Era el chico de ojos azules.
Cuando vio que lo miraba sonrió de oreja a oreja.
Estaba sentado a tres mesas de nosotras, había otros cuatro hombres, que al igual que él, llevaban traje.
Y pensé, ¿en que trabajara?
"Por favor que no sea abogado"
Aparte la mirada para encontrarme con la de mamá, que tenía esa mirada de que estaba tramando algo.
-¿Qué? -pregunté, aunque no estaba segura de si quería escuchar la respuesta.
-No le sonreiste... -dijo haciendo un puchero.
-No lo conozco -le dí otro trago a mi copa.
-Deberías ir a darle las gracias
-Eso no pasará, Catoline. - fruncio el entrecejo y luego sonrió.
-Vuelve a llamarme por mi nombre y voy a caminar hasta el chico para darle tu número de teléfono. -le dio un trago a su copa pero no me quito la mirada de encima.
-No te atreverías - sonrió y levantó una ceja, como diciendo "pruebame" . No lo hice.
-Podemos irnos ya? -dije molesta
-No has probado el postre -se quejó
-No lo quiero, yo no lo pedí
-Hannah, no seas grosera -me dijo con voz chillona. Me recargue en el respaldo cruzando los brazos, en una pose para nada femenina, sabía que eso la molestaría, la miré fijamente.
Suspiró y levantó una mano para llamar al mesero, el cual se acercó de inmediato.
-Se les ofrece algo? - preguntó sonriendo.
-La cuenta. Y me podrías poner el postre para llevar, por favor.
-Por supuesto -tomó el plato con el postre y se retiró.
-Mamá, yo no quiero el postre.
-No importa, no puedes ser tan grosera. Así no conseguirás otro novio.
-¿Y quién dijo que siquiera quiero uno? -pregunté molesta y ofendida. Prácticamente mamá estaba insinuando que no podía conseguir un novio. Podía conseguirlo cuando yo quiera. Pero no ahora. No es que no pudiera, es que no quería.
-No seas infantil, Hannah -dijo y miró al chico de ojos azules, el cual nos estaba mirando con ojos divertidos, mamá sonrió y levantó su copa hacía él.
Tierra tragame.
Llegó el mesero y me entregó una bolsa de papel donde, supuse, venía el postre.
-Señoras, la cuenta ya ha sido pagada por el mismo joven que envió el postre. -dijo el mesero sonriendo abiertamente como si nos acabará de dar la mejor noticia de nuestras vidas.
Pero yo no estaba para nada feliz. Ahora sí, esto había sido el colmo. Este chico estaba cruzando la línea, me levanté y fui directo a su mesa con mamá pisandome los talones.
-Hannah, cariño, ¿qué vas a hacer? - dijo hablando bajo para que las demás personas no escucharan. La ignoré.
Cuando llegué a la mesa, cinco pares de ojos me miraron fijamente, el chico de ojos azules me miraba con curiosidad y satisfacción a la vez, mi valentía se acabo y me quedé muda. Mamá se dio cuenta y habló.
-Queríamos agradecerle por la comida, joven...
-Mikaelson - dijo sonriendo, estaba apunto de decir algo más, cuando recordé como hablar y por qué estaba molesta.
-Sr. Mikaelson, será posible que me regale unos minutos en privado, por favor. -dije lo mas educadamente que pude y le sonreí a los cuatro hombres que me miraban de mala gana, era obvio que había interrumpido algo importante, sin embargo, los ignoré.
-Por supuesto -dijo el chico levantándose, se abrochó el botón del saco y se giró hacía los hombres -me disculpan un momento, señores -lo cuatro hombres asintieron y salimos del restaurante.
-¿Qué es lo que pretendes? - pregunté en cuanto lo tuve de frente. Me miro con esos curiosos y preciosos ojos azules y sentí que me temblaron las piernas y fue extraño porque solo tú habías tenido ese efecto en mí, me aclaré la garganta y le sostuve la mirada. Lo que fue difícil, porque sentí que estaba viendo a través de mí. Sentí que me desnudaba el alma.