XLIV

1K 113 11
                                    

Y mientras todo eso pasaba en la casa de Mateo y Teresa, un joven adolescente aporreaba la puerta de su habitación con todas sus fuerzas.

– ¡Abre la puerta! – gritaba Logan sin cesar los golpes.

– No pienso abrirte hasta que me prometas que vas a rechazar a ese niño – le exige su madre con los brazos cruzados y voz venenosa.

– ¡No pienso rechazarlo! Es mi compañero – le grita Logan molesto.

– Pues busca un sitio cómodo, porque no vas a salir de ahí en una buena temporada – le asegura ella mientras se aleja de la puerta para no tener que seguir escuchando las incoherencias de su hijo – dios, ni siquiera entiendo porque la diosa luna decidió ponerte a esa cosa como tú compañero – murmura ponzoñosa para ella misma.

La misma situación llevaba repitiéndose desde hacía días. Nada más salía el sol, la madre de Logan se paraba frente a la puerta de la habitación y le preguntaba a su hijo si había cambiado de opinión, y como siempre, las respuestas eran las misma. "Es mi compañero", "lo quiero", "sácame de aquí", "abre la puerta" ... sinceramente, Anais estaba cansada de bregar todo el tiempo con la misma situación.

Si tan solo su hijo le hiciera caso por una vez en la vida ... se decía a sí misma.

Para cualquier madre era duro tener que encerrar a su hijo, privarlo de la libertad no era bueno para nadie, y mucho menos para ellos. Pero a pesar de que Anais sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, ella estaba decidida. Su hijo no saldría de ese lugar hasta que le prometiese que rechazaría a su compañero.

El ruido de la puerta al cerrarse le confirma a Logan que otro día más permanecerá encerado.

El chico llevaba en ese sitio desde que despertó y en ningún momento su madre había flaqueado ante sus suplicas y ruegos, la mujer estaba decidida, no pensaba dejarlo salir si no rechazaba a su compañero, pero por más que su madre insistiese él no podía hacer eso.

Él ya había estado muerto en vida todos esos años que Dilan estuvo lejos de él, y ahora que por fin lo tenía no pensaba renunciar. Seguramente muchos ya habrían rechazado a Dilan de estar en su situación, por temor a lo que pensara el resto o simplemente por prejuicios, pero a Logan no era como el resto, a él no le importaban lo que el resto pensara de él, él ya tomó su decisión hace años. La tomó el mismo día que su compañero se fue de su lado sin ni siquiera reconocerlo.

Si bien era verdad que Dilan aún no daba señales de haberse dado cuenta que lazo los unía, a él no le importaba, estaba dispuesto a esperar todo lo que hiciera falta. Le daba igual el tiempo que pasase con tal de que en algún momento él lo reconociera y pudieran tener un vínculo real.

Pero para que eso pasara existía un pequeño problema, Sam había aparecido en escena, y conociéndola sabía que no pasaría mucho tiempo antes de que Dilan y ella se fueran nuevamente.

Pero esta vez él no se iba a quedar con los brazos cruzados. Siguiendo su rutina, Logan cogue alguna de las cosas que tenía por su cuarto e intenta romper la cerradura que lo tiene cautivo, pero no sirve de nada. Su madre había sido lista y en algún momento había cambiado la puerta de su cuarto, porque, por más que internase desatornillar los tornillos usando unas tijeras o un bolígrafo no conseguía ni siquiera moverlos.

Y la ventana no eran una opción ya que estaban selladas y con barras, y aunque en cualquier otra situación él podría haber todo el cristal y quitado las barras no podía, ahora mismo esa no era una opción. El cristal estaba reforzado y por más que lo pateara y arrojara cosas contra él, este no cedía.

Molesto con su situación actual, Logan patea con todas sus fuerzas la puerta.

– Es tan frustrante ... – se lamenta el joven mientras su cuerpo se desliza por la puerta hasta que acaba en el suelo.

UN GATO ENTRE LOBOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora