LOS MIKAELSON

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Me sentía muy bien, más que bien. Decirle sus verdades a Sandra ea lo mejor que he hecho en mucho, por un momento creí que nos agarrariamos a golpes. Por suerte no llegamos a eso. Estaba en la esquina del restaurante esperando un taxi, me sorprendió que Sandra no me siguiera pero lo agradecía, la valentía se me estaba acabando. Timbro mi celular y hice malabares para que no se me cayera, miré la pantalla y vi que era Ian. El mensaje que le mande hace un rato era para decirle que había quedado con Sandra, al parecer a penas lo había visto.
Conteste.
-- ¿Qué hiciste qué? -- preguntó, no enojado pero si algo alterado.
--Hola, cariño. -- fue mi respuesta. No me interesaba si estaba enfadado porque le haya dicho unas cuantas cosas a su " amiguita" no era forma de hablarme.
Escuché como soltaba el aire, se quedó un segundo en silencio.
--Hannah, me vas a volver loco. -- dijo en un suspiro.
-- Espero que de amor. -- dije mientras me subía a un taxi y le daba la dirección de la oficina de Ian.
--Dónde estás, voy a recogerte.
-- No es necesario, voy en un taxi.
-- ¿Qué le dijiste? -- preguntó ésta vez más calmado y creo que con una pizca de gracia.
-- Nada malo, cariño, eso lo prometo.
--Hannah... -- dijo en tono acusador.
-- Es en serio. Fui muy educada, ella no tanto pero me contuve y me porte bien. -- el taxista paró afuera del edificio Mikaelson. Cuando entré salude a la recepcionista con un movimiento de cabeza y una sonrisa, después me subí al elevador.
--¿Fue grosera contigo? -- escuché un resoplido. Llegué a su oficina, Fátima me hizo una seña con la mano de que no había problema en que pasara. Cuando entré Ian estaba de pie a un lado de su escritorio mirando por la ventana con una mano al teléfono y con la otra dándose un masaje en la nuca. Sonreí.
--Espero no ser la causa de tu estrés. -- dije con voz dulce. Ian se giró y al verme abrió mucho los ojos. Y entonces entendí que debía arreglarme más a menudo. Ian siempre me decía que me veía preciosa aún cuando estuviera en pijama pero su mirada en estos momentos me decía otra cosa.
--Hannah...
-- Hola. -- dije mientras guardaba mi celular en la bolsa.
--Te ves preciosa. -- dijo mientras dejaba su celular en el escritorio y se acercaba a mí. Cerró la puerta con seguro, estaba a punto de decirle algo cuando atrapó mi boca con la suya después me tomó de las piernas y me alzó para que abrazara su cintura con ellas, caminó hacia el sofá y sentó de modo que quedé a horcajadaa sobre él. Me sorprendió un poco este recibimiento, yo creí que iba a estar molesto conmigo. Pero al parecer está muy feliz.
Sus manos empezaron un recorrido por todo mi cuerpo, acariciando mis piernas, mi cintura terminando en mi rostro y después repetían el camino hacia abajo. Los besos cada vez eran más y más largos. Empezó a acariciar mi espalda y se detuvo en el cierre, lo bajó lentamente, deslizó un dedo por mi espina dorsal que hizo que me estremeciera, me quitó el vestido hasta la cintura dejándome semidesnuda de la cintura hacia arriba, comenzó a besar mi cuello cuando tocaron a la puerta, di un respingo pero Ian siguió basándome, volvieron a tocar y esta vez más fuerte.
-- Ian... -- comencé a decir pero él volvió a callarme con un beso. Tocaron más fuerte y escuche la voz de la persona a quien no quería ver ahora o mejor dicho, nunca.
Ian recargó su cabeza en mi pecho y suspiró, se levantó y a mí con él, me dejó con cuidado en el sofá y me dio un casto beso en los labios antes de ir a abrir. En cuanto se alejó de mí comencé a ponerme el vestido de nuevo pero no pude subirme el cierre. Ian abrió un poco la puerta pero Sandra la abrió toda de golpe y lo que sea que iba a decir murió en sus labios.
--¿Qué demonios haces, Sandra? -- gritó Ian con una pizca de enojo en su voz. Sandra no me quitaba la mirada de encima, yo trataba de detener el vestido en su lugar con mis manos.
--¿Qué significa esto? -- preguntó ella como si mereciera una explicación. Ian la ignoró y se acercó a mí, me subió el cierre y como hecho a propósito me acomodó el cabello y me dio un beso en la punta de la nariz.
-- Sandra, como veras llegas en mal momento. Si quieres puedes agendar una cita con Fátima. -- dijo Ian, mientras me tomaba de la mano y me conducía a su silla detrás del escritorio y me sentaba en una de sus piernas. Sandra boqueo varias veces como un pez cuando es sacado del agua. Yo estaba atónita tanto que me quedé muda.
-- Tengo que hablar contigo, Ian. -- dijo conteniendo su voz. Estaba atenta a la mano de Ian que subía y bajaba por mi costado y desaparecía en mi pierna.
-- Ahora no es buen momento. -- dijo Ian con voz muy serena.
-- Es que no entiendes! Está mujer me citó en un restaurante para insultarme! -- gritó señalandome.
-- Está mujer se llama Hannah y es mi novia y te pido que la respetes. Además ella ya me puso al tanto de su conversación, así que no tiene caso que hablemos. Si no tienes otra cosa que decir, ¿podrías dejarnos solos, por favor?
--Ian... -- dijo ella
-- Adiós, Sandra. -- Ian habló con su voz de jefe.
Ella salió dándome una última mirada dejándome en claro que no le caía bien, nada bien. Azotó la puerta cuando se fue.
--¿Estás contenta? -- preguntó Ian. Me quedé callada un segundo.
--¿Qué quieres decir con eso? -- intenté levantarme pero no me dejó. 
-- Ya tiene claro que mi relación tiene prioridad.
-- Yo nunca te pedí que hicieras esto.-- volví a intentar pararme pero de nuevo no me dejó.
Genial.
Se avecina una pelea.

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