IX

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El tiempo pasó rápido y antes de que se dieran cuenta ya tenían todo empacado y estaban diciéndole adiós a Teresa y a Mateo, Sam se despidió de sus padres prometiéndole que los llamaría en cuanto llegaran y que vendrían a visitarlos siempre que pudieran.

Mateo y Teresa por su parte se despidieron de su hija y su nieto entre lágrimas, los dos sabían que tendrían que dejarlos ir, pero no se esperaban que les costaría tanto. Después de muchos besos y abrazos para ambos, Mateo acabó apartándose junto con Dilan y le hizo prometer que cuidaría de su madre, Dilan no entendía muy bien el pedido de su abuelo, pero aun así se lo prometió.

Hablaron un poco más y al final Sam y Dilan se metieron en el coche y salieron de la manada.

Les esperaba un largo viaje hasta la manada del alfa Jordán, su nuevo hogar.

Al principio Dilan estaba muy emocionado, era la primera vez que salían de la manada, pero conforme el tiempo pasaba sus ojitos empezaron a pesar y antes de que se diera cuenta estaba profundamente dormido.

Cuando Dilan volvió a abrir los ojos se encontraban en un sitio totalmente diferente, no reconocía nada de lo que los rodeaba, el ambiente era un poco más cálido que el de su manada y se veía un bosque muy verde y con árboles tan altos y frondosos que hacía que el pequeño gato interno de Dilan se muriera de ganas de salir para escalar e investigar ese nuevo entorno.

Sam sonrió contenta por la actitud de su hijo, a ella también le encantó el terreno de su nuevo manada, se moría de ganas de dar un paseo con su pequeño por ese bosque y jugar a las escondidas mientras ella lo perseguía en su forma lobuna.

- ¿Falta mucho mami? – le pregunta un muy emocionado Dilan mientras miraba con ojitos brillantes a través de la ventana.

- Ya no queda mucho cielo – le aseguró ella.

- Me muero de ganas de jugar en el bosque mamá – le asegura el pequeño, Dilan ya se imagina todas las aventuras que va a tener en ese nuevo lugar y lo mejor de todo es que va a vivirlas con Sam, una enorme sonrisa aparece en la cara del pequeño mientras se imagina a que jugara con su mama en cuanto salga del coche.

- Y yo cariño – le asegura ella – pero antes de nada tenemos que ir a conocer a nuestro nuevo alfa.

- ... está bien – a Dilan no le ha gustado mucho escuchar eso y abulta de forma inconsciente los labios, no quiere conocer al alfa, quiere ir a investigar el bosque con su mama, pero no va a quejarse porque los niños grandes hacen cosas que no quieren hacer y como él es un niño grande, no va a quejarse.

- No te preocupes cariño – le dice Sam en cuanto ve el mohín de su hijo – después de ver al alfa podemos pasear todo el tiempo quieras por el bosque – le propone ella.

- ¿Lo prometes?

- Te lo prometo – le asegura ella.

Después de escuchar a su mamá Dilan sonríe feliz, el resto del viaje están en silencio, mientras Sam conduce y Dilan no para de mirar por la ventana.

Ambos están nerviosos, Sam teme que la reacción de los miembros de la manada hacia su hijo y Dilan no para de preguntarse si sus nuevos compañeros lo odiaran o no.

Con el corazón encogido Sam empieza a ver a los límites de la manada, también ve a algunos centinelas haciendo guardia, mientras se acerca aprieta de forma inconsciente las manos sobre el volante, aprieta tanto las manos que sus nudillos se ponen blancos.

- ¿Mami? ¿Pasa algo? – le pregunta Dilan con voz tierna al ver que su madre está tensa, Sam afloja el agarre sobre el volate y se vuelve para sonreírle a su hijo.

UN GATO ENTRE LOBOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora