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Gilbert

Los días pasaron y hubo un cambio notorio en la relación que mantenía con Álvaro, cuando decidí contarle todo a Alejandra no se mostró nada sorprendida, y quiso detallar que no lo estaba, pero se encontraba muy emocionada con lo que había pasado, mi vida había dado un gran giro después de lo miserable que se estaba convirtiendo en aquel caluroso continente. Mi papá fue la salvación, y con eso incluyó el que volviera a sentirme en casa, dándome otra oportunidad a lado de mi mejor amiga y mi chico ruloso.

Asímismo, me sentía aterrado de la reacción de mi hermana a todo lo que me estaba sucediendo, las cosas iban perfectamente bien y no lograba contener las ganas de decir todo. Mi corazón se paraba por un segundo cuando la escuchaba preguntar por alguna chica, aunque también me gustaran, mi ser se inclinaba más por aquellos chicos de hombros anchos.

[...]

Mi mirada se encontraba divagando por los pasillos de la escuela intentando encontrar al chico más bajo cuando lo divisé a algunos metros saliendo de la clase de Historia, para mi sorpresa, no estaba solo. A su lado caminaba un chico de grandes ojos esmeralda y labios finos, en todo momento sostenía las correas de su mochila mientras mordía su labio ligeramente, eso hizo que frunciera mi ceño iconscientemente hasta que sentí como lo empujaban sin esfuerzo.

-¡No hagas eso! Se hace costumbre y después te quedará una marca.

Lo que menos me importaba en ese momento era si me dejaría una marca o no, me inquietaba lo que acababa de ver.

-¡Hey! -tronó sus dedos frente a mi cara obligándome a verla- ¿Qué te pasa?

-¿Qué no lo ves?-la tomé por los hombros haciéndola girar.

La chica dio una gran carcajada lo cual hizo que le diera una mirada desaprobatoria.

-No lo puedo creer. ¡Estás celoso!

No, me negaba a creer que eso podría ser cierto. Algo parecido fue lo que dijo mi hermana hace unos años, ella comenzaba a hablar con el hermano de su amiga que tenía mi edad, admito que me incomodaba lo bien que se llevaba con el chico de ojos grises, así que cada que iba de visita a nuestra casa, subía a mi cuarto, me ponía mis auriculares y pintaba con acuarelas, al final, ella entraba a mi cuarto y me platicaba cualquier cosa. 

-Tengo hambre- se encontraba sentada en la cama y sus pies se meneaban de arriba a abajo. 

-Pues ve y pídele a tu amigo que te cocine algo-respondí girando mi silla volviendo a la pintura a medias.

-Wow, ¡estás celoso, hermanito! -aseguró.   

-Claro que no, estás loca.

-Mucho, pero eso no tiene nada que ver. No trates de ocultarlo, es más que obvio.

-Mjum -murmure sin el propósito de ser escuchado.

-Well, pero enserio necesito comer- hizo un puchero y elevó sus manos hasta llegar a mi cabello para pasar sus dedos suavemente quitando cada nudo que este tenía.

-Está bien, vamos- solté después de un tiempo y abrí la puerta indicando que saliéramos de la pieza. 

Lo acepto, ambas veces estuve celoso, pero no quise admitirlo en voz alta.

-¿Sabes quién es?

-La verdad no, jamás lo había visto. Pero deberías estar feliz, por fin tiene un amigo.

-Oh si, claro. Es más que obvio que algo se trae con Álvaro, ¿Cómo quieres que esté feliz?

-Supongamos que tienes razón, aún no tienen nada formal, no le veo nada de malo el que socialize. Además, los dos sabemos que él está super embobado contigo, tranquilo.

Mi nombre entre tus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora