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Había una vez un pequeño príncipe de ojos verdes y largos cabellos castaños recorriendo los largos pasillos en lo que habitaba. Su rutina era la misma, despertar gracias a la dulce Mary la cual ya le traía un balanceado desayuno y vestirse con algo no muy sofisticado pero tampoco descuidado.

Salía de su alcoba y bajaba hacia el jardín en donde su abuelo yacía sobre una cómoda silla leyendo el periódico; se acercaba a él y pedía que revoloteara su cabello como de costumbre. Él reía con los viejos chistes que solía repetir pero nunca perdían el toque; siempre disfrutaba la compañía.

Al medio día, el chico se recostaba sobre una pequeña manta en el pasto y miraba el gran árbol que tenía justo arriba. A veces solamente cerraba sus ojos y se dejaba llevar por los sonidos que tenía a su alrededor; los pájaros, las hojas siendo arrastradas con el viento y algunas voces que venían de el personal que trabajaba para su familia.

Mary acostumbraba llevar un poco de té y galletas de chocolate a la misma hora para poder conversar con el chico. De su voz salían repetidos 《Mi niño》《Gil, el té》.

Hasta el segundo o tercer llamado es como despertaba después de dormir una siesta; corría y se sentaba para esperar un plato con cuatro galletas y su taza favorita. Al terminar, solían jugar y correr por todo el lugar hasta que eran atrapados.

Su vida suena perfecta, ¿No es así?

Bueno, nuestro protagonista no lo pensaba de esa forma, le encantaba cuantas cosas podía obtener pero le faltaba sólo una cosa; amor y atención por parte de sus padres.

Cuando el sol caía, solían ir a eventos especiales en los cuales eran invitados miles de personas de prestigio. Música, risas, copas de champán y vino girando de vez en cuando en la mano de las personas y comida extravagante es lo que se veía; pero para un chico de apenas 8 años nada de eso era entretenido.

La única muestra de cariño que le demostraban era tan solo una palmada en la espalda por parte de su padre y un no tan ligero apretón en la mejilla por su madre. Él solía conformarse con eso, pero con el paso de los años era un tanto decepcionante y triste su realidad.

En su cumpleaños número 13 fue como se realizó una gran fiesta en la que conoció al amor de su vida.

¿Una chica? De hecho no.

¿Un chico? Sin duda.

Era el hijo de un gran amigo de su colegio al que fue mandado su padre a los 15 años. No tenía un puesto tan importante como el que el de ojos verdes iba a portar, pero era alguien de muy buen futuro.

Nada de eso fue importante cuando se conocieron, una mirada simple bastó para que sus corazones empezaran a bombear al mismo ritmo.

¿Que si estaba prohibido? Si.... y no.

Se quedaron un par de semanas viviendo en el mismo lugar y cada que podían, se escabullían por la noche y daban un paseo. La última noche ahí, no pudieron evitarlo y dieron su primer beso. Los dos sintieron pequeñas mariposas dentro de sí y por su cabeza pasó la misma idea 《que esto sea para siempre》. Lo que ellos no sabían, es que sobre ellos una estrella había pasado y cumpliría su cometido.

Después de meses de escribirse algunas cartas, una última llegó y decía:

"Hola, pequeño. Esta vez tengo buenas noticias, conseguí entrar a un colegio importante en tu nación.
Mi padre habló con el tuyo y dijo que me recibirían con gusto para pasar mi estadía con ustedes. Ya no habrá más distancia, partiré la próxima semana.
Te amo, no puedo esperar volver a verte.

Con cariño, A.

La semana pasó y había llegado el gran día. Lo vió bajar de un jet y corrió para abrazarlo; un carraspeo detrás de ellos se hizo notar y se soltaron enseguida.

Mi nombre entre tus labiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora