18

9 4 0
                                    

Gilbert

Trataba de mantenerme fuerte frente a todos pero por dentro estaba deshecho. Sentía una profunda soledad y tristeza porque no lograba captar que después de estar tan satisfecho con mi vida ahora me estuviera pasando eso. 

Sentí la necesidad más que nunca de hablar de nuevo con aquel chico de rizos perfectamente definidos pero mi orgullo era más grande. Me lamentaba todo lo que había dicho antes, pensé que de alguna forma las cosas mejorarían, pero no fue así; mi boca quería pronunciar palabra, pero cada vez que lo intentaba salía un lastimoso sollozo que intentaba cubrir con mis manos, era inútil.

Regresé a la realidad cuando escuché la particular voz de mi maestra de Literatura, era una señora de apenas 50 años que tenía unos grandes lentes rojos que abarcaban hasta sus cejas y un perfume que se podía detectar aún del otro lado de la puerta.

-¿Me está escuchando, joven Smith? -me miró subiendo sus lentes hasta su cabeza enarcando sus cejas.

-S-si, claro- musité tratando de sonar seguro pero fue en vano. Ella sólo se volteó y siguió de nuevo escribiendo algo en el pizarrón.

Solté un largo suspiro y mi mirada divagó por todo el salón intentando comprobar si todos seguían observándome, por suerte sólo unos cuántos. Bajé una mano hacia mi pierna intentando calmar el gran pisoteo que estaba dando contra el piso y miré el reloj que se encontraba arriba de una ventana, faltaban 10 minutos para ir a receso y mi paciencia era cada vez peor, en ningún momento puse atención al tema expuesto. 

Sonó el timbre y recogí mi mochila para salir de ahí lo más rápido posible, subí algunas escaleras hasta llegar al baño y caminé hasta encerrarme en el último cubículo. Mi espalda se arrastró por las paredes de éste y caí al piso, poco a poco las gotas saladas se arrastraban por mis mejillas y mi rostro tomó una temperatura tibia; atrapé mi labio intentando calmar mi nerviosismo y me quedé observando un punto fijo mientras escuchaba como empujaban con brusquedad la puerta principal.

 -Me caga la vieja de Ética, siempre busca cualquier pendejada para reprobarme -exclamó un chico haciendo correr el agua del grifo.

-Te entiendo, a mi me dijo que no había entrado a varias de sus clases y no tenía derecho a examen. La neta me da igual.

-Bueno ya, cambiando de tema. ¿escuchaste que hay un putito entre nosotros? 

-No sabía nada, ¿tienes idea de quién puede ser?

-Tengo mis sospechas, puede ser el retrasado de Dilan. ¿Sabes cuántas veces lo encontré mirándome? Es un jodido acosador-escuché cómo había escupido; en efecto era asqueroso.

-Lo peor de todo es que puede que sea alguien de los que se bañan aquí en la escuela, ¿te imaginas que a alguno se le pare mientras estamos todos ahí?

-Que puto asco, de alguna forma lo vamos a saber, de eso no te preocupes. Ya vámonos, tengo que ir a ver a Constanza.-agregó uno de ellos antes de marcharse.

Salí del baño un poco dudoso y miré mi reflejo unos segundos, al final de cuentas me veía tan mal como me sentía por dentro. Las palabras de los chicos me dejaron un poco desconcertado y asqueado, cada palabra que habían pronunciado fue tan repulsiva y si hubiera sido el mismo Gilbert de siempre, podía apostar que habría salido y sin ninguna dificultad ponerlos en su lugar; pero claro, no era el momento.

[...]

Una semana y todo seguía igual, la rutina era la misma; despertar, alistarme, tocar la puerta de mi hermana y esperar a que bajara para poder irnos, caminar a la escuela, escuchar las mismas clases aburridas, el viento retumbando en mis oídos porque ninguno se atrevía a hablar y estar sólo por las tardes, hundiéndome entre las sábanas de mi cama.

Mi nombre entre tus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora