XV

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La semana pasó y al final el tan esperado día llegó, Sam y Dilan se iban de la manada para hacer una visita a los abuelos de Dilan en su antigua manada, y aunque nada malo tenía que pasar todos en la manada sentían preocupación por el pequeño.

Para nadie era desconocido el motivo por el que Sam y Dilan se habían ido de su antigua manada.

Todo comenzó cuando Dilan le contó a uno de sus amigos como había sido su vida en su antigua manada, y aunque esa era una conversación entre cachorros eso no impidió que esta fuera escuchada por algunos de los profesores que hacían guardia en el patio del colegio.

Como era de esperarse la información paso de boca en boca, haciendo que todos en la manada se acabaran enterando del pasado del pequeño y de todo lo que hizo Sam hizo para sacarlo de allí.

Nadie dijo nada, pero gracias a esa información todos miraban con nuevos ojos a la joven loba, desde que ellos habían llegado a la manada, Sam solo había demostrado lo buena madre que era. Ninguno era capaz de negar eso, porque para Sam solo había dos preocupaciones en su vida, la primera y la más importante, su hijo, y la segunda, la seguridad de la manada.

Era por eso que todos en la manada entendían la preocupación de Sam.

Nadie en la manada quería que Dilan o Sam volviera a pisar su antiguo hogar, pero ninguno de ellos podía decirles algo, ninguno eran el padre del pequeño, ni tampoco eran la pareja de Sam, y aunque el mismo Jordán se sentía incómodo con la idea dejarlos marchar, entendía que no podía imponer sus deseos sobre ellos.

Sam y Dilan querían visitar a su familia por navidad, y era algo lógico, lo único que ellos podían hacer era rezarle a la diosa luna pidiendo por el bienestar de ambos. A pesar del poco tiempo que llevaban conociendo a ambos, todos se preocupaban por ellos, por lo que pudieran hacerle al pequeño Dilan y por la forma en la que podría reaccionar Sam.

Después de que Sam se reportara con Jordán y Carlos fue a preparar las maletas, Dilan estaba ilusionado, habían pasado unos meses desde que había visto a sus abuelos por última vez, y aunque hablaba con ellos muy seguido el pequeño seguía extrañándolos.

Dilan estaba feliz en su nueva manada, pero eso no evitaba que extrañara a sus abuelos, el joven gato quería pasear junto con sus abuelos por los terrenos de su nueva manada, él estaba seguro de que a sus abuelos les encantaría su nuevo hogar.

El bosque que rodeaba la manada era muy bonito, él ya había paseado por el en compañía de su mamá y de algunos de sus tíos, incluso había jugado al lobo y la presa en él. El juego había sido muy divertido, porque nadie fue capaz de encontrarlo, bueno, casi nadie, él había sido atrapado por su tío William por culpa de un pequeño descuido.

Cuando le propusieron a Dilan el juego el pequeño no tardó ni tres segundos en desaparecer la vista de todos. Lo cual provocó que Sam riera, el pequeño había querido jugar a ese juego desde que había llegado a la manada, pero sus amigos siempre le proponían otros juegos, así que nunca había tenido la oportunidad de demostrar sus excelentes capacidades para huir y esconderse.

No tardaron mucho en dividir los equipos, como Sam conocía lo suficiente a su hijo decidió esconderse también, lo que originó que más de uno se emocionara. El juego del lobo y la presa no solo era un juego de niños, también era un juego muy usado entre las parejas, porque estaba en el instinto de los lobos el querer perseguir a su "presa".

Y cuando algunos de los chicos se imaginó persiguiendo a Sam no pudieron evitar motivarse.

William por el contrario estaba demasiado cansado como para jugar, aunque al principio sí que los buscaba al cabo de unos minutos se acabó apoyando en un árbol y se quedó dormido.

UN GATO ENTRE LOBOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora