Once

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La habitación era oscura y fría, mi cuerpo fue lanzado al suelo junto con los otros. Éramos un costal de papas, apilados uno encima del otro, con la diferencia de que nosotros si estábamos vivos.

Seguía adormecido por lo que sea que me habían dado. Había un profundo cosquilleo que me recorría las palmas de mis manos. Incluso la lengua, había demasiada saliva en mi boca como para hablar, respiraba con tranquilidad con la mejilla derecha pegada al frío suelo de madera en una habitación oscura. La única luz provenía de una ventana que daba al corredor, había una cortina, pero dejaba entrar suficiente luz para ver al resto de los chicos que estaban en la habitación. Unos de ellos tirados como lo estaba yo, otros más se apoyaban con los codos y los brazos para mover sus cuerpos hacia las orillas de la habitación y dejar sus cuerpos contra el muro.

Quizá lo que se alojaba en mi garganta y en mi boca no era exceso de saliva, era la sangre que brotaba de mí lengua. Pasó un buen rato para que el sabor me despertara, escupí con dificultad el hilo de sangre. No era el único que estaba ahogándose en su propia miseria.

Me moví arrastrando mi cuerpo a través del suelo y del resto de cuerpos a mi alrededor. Me moví apoyando mis brazos hasta el chico moribundo del final. Se arqueo, se agito y tosió con los pulmones tratando de que el aire entrara por alguna parte.

Lo empuje hacia su costado, moví su cabeza y el vómito salió de él para liberarlo. Tenía la ceja abierta, el sudor se mezclaba con la sangre y su cara brillaba como una charola bajo el débil manto de luz. Se trataba del chico que había tratado de escapar.

Arranque un trozo de su camisa hecha añicos y limpie su boca para quitar el resto del vómito. Su mano se cerró en la mía y me detuvo.

― ¿Qué diablos estás haciendo? ―soltó con una bola de flemas atorada en su garganta. Apenas perceptible.

―Te estoy ayudando, o no lo ves.

―¿Por qué?

―Dijeron que trataste de escapar dos veces, quizá puedas sacarnos de aquí ―Eche un vistazo a la sombra que se vio a través de la ventana.

―Hace un momento escuché que te ibas convertir en el perrito de esos idiotas, y ahora quieres escapar, ¿estás loco? ―soltó. Tenía la voz famélica.

―Por supuesto que si, ellos tienen que llevarme hacia mi amigo, y luego tu puedes sacarnos de aquí. No está demás que crean que estoy de su lado, aunque ellos no se lo traguen del todo ―le dije.

Escupí una vez más la sangre que se había acumulado en mi boca. Me limpie con el dorso de la mano y me empuje hacia atrás, hacia el muro de la izquierda.

―No se donde deba estar tu amigo, pero nosotros ya no estaremos aquí para mañana. ¿Escuchaste lo que dijeron? Van a llevarnos al refugio, he estado ahí ―Suspiro―. Van a llevarnos a un maldito refugio. Escape de ahí hace un año, un maldito año libre hasta que me volvieron a atrapar…

―¿Qué es un puto refugio? ―le pregunté.

―La única manera de salir de ese sitio, es muerto o haberse convertido en un asesino…

―¿Qué estás diciendo?

―Creyeron que estaba muerto. Dejaron mi cuerpo a unos ocho kilómetros entre el bosque. Pasaron dos días hasta que pude despertar de la golpiza que me dieron ―escupió hacia su costado, en dirección al charco de vómito―. No vas a un parque de diversiones. Te aseguro que querrás estar muerto.

En mi, no en ti #3 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora