Capítulo 33: ¿Quiénes eran ellos?

512 111 57
                                    

El salón de la casa era llenado por un puro silencio, ni los coches que pasaban por la calle ni el sonido tan cotidiano de la ciudad podían hacer que este se marchara.

El niño quería hablar y preguntar muchas cosas pero su garganta no se lo permitía. Si decía cualquier palabra sabía que se pondría a llorar. La tristeza en el ambiente era demasiada, casi insoportable.

Su corazón se encogía con fuerza y su cara hacía movimientos típicos de estar aguantando el llanto. Era difícil, muy difícil pero sin embargo necesitaba decirlo, el asunto no podía quedarse allí y, ante el silencio del mayor, tuvo la necesidad de preguntar.

- No... no es... el... el final, ¿verdad?

- Sí, sí lo es - dijo con delicadeza al ver que estaba afectado.

- Pero... no puede... ¡no puede irse así! - reclamó llorando.

- Pues así fue.

- No me gusta. ¡No me gusta este final! - golpeó con sus puños el cojín que estaba en su regazo.

- La historia es así, no se puede cambiar el final solo porque no te guste.

- Pero... no merecían... eso. Ellos deberían estar juntos.

Una lágrima bajó por su mejilla de piel blanca con dirección a su mentón donde se reuniría con las otras, sin embargo no llegó a su destino porque el hombre la secó a mitad de camino. Le acarició el pelo para consolarlo pero el pequeño necesitaba más que eso, así que lo abrazó llorando en su pecho.

- Tranquilo, ya - le hablaba dulcemente.

Los gritos ahogados del menor cesaron de a poco hasta que solo quedaron sollozos. El mayor esperaba que dejaran el tema aparcado ya que pensaba que el contrario no quería hablar más de ello pero, por el contrario, parecía muy interesado todavía en que le contara más.

- Entonces... - sorbió la nariz - ... ¿ya no lo volvieron a ver?

- No, no lo vieron más a partir de esa noche.

- Fue muy duro para él, ¿cierto? - sintió que volvería a llorar aunque no le quedaran lágrimas.

- Bastante, incluso estuvo sin salir de su habitación durante semanas casi sin comer nada. Solamente en las noches se le podía escuchar llorando junto a la ventana desde donde se veía la playa y la Luna.

- ¿Y el bebé?

- Estuvo bien, muy triste pero bien. Al menos tenía a A-Li y sus abuelos para hacerle reír, aunque si querían quitarle el colgante, este se negaba y lo apretaba en sus manos como un tesoro.

- Yo habría hecho lo mismo.

- Mm.

- ¿Qué pasó después?

- El chico se recuperó poco a poco, cada vez se le veía más fuera del cuarto y hablaba más. Lo que nadie supo es que cada 5 de agosto él volvía a la playa esperando a alguien que no vendría.

- ¿Cada año?

- Cada año, durante once años.

- ¿Once años? ¿Se hartó de esperar?

- No, se alejó de allí por otra causa. Hasta ese momento vivió con su hijo y a veces con la visita de su amiga y su familia en la casa de la playa. Aunque tenía que conducir bastante cada mañana para llevar a su hijo al colegio, no le importaba. Sin embargo todo cambió cuando tuvo que ir al instituto, los estudios no le permitían recorrer esa larga distancia por lo que se quedaron en casa de sus abuelos. Ese fue el punto que le hizo pensar en que debía distanciarse e intentar seguir con su vida con solo su recuerdo, así que dejó de ir a la casita.

𝐴𝑙 𝑖𝑔𝑢𝑎𝑙 𝑞𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝑒𝑠𝑝𝑒𝑟𝑎 𝑎𝑙 𝑆𝑜𝑙 /Zhanyi/Terminada Donde viven las historias. Descúbrelo ahora