Mi nombre entre tus labios

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Álvaro

Mariano:

Sé que jamás leerás esto, pero quiero escribirte porque quiero desahogarme respecto a todo lo que pienso de ti.

Hace tan sólo medio año que nos conocemos y llegaste a darle un cambio a mi vida respecto a lo que pienso e hice en el pasado. Eres al único que le he dicho lo que pasó con el hombre al que maté por defender a mi madre, me hiciste creer que en verdad no fue algo que disfruté hacer y no soy el monstruo que yo mismo creí ser muchos años.

¿Recuerdas la tarde del viernes en el lago después de que discutiera con Gilbert? Sostuviste mi mano por mucho tiempo hasta que dejé de llorar, me dijiste que nadie merecía mis lágrimas y me besaste.

No pude moverme porque quedé en shock hasta que tú mismo te separaste y frunciste el ceño al preguntarme si eso había estado bien. Por supuesto que no había estado bien, yo estaba enamorado y no precisamente de ti.

Logré evadir tus preguntas respecto a lo que había pasado momentos atrás y al llegar la noche, me dejaste en mi casa prometiéndome volver al día siguiente. Cumpliste lo que me habías dicho y te presentaste con mi madre como mi amigo con derechos riendo como si hubiera sido una broma con gracia.

Yo siempre he sido un hombre muy sensible y el pelearme con alguien tan importante como lo es Gilbert me hizo sentir miserable y como si me hubieran quitado una gran parte de mí. Decidiste no darte por vencido y me llevaste casi arrastrando a una fiesta en donde sólo hubo una cosa buena de todo eso.

Conocí a Daniela, ella era la anfitriona porque festejaba su cumpleaños número diecisiete y gran parte de la noche hablé con ella. Dijo que era muy agradable y me dio su número para seguir hablando después con menos gente a nuestro alrededor.

Al llegar la media noche, te busqué para irnos y te encontré con un chico sobre ti. No quise interrumpirte, pero al intentar pasar desapercibido, me tomaste bruscamente de la muñeca y me gritaste que a dónde carajos iba. Tus ojos se veían diferentes; detonaban adrenalina y ni una pizca de control, estabas tan drogado.

Me obligaste a sentarme a tu lado mientras tú seguías en lo tuyo con aquel chico. En algún punto, me aterrorice y quise llamar a alguien para que me ayudara; mi primer opción fue Gilbert, pero sabía que no podía, así que llamé a Alejandra y pudo venir en compañía de su primo como refuerzo por si las cosas se complicaban más.

Llegó y pudo sacarme sin muchos problemas, camino a mi casa le conté todo lo que había sucedido y le rogué que no le dijera nada a su mejor amigo. Ella aceptó pero con mucha dificultad, y la comprendía, no era fácil su situación.

Llegué a mi cama y me eché a llorar por lo triste que seguía tornándose mi vida con cada día que pasaba.

El lunes llegó y seguía sin responder tus mensajes, así que me acorralaste en un salón y me cuestionaste el por que de mí actitud. Te conté lo que había pasado y fingiste no recordar nada justificando el estado en el que estabas, así que decidí seguir hablando contigo hasta que volviste a hacerlo en tu casa.

Esta vez no estabas ni drogado, ni ebrio, sólo era un día común y corriente de la semana. Hacíamos tarea cuando decidiste darnos un break y tomaste mi mano insistiendo de nuevo en el tema de Gilbert, pero esa vez fuiste demasiado lejos.

Pusiste tu mano sobre mi pierna y me besaste de nuevo, pero no volví a dejar que pasara lo mismo y te empujé levantándome enseguida. Tú hiciste lo mismo y de nuevo tenías esa mirada, pero tomaste mis mejillas con tu mano fuertemente y me gritaste que tú si eras digno para mí, y que ibas a hacer todo para que me diera cuenta.

Logré patearte y salí de ahí, no pude hacer otra cosa mas que refugiarme en lo brazos de mi madre que por suerte mía, no había trabajado ese día.

Causaste tanto miedo en mí, pero ya no más, con esto te digo adiós.

-Diario de Álvaro, 2017.