vez con un tono de voz mucho más tranquilo y comprensivo. – Te prometo que si llega a pasarme algo serás la primera persona a la que llame, pero en serio, relájate. – Le suplica – he venido para pasar tiempo con los abuelos y para divertirme, pero si tengo que estar constantemente pendiente de cuando suena el teléfono, porque si no lo llego a cogerlo por lo que sea. Mi sobreprotectora madre podría convertirse en mamá oso y podría venir a su antigua manada, de la cual fue expulsada, solo para cerciorarse de que su hijo no está siendo "lastimado".

Las palabras de Dilan eran tan sola una broma con la que intentaba hacerle ver a su madre su punto, pero cuando no recibe una risa o una respuesta sarcástica por parte de ella, es cuando Dilan comprende que realmente su madre se había planteado la posibilidad de hacer precisamente lo que él acababa de decir.

– Mamá por favor dime que no has pensado hacer precisamente lo que acabo de decir – le pide Dilan mientras se masajea el puente de su nariz.

El silencio al otro lado de la línea confirma las sospechas de Dilan, que bufa molesto mientras rueda los ojos.

– Mamá, voy a ser muy claro contigo – vuelve a hablar Dilan, pero esta vez sin ninguna pizca de humor. – Vas a dejar de llamar a todas horas, vas a aprender a relajarte y vas a aprender a disfrutar de tu tiempo, ya sea a solas o en compañía de alguien. Me he ido de la manada para que puedas disfrutar de tú tiempo en pareja con Dereck sin tener que preocuparte de si escucharé algo que no deba. Además, como ya te dije en su momento, extrañaba a los abuelos y quería pasar tiempo con ellos. Si quieres preocuparte y malgastar tu tiempo tontamente a pesar de que sabes perfectamente que sé y que puedo cuidarme solo. Entonces es tú problema, pero por lo menos te pido que me dejes disfrutar a mí de mi tiempo aquí – le dice serio. – Te quiero y eso no va a cambiar a pesar de lo pesada que estas siendo, pero por favor, relájate. Estoy bien – vuelve a repetirle una vez más antes de despedirse de ella y colgar.

UN GATO ENTRE LOBOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora