TE QUIERO A TI.

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Me quedé parada un buen rato mirando la puerta por donde Ian había salido hace ya unos minutos.
No podía creer que esto me estuviera pasando, no digo que no me lo mereciera porque había dudado tanto entre lo que sentía por ti y lo que sentía por Ian que yo misma me había creado estos problemas. Pero no quería perder a Ian, no en este momento, no ahora, bueno, en realidad no quería perderlo nunca, punto.
Cuando reaccioné y me di cuenta de que en realidad Ian se había ido y además se había ido molesto, me fui directo al baño para bañarme, juro que fue la ducha más corta que me había dado. Me puse un par de jeans y una blusa holgada, me calcé mis tenis converse y salí corriendo. No iba a perder a Ian por tu culpa. Habían pasado dos horas ya desde que Ian se fue, estaba casi segura de que ya estaría en su oficina.
Tomé un taxi y fui al famoso bufete de los Mickelson. Había estado allí solo una par de veces y solo porque Ian me había llevado casi a la fuerza. Cuando atravesé las grandes puertas de cristal entrando a la recepción estaba una linda chica rubia de ojos verdes hablando por teléfono, recuerdo que Ian nos presentó y también la vi en la cena a la que fuimos donde te encontramos pero no podía recordar su nombre, tal vez mi bloque mental se debía a que solo podía pensar en Ian y en lo que le diría. Me acerqué un poco más a la chica para ver su nombre pero antes de poder llegar a ella alguien dijo mi nombre.
--¡Hannah, querida! ¿Pero qué haces allí parada? – una chica morena muy bonita se me acercó y me dio un beso en ambas mejillas. A ella si la recordé, era Fátima la secretaria de Ian, llevaba una falda de tubo con una blusa blanca y un saco encima, era como de mi estatura pero como llevaba tacones me sacaba media cabeza.
--Fátima, hola. ¿Ian ya está aquí? – pregunté y no me importó que me escuchara un poco cortante. Fátima o no lo notó o era muy amable porque me sonrió.
--Sí, llegó hace casi ya una hora. Vamos te llevó con él. ¿Quieres algo, un café? – dijo mientras me dirigía hacia el elevador. Cuando entramos marcó el botón del tercer piso.
--No, gracias. ¿No está ocupado, verdad? – pregunté un poco preocupada porque me había presentado aquí así sin más y no quería ser la típica novia que molesta al novio en el trabajo.
--No, linda. – miró su el reloj que llevaba en la muñeca. – Están a punto de salir de una junta y ya no tiene otro pendiente hasta las 3. ¿Sabía que vendrías? – me preguntó creo que más en un intento de hacer platica que de cotillear.
--No, yo...quería darle una sorpresa. – mentí. Salimos del elevador y fuimos directo al despacho de Ian. Fátima tocó pero yo no podía esperar así que entré antes de que contestara o de si quiera saber qué estaba ahí o en la sala de juntas. Sí estaba y para mi sorpresa no estaba solo, estaba riendo a carcajada abierta con una exuberante pelirroja. Me quedé parada viendo como idiota a Ian, este se levantó de prisa como si lo hubieran pillado haciendo algo malo. La pelirroja se limitó a verme con sus ojos casi tan azules como los de Ian y alzando su perfecta ceja delineada. Ian se acercó lentamente a mí interrogándome con la mirada, la chica se levantó y también se acercó mirándome de arriba abajo, me hubiera gustado haberme puesto algo un poco menos...casual. Ella llevaba un vestido negro que juro no podía haber estado más apretado, marcaba perfectamente todas sus curvas, el vestido tenía una abertura en la pierna derecha mostrando su blanca piel, llevaba unos tacones rojos y me sacaba una cabeza por completo, con los tacones era de la estatura de Ian así que ambos me veían hacia abajo lo que me hacía sentir súper pequeña y fuera de lugar.
--Hola. – susurré mirando a Ian a los ojos. Se aclaró la garganta.
--Hola. – se giró para ver a la pelirroja. – Sandra, te presento a Hannah, Hannah, te presento a Sandra. – la pelirroja me dio la más perfecta sonrisa falsa.
-- Un gusto. – dijo con una voz chillona mientras me tendía la mano. Le di la mano y yo no me esforcé en fingir que me agradaba.
-- Igualmente. – Me limité a decir – ¿Podemos hablar? – le pregunté a Ian. La pelirroja me miró sorprendida.
--Lo siento, linda. ¿No te diste cuenta de que interrumpiste una conversación? ¿Por qué no vas con la secretaría para que te haga una cita en la tarde? – hizo una seña con la mano para que me fuera. ¿Pero esta quien se cree para darme ordenes? Miré a Ian quien se estaba aguantando la risa pero cuando me vio se puso serio.
--Disculpa, linda... —dije fingiendo amabilidad y me acerqué más a ella, lo cual no me favoreció porque tenía que levantar aún más la cara para verla a los ojos.
--Sandra...—me interrumpió Ian cuando supo lo que pensaba hacer, supongo que después de todo si conoce todas mis miradas. – ¿Podemos conversar luego? Por qué no vas a visitar a mi padre, estoy seguro de que estará feliz de verte. – Sandra abrió tanto los ojos que creí que se le saldrían.
--¿Hablas en serio? –Preguntó a Ian pero mirándome de nuevo de pies a cabeza como no creyendo que la cambiara por mí.
--Sandra, Hannah es mi novia. – dijo Ian y me pregunté por qué no lo había hecho desde que nos presentó. Sandra me miró horrorizada pero en un segundo cambió de expresión. No dijo nada y se fue.
Una vez que nos dejó solos, Ian me llevó hasta el sofá que tenía a un costado de su oficina.
--¿Quieres algo de beber? – negué con la cabeza.
--Muy bien, Hannah, ¿qué pasa? – dijo mirándome a los ojos.
--Es una pelirroja muy guapa. – no sé por qué lo dije pero lo hice. Ian me miró esperando que contestara yo primero a su pregunta, cuando vio que no lo haría, suspiró y sonrió.
-- Sí, Sandra es atractiva.
--¿Te gusta? – no pude evitar preguntar.
--¿Qué? Hannah, ¿de qué va esto? –Preguntó en tono ofendido.
--Nada. Yo...solo – creo que dejaré este el tema “Sandra” para después. Y sobre lo otro no sabía cómo empezar, ni si quiera recordaba el discurso que había preparado. – Estoy enamorada de ti, Ian. –solté de repente y después ya no pude parar. -- Lamento todo lo que tuvo que pasar, más bien, lo que tuviste que pasar para que me diera cuenta pero te quiero, estoy enamorada de ti. No me preguntes desde cuándo ni cómo pasó, yo solo lo sé. El simple hecho de pensar en perderte me pone histérica. No quiero perderte Ian, no quiero y mucho menos por alguien de mi pasado que ya no importa. – me miró y no supe interpretar su mirada.
--La cosa es, Hannah, que Alexander no pertenece a tu pasado. De una forma u otra termina entrometiéndose en tu presente. Y la verdad no se cuanto más voy a poder aguantar con esta situación. Yo te quiero y he sido muy paciente con todo esto pero también tengo un límite.
--Dime que quieres que haga, Ian y te juro que lo haré. – me tomó de las manos y sonrió.
--Cariño, aquí no se trata de lo que yo quiera sino de lo que tú quieras.
--Te quiero a ti, Ian y no quiero perderte. – dije mientras corría una lágrima por mi mejilla.
Vi en sus ojos una ternura incomparable, me miraba con amor. Entonces me di cuenta de que tenía que esforzarme más en dejarte atrás por él, para que me siguiera mirando de esa forma toda la vida, si era posible. Lo quiero y no voy a perderlo por ti. Dudé un segundo pero después me arme de valor y lo besé y me correspondió.

¿Me amas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora