Capítulo 9: Corazones latiendo.

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Yibo daba vueltas y vueltas en la cama. No paraba de mirar su reloj de pulsera mientras las voces de sus padres no cesaban y, cuando lo hacían, poco después comenzaban de nuevo.

Rodaba los ojos y suspiraba pesadamente moviéndose sin parar preguntándose cuando se dormirían y le dejarían escaparse. ¿Por qué habían cogido tanta conversación esa noche? ¿No podrían mejor hablar sobre lo que sea que fuera por la mañana?

La ventana estaba abierta y el visillo blanco era impulsado por el viento de olor a sal marina. Escondió su labio inferior en el superior y decidió asomarse. Con sus pies descalzos y con cuidado fue hacia el hueco que separaba el interior con el exterior y la luz propia del cielo le hizo ver esa figura tan especial para él en la arena. Él estaba allí.

Por fin el murmullo de los mayores dejó de oírse y, al acercarse a la puerta de su cuarto y abrirla para echar un vistazo al pasillo, encontró que todo estaba completamente oscuro. Salió y fue al piso de abajo para salir pero sus planes se vieron truncados por culpa de algo de lo que nunca tuvo que preocuparse.

- Las llaves - se lamentó en voz baja.

Las buscó por toda la planta fracasando en sus intentos, miró hasta debajo de los cojines del sofá pero nada. Luego recordó una frase que dijo su padre poco antes junto con el tintineo de esos pequeños metales que se convirtieron en un grave problema.

"Las dejaré aquí"

- En su cuarto... - susurró rascándose la cabeza con decepción.

Volvió a subir y se coló en la habitación de sus padres. El hombre roncaba fuertemente con una pierna fuera de la cama y su madre le daba la espalda mirando hacia la pared contraria con una respiración lenta y tranquila.

No podía ver casi nada, solo lo que los rayos de Luna quería alumbrarle, y se le estaba complicando la tarea ya que no podría distinguir ese objeto tan pequeño entre toda la maraña negra que era el cuarto.

De repente, al dar un paso la tabla del suelo chirrió y su padre empezó a toser como si estuviera despierto. Antes ni siquiera de comprobar si seguía dormido o no, salió de allí y regresó a su dormitorio con desagrado. ¿Ahora qué haría?

Otra idea se le ocurrió y con suma rapidez se asomó a la ventana viendo si Zhan continuaba allí. Para su suerte lo estaba y lo mejor es que miraba en su dirección.

Le hizo señas con los brazos para que se acercara a la casa, que necesitaría su ayuda. El pelinegro no entendió lo de echarle una mano pero si captó el mensaje de que fuera. Caminó por la playa hasta llegar a la vivienda y se paró frente a ella sin saber exactamente que hacer.

- Gege - le hablaron desde algún lado.

- Didi, ¿dónde estás?

- En la ventana.

El mayor siguió su voz hasta un lateral de la casa no muy lejos de donde estaba y vio a su amigo dentro mirándole desde el otro lado del hueco abierto.

- ¿Qué estás haciendo? - le preguntó cuando entendió que su objetivo era salir por allí.

- Han cerrado la puerta con llave - se esforzaba por caber entre el marco y el cristal.

- Ten cuidado.

Zhan le ayudó tirando de él hacia fuera. Daban gracias a que el menor era delgado y algo pequeño para su edad.

Por una mala colocación del cuerpo y por la fuerza que hicieron para que saliera, Yibo acabó cayéndose y aterrizó sobre el pecho del contrario quien gimió de dolor por el golpe.

𝐴𝑙 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎 𝑎𝑙 𝑆𝑜𝑙 /Zhanyi/Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora