21

8 3 0
                                    

—Es él—pronunció con voz temblorosa señalando una tienda deportiva frente a nosotros.

Tanto mi hermana como yo volteamos hacia donde estaba puesta la mirada del más bajo preguntándonos a que se refería.

—¿De quién hablas?

Mi ceño ya estaba lo suficientemente fruncido como para intentar verme tranquilo.

—Eden, el chico que era mi mejor amigo. Está con Pablo, también me molestaba.

—¿Ellos fueron los que te dieron el golpe que tenías en la cara cuando dejaste de hablarme?

—Si— Contestó bastante tímido.

—Pues ahora verán las consecuencias.

Solté las bolsas al piso y me encaminé hacia la tienda en donde amablemente una trabajadora del lugar me saludó pero decidí ignorarla porque sabía que podía decir algo equivocado.

Me paré a su lado intentando escuchar su conversación retractándome al instante por el pésimo y machista comentario que había hecho uno de ellos al ver pasar a una chica notoriamente mayor que él.

—¿Qué se siente ser tan patético a tal punto de denigrar de esa forma a esa mujer que jamás en su vida se fijaría en un niñato como tú?—dije sin más.

—¿No te enseñaron que es de mala educación escuchar las conversaciones ajenas?

Imaginé que él era Eden, alguien de ojos rasgados, piel muy blanca, ligeramente más pequeño que yo y unas orejas bastante grandes para el tipo de cabeza que tenía.

—Claro que si, pero es jodido lo que tú haces. ¿A ti no te enseñaron lo que es el respeto?—pregunté detonando mi enojo.

—Me viene importando una mierda, la morra estaba buena y hay que reconocerlo. ¿O no Pablo?—el otro chico asintió.

—No puedes ser más cínico, de verdad.

No lograba verme, pero estaba seguro de que mi cara tenía un gesto bastante desagradable con mi típica sonrisa torcida.

—A todo esto, ¿Quién chingados eres?

—Alexander, y tú Eden. ¿O me equivoco?

No mentí en lo absoluto, Alexander es mi segundo nombre pero jamás me ha hecho sentir que soy yo y suelo usarlo cuando quiero pasar desapercibido; no me gusta el hecho de que todas las personas me conozcan.

Lamentablemente esto es algún tipo de tradición en la familia de mi papá y yo soy el cuarto descendiente en llamarse así.

—¿Cómo sabes mi nombre?—su sonrisa fue decayendo mientras nuestra conversación fluía.

Dos figuras se colocaron detrás mío y supe quiénes eran, sin contar que una fragancia empezó a darme ligeras cosquillas en la nariz y una mano se entrelazó con la mía dándome un delicado apretón que sabía perfectamente lo que significaba; estaba nervioso y quería irse ya.

—Así que tú eres el novio de la perra chillona de Álvaro, vaya, esperaba más de ti debo decir—habló sarcásticamente.

—Yo no esperaba más de lo que estoy viendo ahora para ser sincero. Pero te lo voy a aclarar de una vez, jamás le vuelvas a poner un dedo encima por que lo último que harás será rogarme para que te deje en paz y con suerte despertarás en la cama de un hospital. Y si, soy su novio, cosa que a ti te tendría que valer madres.

—Para ser marica si que tienes huevos para venir a amenzarme, estás pendejo si crees que podrías golpearme.

—Definitivamente no me conoces.

Mi nombre entre tus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora