Me limpié las lágrimas, le di otro beso en la mejilla a Matt y le agradecí el haberme cuidado y traído a mi casa, sonrió y se fue despidiéndose de Ian con un movimiento de cabeza.
--¿Qué significa eso, Hannah? – habló Ian una vez que Matt nos dejó solos.
--No lo sé, Ian, no lo sé. Lo único que sé es que me duele que Alexander no nos dejé en paz, que Sandra tenga un poder extraño sobre ti que cada que puede te besa y que tu papá me trate como si fuera una zorra. Estoy harta de que tú y yo siempre estemos peleando y que la causa de nuestras peleas sean terceras personas, estoy cansada de luchar por algo que no se ve que esté funcionando, estoy cansada de pelear por alguien que quizá no pertenece a mi lado. Simplemente estoy cansada.
--Te amo, Hannah. – dijo Ian y se le quebró la voz.
--Eso quiero creer, Ian, me esfuerzo por hacerlo, pero apenas tenemos una mínima discusión y ya estás en brazos de otra y eso me demuestra lo contrario y me duele. – más lagrimas recorrieron mi rostro y ya no me molesté en quitarlas. La habitación aún seguía dando vueltas, pero ya estaba un poco más consciente de lo que estaba pasando. Más o menos.
Trató de acercarse a mí, pero di un paso hacia atrás.
--¿Estás terminando conmigo? –preguntó y sus ojos se llenaron de lagrimas
-- Yo… -- ¿estaba terminando con él?
No tuve tiempo de responder porque él se me adelantó.
--No. –dijo decidido y entonces comenzó a dar vueltas por la habitación.
--No. – volvió a decir. – Estás ebria y no puedes tomar decisiones en ese estado, solo lo dices porque estás dolida por lo que viste y por lo que dijo mi papá… -- Ian hablaba rápido y como si no estuviera hablando conmigo sino con él mismo.
Me estaba mareando de verlo dar tantas vueltas y corrí al baño a vomitar, pude escuchar sus pasos atrás de mí, llegué al baño y cerré la puerta antes de que pudiera entrar y le puse seguro.
Dio unos golpes a la puerta, pero yo estaba demasiado ocupada… vomitando.
--Hannah, déjame entrar! – gritó
-- No! – logré decir. De algo estaba segura, no volvería a tomar así. No supe cuanto más estuve vomitando, supongo hasta que me venció el sueño.
Cuando desperté estaba acostada en el piso a un lado del inodoro, la cabeza me punzaba, el estómago y la garganta me ardían. Me levanté, me lavé la cara y la boca, me quité le vestido y salí para ir a mi cama a seguir durmiendo, pero me sorprendí cuando casi tropiezo con Ian que estaba sentado a un lado de la puerta del baño dormido. Sin poder evitarlo, me senté en el piso y acurruqué a su lado volviéndome a quedar dormida.
Volví a despertar y ya estaba en mi cama abrazada a Ian, sin pensarlo lo besé en el cuello y después en los labios, en sus ojos, en su nariz y mejillas. Comencé a llorar porque no era justo lo que nos estaba pasando, yo lo quería, lo quería mucho. Con los ojos cerrados levantó su brazo y con su mano limpió mis lágrimas.
--No llores, cariño. – susurró. – Todo va a estar bien.
Abrió sus ojos y me sonrió como si en realidad creyera eso. Me acerqué a él y le di un beso, uno largo. Después me volví a recostar a su lado. Y con un suspiro y lágrimas aun recorriendo mi rostro pregunté:
---¿Por qué la besaste, Ian? – se me quebró la voz y nuevas lagrimas brotaron.
--Ella me besó. – dijo cerrando los ojos y poniéndose el brazo en la cara.
--Pues no se vio que te opusieras mucho que digamos.
--Me tomó por sorpresa, no supe que hacer.
--A mí se me ocurren un par de cosas, pero ninguna es legal. – sonrío, pero sin ganas.
--Lo siento, Hannah.
--No sé si esto se arregle con un “lo siento”.
--No sé qué otra cosa puedo decir.
--Nada. No digas nada. – dije y comencé a desabrocharle la camisa, le quité el brazo de la cara y lo besé, al principio se quedó quieto, después me correspondió. En un segundo ya estaba encima de mí.
--No creo que esto sea buena idea. – susurró agitado.
-- Yo tampoco lo creo. – lo tomé de la nuca y lo jalé hacia mí para que me siguiera besando.CAPITULO 44
Ian volvió a quedarse dormido después de que hicimos el amor. Yo me le quedé mirando un buen rato. No solo lo quiero, yo lo amo y no entiendo porque todos se empeñan en separarnos. No quiero lastimarlo, pero tampoco puedo permitir que esa arpía lo bese cada que se le antoje. Y también está su padre, me llamó zorra y eso no puedo permitirlo. Por un segundo me preocupé por ti porque tal vez por esto pierdas tu trabajo, pero luego decidí que no me importa. Tú y Sandra se han empeñado en complicarme la vida, así que ya no me importa si es a ti a quien se le complica. Ahora lo que me preocupa es mi relación que poco a poco se va desmoronando.
El Sr. Mikaelson ahora hará todo por separarnos y en verdad temo que lo logre. Ian no es para nada influenciable, pero tratándose de su padre tal vez haga una excepción y pensar en que Ian podría dejarme por culpa de que esa arpía estuvo calentándole la cabeza al Sr. Mikaelson siento una punzada en el corazón. Y luego está el hecho de que Ian se deja besar cada vez que se le antoje por esa zorra, eso tampoco lo puedo permitir. Desde que estoy con Ian jamás me he besado con alguien más que no sea él. En cambio, él, ya perdí la cuenta de cuantas veces se ha besado con ella a pesar de que dice amarme mucho. Y entonces me vino un pensamiento sobre algo que dijo Matt, tal vez Ian esté enamorado de Sandra, solo que no quiere admitirlo para no lastimarme. Eso, en serio, en serio, sería fatal. ¿Cómo podría yo competir con alguien como Sandra? Ni siquiera tengo una sola oportunidad de ganar. Sandra no solo tiene el físico perfecto, sino que también tiene la ventaja de conocer a Ian mucho más que yo sin mencionar que ya estuvieron juntos en algún momento. Y que Ian la aprecia por no decir que la quiere. Sé que Ian me dirá que me quiere a mí o que me quiere más que a ella y tampoco le puedo pedir que se aleje de ella, él nunca me pidió que hiciera eso contigo, él confió en mí. Y, ¿qué estoy haciendo yo? Dejándome llevar por mis inseguridades.
Esta vez no. Esta vez voy a hacer lo que quiero y lo que quiero es a Ian y no me importa si esa zorra es Miss Universo, voy a luchar por Ian aunque lleve la de perder.
Me acurruque más cerca de Ian y él me rodeo con el brazo. Estaba a punto de quedarme dormida otra vez, cuando tocaron a la puerta. Ian no se movió, así que traté de ignorarlo, pero volvieron a tocar, no me quedó más que levantarme, me puse mi bata y fui a abrir.
Debo decir que no me sorprendió mucho el verte del otro lado de la puerta, me miraste de pies a cabeza y sonreíste.
--Hannah, es la una de la tarde y tú estás en bata. Al parecer tuviste una mala noche.
Ignore todo lo que dijiste.
--¿Qué quieres Alex? – miré por encima de mi hombro para ver si Ian no se había despertado, pero no había señales de que así fuera.
--¿Puedo pasar? – preguntaste mirando hacia adentro.
--No. – dije firmemente. --¿A qué viniste?
--Hannah, quiero que sepas que cuentas conmigo para lo que quieras. Solo tienes que llamarme. – dijiste y trataste de tomar mi mano, pero la aleje.
--Créeme, Alexander, cuando te digo que, si algún día llegó a necesitar algo de alguien, ni siquiera estarás en mi lista de contactos. Por qué no te ahorras el numerito de quererte hacer pasar por mi amigo y te vas de mi casa.
--Hannah, solo trato de ayudarte. Sé que no estás pasando por un buen momento y todo lo que quiero es ayudarte. – disté un paso hacia mí y yo di dos hacia atrás.
--Lo único que quiero ahora de ti, es no verte. ¡Así que vete! – volviste a caminar hacia mí y en tres pasos ya estabas dentro de mi casa. Sentí una punzada en el estómago. Era asco. De todo lo que habíamos pasado, de todo lo que te había amado, de todo lo que te lloré, de todo lo que sentía y algún día llegué a sentir por ti, ahora solo sentía asco, asco de tu persona, de la persona que en realidad eres.
--Quiero que te vayas de mi casa ahora. O llamaré …
--A quién, a la policía? Creo que necesitas un teléfono para eso. – dijiste muy decidido y dando unos pasos más hacia mí.
--No, no necesito de la policía para sacarte de mi casa y no creo que sea necesario llegar a ese extremo. ¿Por qué mejor no te vas voluntariamente? Y nos ahorramos todo el teatro que pretendes armar.
--No me voy a ir, Hannah. Yo sé que todavía me quieres, sé que aún me deseas, sé que aun anhelas que estemos juntos, sé que me amas. Y yo te amo, así que podemos estar juntos. Nos casaremos si es lo que quieres.
--Vete de mi casa, Alexander. – me ignoraste y te acercaste a mí, traté de alejarme, pero antes de que pudiera hacerlo, me tomaste de las muñecas y me acercaste a ti. Luche por soltarme, pero tu solo apretaste más tu agarre hasta el punto de lastimarme.
En un vano intento de defenderme, logre que me lastimaras más, rodó una lagrima por mi mejilla, y no era por el dolor que estaba sintiendo en mis muñecas, sino por el hecho de saber en la persona que te habías convertido por tu maldito ego.
--Ian… -- trate de gritar, pero apenas si salió un susurro.
--No! – gritaste – No, maldita sea. Soy Alexander, Alex. No el estúpido de Ian. ¡Di mi nombre!
Estaba a punto de decir algo cuando Ian te hizo caer por el puñetazo que te dio en la cara.
Ian me abrazó y me revisó.
--¿Te encuentras bien, cariño? – preguntó asustado. Trate de responder, pero todo lo que podía hacer era llorar, así que solo asentí y lo abrace.
Desde el piso mirabas a Ian como si no creyeras que estuviera ahí, así que supuse que creíste que estaba sola, te enteraste del pleito en la oficina y creíste que Ian y yo no estaríamos juntos. Es por eso que viniste a mi casa con la intención de “consolarme”.
Ian se alejó de mí, hizo que te levantaras y te llevó a rastras a la salida, empujándote fuera.
--Espero que seas un buen abogado como presumes ser, Donovan. Porque yo lo soy y voy a hacer que pagues por esto.
Tu sonreíste, me miraste y me hiciste un guiño.