Capítulo 28: Felicidad.

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- ¡Bieeenn!

El niño gritaba a pleno pulmón y corría por la planta principal sin importar llevarse varias sillas y cosas por delante.

- Para, que me destrozas la casa - le advirtió el mayor.

- ¡No puedo! ¡Van a tener un bebé!

Por mucho que se le advirtiera o le reprendiera, no hacía ningún caso así que el hombre decidió esperar a que se relajase solo. Al cabo de unos minutos, el pequeño volvió a sentarse en el sofá a su lado jadeando de tanto esfuerzo.

- ¿Ya has terminado? - preguntó con sus cejas alzadas.

- Sí.

- Menos mal.

- Tengo una pregunta - dijo de repente.

- Todavía no he terminado la historia, seguramente lo sabrás después.

- No, no. No es de la historia.

- ¿Entonces cuál es?

El menor se rascó la barbilla y miró directamente al hombre.

- ¿De dónde vienen los bebés?

El contrario tragó saliva y abrió sus ojos a más no poder. ¿Qué debía contestar?

- Ehh... bueno.

- A ver, sé que vienen de la pancita de las madres... y a veces de los padres, pero no sé cómo se metieron allí. ¿Cómo lo hicieron? ¿Se los comieron?

- Buena pregunta. ¿Sabes? Es tan buena que lo mejor es que se la comentes a tus padres cuando vengan a por ti esta tarde - le sonrió.

- Pero quiero saberlo ahora.

- Es una larga historia y no puedo contarte dos a la vez, así que elige. ¿Te cuento lo de los bebés o la de los chicos?

- La de ellos - respondió sin dudar.

- Así me gusta.

Disimuladamente el mayor suspiró tras quitarse todo ese peso de encima. No creía que el niño estuviera preparado para escuchar todo aquello y su mente no se sentía con los ánimos de inventarse una mentira, sobretodo cuando la de la cigüeña ya no funcionaba.

- Hablando de bebés, ¿cómo fueron los meses de embarazo? - cruzó las piernas sobre el sofá y lo miró.

- Esos meses fueron... dispares. El chico se quedó en casa de sus padres ya que ellos no querían que viviera tan lejos en la costa. Además debía ir periódicamente al hospital para sus revisiones por lo que era beneficioso que estuviera en la ciudad. A-Li los iba a visitar siempre que podía, lo cual eran los siete días de la semana.

- ¿No qué tenía trabajo?

- Lo tenía pero al salir iba a verlo. Siempre le llevaba algún capricho que le pidiera, ella decía: "Todo por mi sobrino" y, aunque tuviera que comprar veinte kilos de chocolate, helado o cualquier otra cosa más, lo hacía.

- Es muy buena.

- ¿Ya no está loca? - preguntó de guasa.

- Sigue estando loca pero es buena persona.

- Mm. Estoy completamente de acuerdo.

- ¿Y su trabajo?

- ¿El del muchacho?

- ¿Le despidieron por el embarazo?

- No, le dieron de baja.

- ¿De baja? - su expresión denotaba su confusión.

𝐴𝑙 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎 𝑎𝑙 𝑆𝑜𝑙 /Zhanyi/Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora