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Gilbert

—Soy un fiel amante de lo romántico y lo prohibido, ¿Eso está mal?

—Para nada, aún considerando que Romeo y Julieta es tu novela favorita, no me sorprende.

—Sólo es una de tantas pero, ¿qué opinas sobre El gran Gatsby?

—Demasiado dramaticas a mi parecer—respondí sin relevancia.

—Ese es el punto de la lectura, ¿no lo crees?—preguntó demasiado seguro de su afirmación.

—Pero también son de época, las cosas eran aún más difíciles que ahora. La sociedad se ha abierto a más ideas, no dejes de lado eso.

—Lo sé, lo sé. Sólo que—exhaló dejando sus palabras en el aire— a veces me concentro de mas en los protagonistas y me imagino por un momento que así será mi vida, con problemas por el camino, pero con un final feliz.

Sacudió sus hombros y arrugó su nariz para seguir sacando más escritos en hojas notablemente gastadas; una llamó mi atención por no tener una parecida caligrafía a las otras y lucía actual. La tomé entre mis manos y empecé a leer.

"Hola, ¿Cómo has estado? Hace días no hablamos y tampoco has contestado mis mensajes.

Para ser sinceros, estoy un poco preocupado después de lo que pasó. Lamento mi comportamiento, debes de creer que estoy loco, pero la única verdad es que solamente intentaba protegerte.

Eres único en el mundo y no me gustaría perderte. Acepto que no debí meterme en tu relación con Gilbert, pero vi esa discusión y no me parece que sea bueno para ti. Mereces mucho más.

Sin embargo, sé que es tu vida y no puedo decidir por ti. Espero pronto podamos arreglar las cosas.

Con amor, Mariano."

¿Cómo me sentía al respecto? Eso era algo que me hubiera encantado saber.

Pero ahora puedo responder, la parte justo antes de que me mencionara me disgustó en lo absoluto. Nadie se extrañaría al pensar que él no me caía bien, pero esa ocasión tenía toda la razón de estar molesto. Desde su llegada se había encargado de arruinar todo a nuestro alrededor; lo que con esfuerzo había construido.

En cierto modo, también consideraba descarado el cómo se permitía opinar sobre nosotros cuando tuvimos un mal momento por su culpa, era un total idiota sin duda.

—¿Y esto?—pregunté indicando la hoja.

Se giró nuevamente hacia mí un tanto confundido.

—Es de Mariano. Lo dejó en mi libro de Física intentando solucionar las cosas, no le des tanta importancia.

—Le doy importancia porque está claro que no puede dejarte en paz.

Le sostuve la mirada un par de segundos intentando descifrar lo que decía y me arrastré por la orilla de la cama hasta llegar al suelo; me causaba mucha frustración el no poder encontrar alguna respuesta a nuestros problemas.

—Corazón, no quiero que te ofendas, pero no tienes por que intentar rescatarme de todo siempre —suspiró— sé que lo haces porque me quieres, pero esto es algo mío. Es mi amigo, y él entenderá si le dejo claro que jamás lo veré como a ti.

Sus cálidos labios se alojaron en mi frente haciendo que cada sentimiento negativo desapareciera al instante; era un talento innato.

Esa noche, Elvis Preasley sonaba en el par de audífonos sobre el oído del otro. Ámbos dibujamos escenarios en el techo imaginando nuestra vida juntos, lo que nuestra casa tendría y lo que no; un erizo era el comienzo.

A la mañana siguiente, fui el primero en abrir los ojos exaltado por la hora . La primera imagen que obtuve era de un muy tierno Álvaro con el rostro totalmente relajado y sus rizos totalmente fuera de control, pero si aún no fuera suficiente, su pierna se encontraba sobre la mía impidiendo levantarme sin despertarlo.

Tratando de hacer un esfuerzo, arrastré mi mano por debajo de la almohada haciendo que mi celular cayera al suelo.
Maldije por lo bajo logrando así despertar al bello durmiente.

—Mhmm, ¿qué estás haciendo?—un quejido salió de sus labios.

—Quería revisar la hora, el sol ya debió salir desde hace un buen rato.

Me safé de su agarre cayendo bruscamente al pensar que había más cama de mi lado.

Escuché una risita apenas audible por parte del más bajo asomándose con la sábana aún sobre su cabeza.

—Olvidé decirte que las personas odian dormir conmigo porque acaparo todo el espacio—sonrió inocentemente.

—Ya lo noté, ¡y no es chistoso!—dije pasando mi mano sobre mi brazo.

Cuando al fin pude tomar mi celular, eran las 10:00 AM (ya nos habíamos perdido 2 clases.)

—Álvaro, son las 10:00 AM.

No recibí respuesta.

—¿Álvaro?

Había rodado de nuevo por el colchón y ahora me daba la espalda totalmente dormido. Sabía que no había manera de poder despertarlo así que cedí y volví a acostarme a su lado. Le di un último beso sobre su cien antes de volver a estar soñando.

Mi nombre entre tus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora