- Extrañaba esto - dijo Yibo apoyando su cabeza en el hombro del contrario mientras miraba el mar.
- Yo también - sonrió.
Habían pasado unas horas desde que estaban en la playa. Ya no había ninguna clase de mentiras entre los dos, ya todo se había explicado correctamente y de manera concisa, o al menos eso parecía. Para Yibo, lo único que quedaba en sus corazones era un amor puro que deseaba superar cualquier barrera que le pusieran por delante sin importar lo alta o dura que fuera. Lo mismo se podría decir de Zhan, aunque este seguía teniendo miedo de algo.
Se levantaba un agradable viento que se llevaba el calor del verano hacia algún lugar lejano, más no podía enfriar la calidez de sus corazones que bombeaban al unísono y al mismo compás. Entre ambos tocaban una melodía armoniosa y perfecta, a oídos de cualquiera que la escuchara, aunque fuera silenciosa y solo sus cuerpos la notaran.
- El año que viene cumples dieciocho años - comentó el pelinegro.
- Lo sé. Estoy un poco nervioso, pero tampoco tanto como creía y me dijeron.
- ¿Y por qué deberías estar nervioso?
- Por muchas cosas: me hago mayor de edad, empiezo la universidad, me independizaré...
- ¿Independizar?
- Mm. A-Li ya está buscando un piso donde quedarnos y todo.
- ¿Te irás muy lejos? - preguntó con algo de tristeza.
- No, la universidad está en la ciudad de al lado. Más o menos a una hora en coche por la autopista.
- Ah, me alegro - intentó esconder una sonrisa vista por el castaño.
- Además, no te preocupes por eso. Recuerda que esta casa es mía - la señaló. - Así que estaré aquí sin falta cada 5 de agosto, como prometimos de pequeños.
Yibo sonrió con un brillo especial en sus pupilas que dejó embobado a su novio. El mayor no podía creer que fuera tan afortunado. Por un lado odiaba su maldición ya que no podía ser libre pero, por el otro, agradecía a la bruja que lo hubiera hecho. Si no estuviera hechizado, nunca habría conocido a ese chico que ahora estaba frente a él.
Zhan se acercó lentamente al contrario sin dejar de mirarle a los ojos. Colocó su mano tras su cuello incitando al menor a hacerlo también hasta que sus labios se rozaron. El beso era simplemente delicado y calmado; dulce como el algodón de azúcar que tanto le gustaba comer al castaño en la feria.
El pelinegro, quién fue el primero en besarlo, fue también el primero en separarse. La mirada de cariño que le dedicó el menor le afectó tanto que no pudo retener sus lágrimas mientras que el terror volvía a él. Respiró fuerte por la nariz para que estas se marcharan pero ya era tarde, sus mejillas ya se estaban mojando debido a ellas.
- No llores - le abrazó.
- Lo siento, no puedo evitarlo. Solo... ojalá... ojalá nosotros...
- ¿Nosotros qué? - preguntó con tranquilidad.
- Ojalá nosotros pudiéramos estar así siempre. Me gustaría estar así por siempre contigo.
- Lo estaremos, estaremos juntos aunque no nos veamos. Tú estás conmigo y yo estoy contigo.
- Pero el tiempo no lo quiere.
El menor se separó y apretó sus mejillas con sus manos.
- Cómo decía mi abuela: "Que se joda el tiempo" - ambos rieron levemente. - No le des importancia, lo fundamental es que nos queremos. No nos veremos mucho pero aún así te quiero, y siempre te querré.
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𝐴𝑙 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎 𝑎𝑙 𝑆𝑜𝑙 /Zhanyi/Terminada
Hayran Kurgu- Te esperaré bajo la luz de la Luna y junto a la quietud del mar. Ya tenga que esperar años o siglos para volver a verte, aquí estaré. - No puedo permitir que hagas eso. Debes seguir con tu vida. - No tengo vida sin ti. - Lo nuestro es imposible...