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En una gran cama, estaba ahí, su madre. Sus cabellos dorados estaban desordenados por su pecho y la almohada. Respiraba con un aparato que estaba en la nariz, y un gotero estaba a la izquierda de la cama.

—Madre... –susurró el menor acercándose a ella. Su rostro estaba muy pálido, las ojeras le caían por su rostro. Estaba desmarcada y muy delgada– Ma...madre –posó suavemente su mano en la de ella.

Toni se levantó del suelo lentamente mientras miraba la habitación en la que se encontraba.

—Mamá... –se acercó al igual que el otro– No puedo más con él –se apoyó en su mano mientras dejaba caer ciertas lágrimas– Vámonos, por favor, dejalo...

La madre levantó suavemente su mano y acunó la mejilla de Toni con suavidad.

—Lo sé... –su voz sonaba rota, apagada y ronca– Pero no... Duraré mucho más, cariño.

—No digas eso mamá.–Carlo frunció el ceño.– Además, te hemos traído un regalo.

Carlo salió de la habitación corriendo.

—Vas a durar, vas a durar mucho... Cuando seamos mayores vamos a trabajar para poder curarte –la miró acariciando su mano lentamente mientras agachaba su cabeza.

La madre sonrió suavemente hacia el rubio.

—Cariño. –su débil y delgada mano lo acariciaba con el pulgar con suavidad– No sé si podré llegar hasta ese momento. –le miró con ojos brillantes– ¿Os estáis portando bien? Sé que él es duro, pero solo está preocupado. –dijo cerrando suavemente los ojos– Acércate. –añadió con una suave sonrisa

—No... Él no se preocupa por nosotros, es todo lo contrario, mira –mostró su mano levemente enrojecida por aquel pisón que le había dado antes su padre– solo fuimos a por unas frutas para ti y... Tuvimos que robarlas. ¡Pero Carlo me obligó! –gritó señalando hacia donde supuestamente el otro había ido.

Se acercó poco a poco hasta abrazar el brazo de su madre dejando caer aquellas lágrimas sutiles.

—Cariño. –le sonrió con debilidad– Sé que él es difícil... ¿Pero qué haréis vosotros? –lo miró preocupada– No quiero que os metáis... –tosió levemente– en problemas. Eres un buen hermano Toni, mamá está orgullosa de ti. –sonrió– Eres el mayor, y tienes que cargar con mucho. –alzó la mirada para después cerrar de nuevo los ojos– Vuestro padre es muy duro. Pero no quiero que mis niños vivan en la calle. Sólo... Hacedle caso, y no pasará nada. –le dio un beso en su mejilla.

—¡Mamá! –Carlo llegó con la fruta– La cogimos prestada. –se adelantó– No habían fresas, sé que te gustan mucho. Lo siento. –hizo un puchero.

Aquella calma que le había dado su madre desapareció en cuando escuchó los gritos de Carlo. Arrugó la frente e infló ligeramente las mejillas

—La hemos robado Carlo... –susurró entre dientes volviendo a mirar a su madre

—No vamos a hacerle caso, ¡no podemos aguantar más! –dijo exaltado– Queremos irnos de aquí, contigo, a donde sea...

La madre volteó a ver a Toni, y se rió con algo de dificultad.

—¿Como? –formuló esa simple pregunta, levantando su brazo mientras temblaba suavemente– Es bastante vergonzoso que ni siquiera pueda ir al baño sola, Toni –le volvió a acunar el rostro con su mano– Eres valiente, pero esto por desgracia no es un cuento.

Carlo agarró la bolsa de fruta, apretando sus manos sin decir nada.

—No... Vamos a conseguir el dinero para curarte, y nos iremos de aquí ¡Te lo demostraré! –se limpió los ojos con sus manos y salió de la habitación, pero antes de abandonarla por completo se paró en la puerta mirando hacia Carlo.

Nadie se mete con los Gambino [MarbellaVice] (Pausada Un Tiempo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora