El Halcón Dorado |GoT|

10. La culpa, el narciso y los deseos

El corazón le dejó de funcionar, o eso creyó Artys, ya que desde el momento en que la imagen de Bran, en el suelo, apareció ante sus ojos, todo se detuvo. Sus pulmones también decidieron dejar de realizar sus funciones, por un momento no cogieron ni expulsaron aire. Del mismo modo, su cabeza perdió todo sentido de la realidad, ¿en qué tipo de pesadilla se encontraba? Normalmente en sus sueños era él quien estaba preso, entre fuego y hielo, expuesto a situaciones y lugares desconocidos, sin embargo quien ahora parecía ser la víctima de su subconsciente, era Bran. Pero no era su imaginación, el pequeño lobo estaba allí, inerte. Todo esto invadió la cabeza del halcón en apenas dos segundos.

Jon y Artys corrieron como nunca lo habían hecho, gritaron como nunca habían esperado que lo harían y rezaron aún sin saber si algún ser superior los oiría.

Les pareció una eternidad los pocos metros que había entre ellos y el niño, se lanzaron hacia él, con la ingenua esperanza de que de un momento a otro elevara la cabeza y les dijera que únicamente había decidido tumbarse un rato.

Verano ladraba y corría alrededor de ellos, seguramente creyendo que con la simple presencia de los mayores, su amigo humano se repondría, y no era el único, desde los cielos Ícaro observaba, recordando el fatídico día en el que él también estuvo a punto de perder a su humano favorito.

—Bran...—susurró Artys casi sin voz, sus cuerdas vocales, que hasta hace poco se jactaban de bromear, ahora no podían articular palabra sin quebrarse. Acercó su oreja al pecho del pequeño, constatando que su corazón aún latía.

— ¡Jon! ¡Ve a buscar al maestre Luwin! Lo llevaré a su habitación. —Jon se mantuvo estático, paralizado ante la imagen de su hermano, a quien hace unas horas había visto en perfecto estado. — ¡JON! ¡EL MAESTRE, RAPIDO! —salió tal gritó de su garganta que Jon se sobresaltó, pegó un bote y fue directo al castillo.

Artys agarró a Bran con sumo cuidado, lo último que quería era empeorar la situación. En ese momento fue cuando los habitantes de Invernalia empezaron a percatarse de lo sucedido. Soldados, criadas, mozos...todos miraban como Lord Arryn corría con el joven Stark inconsciente, murmullos, rumores y todo tipo de especulaciones empezaron a correr. 

Algunos se acercaban a Artys con la intención de ayudar, pero él estaba tan pendiente de llegar lo antes posible a la alcoba de su primo, que ni siquiera logro entender lo que le decían aquellos que se cruzaba por el camino.

Dejó a Bran en su cama, depositando un beso en su frente, poco antes de que el maestre entrara y les pidiera al halcón y al Nieve que lo dejaran a solas con él. 

— ¿¡Que ha pasado!? —exclamó angustiada Lady Stark. —He oído que Bran se ha caído. ¿¡Que ha pasado!? ¿¡Y mi hijo?! —gritó presa de los nervios a los presentes, Jon, Artys, Hodor (el cual los había seguido desde el patio), un par de sirvientes y Ser Rodrick (Artys no sabía desde cuando estaba allí).

—Lady Stark...—intentó hablar Jon.

— ¡No quiero oírte! A ti menos que a nadie. —soltó Catelyn llena de rabia.

—Mi señora...—iba a tranquilizarla Ser Rodrick.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Arya, quien acababa de aparecer por el pasillo, había oído los gritos de su madre desde otra habitación, una en la cual se estaba escondiendo de la Septa Mordane.

Gritos, gritos y más gritos, poco a poco empezó a aparecer más gente, entre ellos Ned y Robb, que habían vuelto de la cacería con el rey Robert.

Mientras su familia discutía sobre qué había pasado, mientras se consolaba a los más pequeños y mientras que todos miraban que a Lady Stark no le diera un ataque por los nervios, Artys seguía apoyado en la pared, con la mirada fija y la mente perdida. Solo se imaginaba una escena, a Bran cayendo de la torre, a Bran apoyando mal el pie, o la mano, y cayendo, y golpeándose contra el suelo. Se imaginaba la cara del pequeño al comprender que iba directo al suelo, también pensaba en el dolor que debería haber sentido...en el que sentía en ese instante.