Después de hablar con sus padres Sam se sentía un poco más tranquila, saber que sus padres la ayudarían a buscar una nueva manada, para ella y para su hijo, la tranquilizó mucho.
Su decisión de abandonar la manada no fue una decisión que tomo a la ligera, había pensado y reflexionado mucho sobre su decisión. Sam no negara que al principio se sintió insegura, abandonar tu manada siendo madre soltera no era sencillo, además, ella no sabía cuál iba a ser la reacción de sus padres.
Ella tenía miedo de que alguno de sus padres se pusiera de parte del alfa, y que fuera a hablar con él para decirle cuales eran los planes de Sam.
Pero ese no fue el caso, es verdad que su madre en un principio le dijo lo mismo que su alfa.
"– Sam, no sé si existirá una manada que no trate a Dilan como lo tratan aquí"
Pero, al contrario que su alfa, su madre había sabido transmitirle el mismo mensaje con mucho más tacto. Y aunque no quería reconocerlo, Sam sabía que las palabras dichas por ambos eran ciertas.
La familia de Sam era una familia muy rara, ninguno de ellos mostraba aversión hacia el pequeño gato, al contrario, todos ellos lo amaban desde lo más profundo de sus corazones.
El pequeño Dilan les había robado el corazón desde el momento en el que lo vieron, a Sam se lo robo cuando se aferró a ella mientras lloraba, y a sus abuelos cuando vieron a Sam cargando al pequeño con una sonrisa.
A pesar del tiempo transcurrido, Sam todavía podía recordar perfectamente las reacciones que tuvieron sus padres al descubrir que serían abuelos del pequeño bebe de gato. Ambos abuelos se quedaron congelados cuando vieron a Sam cargando al pequeño Dilan, de forma tan natural. Era como si el pequeño debiera de estar junto a ella, ambos transmitían la imagen perfecta de una madre y su hijo.
De hecho, fue Sam la que tuvo que acercarse para que Mateo y Teresa pudieran ver el rostro del pequeño que en un futuro se convertiría en su preciado nieto.
Fue una escena muy graciosa, ver como los padres de Sam abrían los ojos como platos mientras boqueaban como peces fuera del agua. Era gracioso de ver, porque a pesar de la sorpresa que sentían, en sus rostros también se reflejaba tranquilidad, porque desde que vieron a Sam con el pequeño ambos padres supieron que esto era lo que su hija necesitaba.
Quien iba a decirle a Sam que el mismo día que le dieron la peor noticia de su vida, iba a ser el día en el que encontraría a la personita que se convertiría en su mayor tesoro. Aquella por la cual no dudaría en dejarlo todo atrás.
Cuando ya estaban más tranquilos Mateo y Teresa acordaran ayudar a Sam con la búsqueda de su nuevo hogar. Empezaron a hablar sobre todas las posibilidades, tenía que empezar a buscar información sobre el resto de manadas, no importaba lo lejos que estuvieran de su actual manada, lo que importaba es que Dilan estuviera seguro.
Y aunque a Sam le entristecía tener que dejar a sus padres atrás, sabe que es lo correcto.
Sus padres adoran su manada, no están de acuerdo con el trato que le dan a Dilan, es más, en múltiples ocasiones se han pelado con sus amigos y conocidos, pero a pesar de ello Mateo y Teresa no se imaginan comenzar una nueva vida en otro sitio.
Los dos son felices aquí, y Sam no quiere arrebatarles esa felicidad a sus padres, aunque sabe que los va a extrañar, entiende su punto de vista.
Siguen hablando de todas las posibilidades, pero se ven obligados a parar cuando el pequeño Dilan llega a casa. Él cual, al igual que todos los días tiene una mirada triste y nuevas magulladuras por su cuerpo.
Mateo tiene que parar a su hija cuando a esta se le oscurecieron los ojos. Mateo conoce lo suficiente a su hija y sabe que si la deja va a ir a buscar venganza por lo que le han hecho a su pequeño.
- Sam tranquilízate – le pide su padre con voz tranquila.
- ¡¿Qué me tranquilice?! – Sam no chilla para no asustar a Dilan, pero su tono de voz demuestra que su enfado es grande.
- Sam – lo intenta de nuevo – sé que ahora mismo en lo único que piensas es en ir a por los niños que le han hecho eso a Dilan. Pero créeme, lo último que quieres ahora es que el alfa no te quite el ojo de encima. – Le aconseja su padre – ¿Quieres buscar una nueva manada para ti y para Dilan no? – Mateo hace una pausa y mira a los ojos a su hija, los cuales han vuelto a su color original, ella le asiente a su padre, para darle a entender que sí, que eso es lo que ella quiere. – Entonces relájate, porque si vas ahora a por esos niños solo conseguirás que el alfa no te quite el ojo de encima.
- Me da igual – le responde molesta.
- Sam, si dañas a los cachorros de la manada ninguna otra manada te dejará entrar en su manada. ¿Cuál crees que será la reacción de tú futuro alfa cuando sepa que agrediste a los cachorros de tú antigua manada? – las palabras de su padre parecen calar en Sam.
Sam sabe que su padre tiene razón, si quiere conseguir su propósito tiene que aguantarse, aunque ahora mismo en lo único que piensa es en buscar al niño que lastimó a su hijo.
Mientras padre e hija hablaban entre murmullos, Teresa se acerca al pequeño Dilan y se lo lleva a la cocina para desinfectarle los rasguños.
Mientras desinfecta Teresa le pregunta al pequeño por las cosas que ha hecho en la escuela, aunque en un principio el pequeño no se muestra muy hablador al final acaba contándole a su abuela alguna de las cosas que le habían enseñado hoy en la escuela.
Teresa, al igual que Sam está que arde de rabia, pero al contrario que su hija ella sabe esconder muy bien sus emociones. Ahora mismo la mayor preocupación de Teresa es curarle cuanto antes las heridas a Dilan, el resto de las cosas pueden esperar.
Después de este incidente Sam y Teresa prepararon la cena con la ayuda de Dilan, esta vez ninguna de las dos se opuso a que el pequeño ayudase, pero eso no las libró de las constantes quejas y reproches de Mateo, el cual no entendía porque dejaban ayudar al pequeño Dilan y a él le impedían entrar en la cocina.
Aunque más que ayudar, Dilan se dedicó a impedirle el paso a su abuelo, lo cual le sacó algunas risas. Las cuales hicieron que el ambiente dentro de la casa fuera más agradable.
Escuchar al pequeño riendo era lo que más les gustaba a todos ellos, Teresa, Sam y Mateo sabían que la vida de Dilan fuera de la casa era un auténtico infierno, es por eso que siempre que lo escuchaban reír o lo veían sonreír no podían evitar emocionarse. A pesar de su corta vida el pequeño Dilan era un niño demasiado fuerte, había sufrido demasiadas cosas, pero a pesar de eso no perdía su sonrisa.
Y ahora era el momento de que ellos se aseguraran de que esas risas y sonrisas también pudiera tenerlas fueran de la casa.
En un pacto silencioso los tres adultos intercambiaron una mirada de entendimiento. Estaba decidido, a partir de mañana buscarían la manada perfecta para Dilan.
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UN GATO ENTRE LOBOS
WerewolfSam decide adoptar al pequeño Dilan tras ver como las cuidadoras del orfanato maltratan al pequeño gato. A partir de ese día, madre e hijo tendrán que enfrentar muchos problemas y dificultades para llegar a su final feliz. 🚫 No está permitida la co...