Catorce

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Eran las seis de la mañana cuando baje al restaurante por una taza de café.

Repase las pistas que teníamos para ir armando algún tipo de plan. Además de que no podía seguir tratando de dormir, debía mantener la mente ocupada y si era en esto mucho mejor. Necesitaba terminar con esto lo antes posible.

Adam Miller trabajaba en una corporación que vendía seguros por teléfono en el extranjero durante medio día. El resto lo pasaba en un apartamento en un edificio a las orillas de la ciudad. Cenaba en una cafetería al final de la calle y al parecer era un Hacker experimentado que había salido de los Estados Unidos huyendo de algo que había hecho. No había demasiados detalles de eso ni de lo que ese hombre podría brindarnos pero ya podía imaginar para que quería a alguien como él. Tenía un perfil bajo aquí en Turquía, no parecía meterse en problemas, pero sabía como manipular las computadoras y esas cosas.

No era demasiado difícil saber que podíamos esperar fuera de su edificio cuando saliera a cenar y capturarlo sin problemas. O seguirlo hasta su apartamento y entrar en él. Cualquiera de las opciones era válida.

Las fotos que teníamos eran sacadas desde cámaras de seguridad de las cercanías y no era de una excelente calidad. Supongo que debíamos ir hacia el sitio para reconocerlo y ubicarlo antes de capturar al sujeto equivocado.

El café era bueno, llevaba dos tazas de este cuando Brayden cruzo las puertas de cristal del restaurante. Llevan las manos en el interior de su chaqueta y echo un vistazo a todas partes, luego me miro sentado en una de las mesas, se acercó hacia mí.

―Fui a buscarte esta mañana, pero no respondiste y creí que seguías dormido ―hablo antes de sentarse.

Le hizo una señal al barista para pedir una taza de té. Comenzó a hojear las pequeñas notas que tenía sobre la mesa, me miró y espero por mi, pero no tenía nada que decirle.

―Es una gran idea. Podemos ir hasta su edificio para tomar el tiempo que tarda en ir y volver de la cafetería.

Asentí que entendía.

―Se que estas molesto conmigo y no entiendo por qué. Creí que si salíamos de ese lugar pasaríamos más tiempo juntos…

―Hable con mi madre anoche, después de que llegamos. Ella esta devastada y Albish estaba ahí. Estoy tratando de entender que tome la decisión correcta al quedarme, no por ti o por Albish, comienzo a pensar en que mi vida no debería girar en torno a una persona cuando esa persona ya me ha fallado ―le dije.

―¿Qué significa?

―Creo que deberíamos esperar a que al menos salgamos de esto, sanos y salvos ―Bebí de mi café. Sus ojos me recorrieron la mirada sorprendido―. Escucha, la muerte sigue viniendo por mí o por los que amo y no termina de una maldita vez.

―Jonathan. Estas molesto, lo sé, y yo he sido una verdadera carga para ti, creo que podemos hacer algo al respecto…

―No confío en ti ―No lo había visto de esa manera, y era cierto. Había salido de Mar huyendo de las personas que tratan de matarlo y luego descubrí que era por que tenía algo que había robado, a Albish y a mi padre, esa maldita lista por la que habían secuestrado a mi madre. Luego, cuando nos capturaron y me llevaron a ese lugar lo encontré muy despreocupado, riendo con sus otros compañeros. Supongo que debí haber huido cuando pude en lugar de tener este arrepentimiento.

Su expresión cambió de inmediato, sus ojos se crisparon y se mordió los labios pensativo. Luego bajo hacia su taza en silencio.

Nos movimos en auto hacia la empresa a la cual trabajaba ese hombre. Debíamos medir tiempos y verificar los lugares por los que se movía cuando se dirigía a su trabajo, el transporte que utilizaba tanto en ida y vuelta y como se veía físicamente.

El auto estaba aparcado en una esquina de un amplio estacionamiento frente a la empresa en la que trabajaba. Era amplia con dos grandes edificios al centro y una entrada bien vigilada por eso del robo de información. No cualquier persona podía entrar en ese lugar a menos que tuvieras tu Gafete y un acceso electrónico a la vista.

El café negro se había vuelto mi mejor amigo en esta situación, me mantenía despierto y alerta. El líquido caliente me confortaba cada vez que bajaba por mi garganta.

Dentro del auto, estábamos, la mujer que nos había recibido al llegar aquí y yo. James y Stanley habían ido hacia su domicilio para ver si podían entrar y colocar algunas cámaras de seguridad o para conseguir un poco de información.

Brayden había salido del vehículo a inspeccionar la calle, saber cual era su autobús y por donde llegaba al trabajo.

―¿Has investigando sobre el hombre que buscamos? ―preguntó la mujer en el silencio incómodo.

―No, solo tengo la información que nos enviaron por correo ―respondí.

―Yo solía investigar en mis primeras misiones acerca de su pasado, cualquier cosa que pudiera ser útil en caso de que tuviera que acercarme a algún objetivo… Cuando son personas ajenas a lo que nosotros hacemos es sencillo de persuadir. Pero cuando tú objetivo es alguien que espera por ti, debes conocer todo, sobre su familia, sus ambiciones, todo es válido en el amor y en la guerra.

La mujer me miró por el retrovisor.

―Este hombre es un hacker ―continuó hablando―. Creo un sistema que puede desactivar el bloqueo de accesos. Entro en el sistema de electricidad hace unos tres años atrás en Estados Unidos, pudo controlar su base de datos en la red central, el decidía que ciudades podían tener electricidad. Prácticamente secuestro la red de electricidad y pidió una recompensa por ello. Tienes unas cuantas claves para entrar en el sistema bancario y de salud, es una llave para nosotros, por ese motivo es que estamos buscándolo.

Asentí que entendía y seguir mirando si ojos cafés por el espejo. Bebí mi café limpie con mi lengua la orilla del vaso de cartón.

―¿Por qué no simplemente lo capturamos y listo? ―pregunté.

―Debemos asegurar que tiene esas claves a la mano, ya sea en su teléfono móvil o en sus computadoras, y que este consiste de que su vida peligra si no nos entrega esa información.

Fruncí el entrecejo. De pronto caí en cuenta que es lo que planeaban hacer. Volví la mirada a la ventanilla. Brayden volvía por la calle con una charola en la mano derecha y la otra en sus bolsillos.

―Brayden y tú son muy cercanos, ¿se conocen de fuera del refugio?

―Íbamos juntos a la escuela, nos perdimos la pista después de terminar y lo volví a ver en ese lugar ―respondí tratando de ser indiferente.

Brayden abrió la puerta del copiloto y se metió dentro, nos pasó uno de los vasos de café a cada uno y empezó a darnos la información.

―Viaja en el autobús. Se baja en la estación que se encuentra a dos cuadras de aquí…

No había una manera exacta de hacer las cosas. Podía ser muy rápido. Ir de un momento a otro y capturarlo y fallar en el intento. O hacerlo muy lento, esperando el momento adecuado planeado las cosas bien y que las cosas se salgan de control pudiendo darse cuanta de que lo estábamos siguiendo. La verdad es que quería que terminará de una buena vez y liberarme de esto. Sabía que quizá no iba a ser libre del todo, pero si podía ir a ver a mi madre. Eso era lo que más estaba deseando justo a ahora.

Brayden me acompaño cuando regresamos al hotel. Camino a mi lado desde la entrada hasta el ascensor del lado este.

Mi vida había cambiado totalmente, el tiempo no tenía sentido si me ponía a darle vueltas. No era el mismo de hace tres meses y me dolía por completo. Al llegar hasta el piso, me dirigí hacia mí habitación a descansar el resto de la tarde. No podía salir de ese lugar ni hacer absolutamente nada.
Brayden me siguió en silencio hasta mi puerta y espero ahí.

―¿Puedo pasar? ―pregunto.

―Si quieres.

De verdad no sabía lo que estaba sintiendo. No quería amarlo y odiarlo al mismo tiempo, y eso era lo estaba haciendo. Una parte de mi lo culpaba por estar aquí. Y la otra sabia claramente que yo había tomado la decisión de quedarme, o más que nada, de salir de Mar, huir y no decirle a nadie donde estábamos escondidos.

Me saque la chaqueta de mezclilla y la lance a uno de los pequeños sofás azules de la sala. Brayden camino observando todo el interior de la habitación con sorpresa, se sentó en la orilla de la mesa de centro y solo me observo. Sus ojos tenían un brillo extraño, solo lo miré una vez mientras sacaba una cerveza del pequeño refrigerador de la habitación. Le ofrecí una a él y me senté en el sofá.

―Estuve pensando mucho en lo que dijiste esta mañana. Dijiste que no confías en mi ―comenzó.

―No quiero hablar de eso, estoy muy cansado.

―Necesito hablar de eso. Por que, los dos estaremos trabajando juntos en esto y quiero que creas que puedes confiar en mi. Acepto que no quieras estar conmigo, lo entiendo. Pero te necesito, siempre lo he hecho desde que te conocí.

―Solo quiero terminar el trabajo, ver a mi madre y tratar de recuperar mi vida. No estoy seguro de lo que quiero en estos momentos, no puedo hacer promesas, eso es lo que trate de decir esta mañana.

―Esta bien.

Le dio un trago a la cerveza y la dejó a un costado de la mesa. Se puso de pie sin decir nada más y se marcho hacia la salida de la puerta.

―Hice una reservación para cenar esta noche, si quieres acompañarnos, por supuesto. Ocho de la noche.

Abrió la puerta de la habitación y se marcho.

Cuando la hora se iba acercando. Me metí bajo el chorro de la regadera y me prepare con parte de la ropa que había en el closet de la habitación. Use una camisa blanca y pantalones color café. Calzado a juego y eche mi  cabello hacia atrás.

No tenía nada que perder en la cena, y si me quedaba en la habitación me sentiría mucho peor. Las sensaciones y sentimientos se movían por mi ser como un torbellino. Nunca antes me había sentido de esta manera. Ni siquiera sabía cómo me sentía, y ese era parte del problema, por que no sabía como resolverlo o como avanzar. Había perdido gran parte de lo que era, sentía que era otra persona. Podía cambiarme el nombre y mi origen y que todo concordara con lo que era ahora y el mundo iba a creerme. Me sentía diferente.

Extrañaba a Albish, no iba a negar que jamás existió. Extrañaba demasiado todo de él. Quería llamarlo y decirle que estaba bien, que debía perdonarme por abandonarlo.

Salí hacia la recepción del hotel. Diez minutos antes de las ocho de la noche, en una de las mesas de la recepción estaba sentado Brayden con una copa en la mano. Llevaba un pantalón azul, una camisa blanca y una chaqueta de traje azul. Su cabello lo había recortado un poco, haciendo que su aspecto se viera más infantil. Había recuperado por completo su aspecto, ya no tenía las marcas lilas de las ojeras debajo de los ojos. Sus labios seguían siendo una línea delgada, era demasiado guapo para creerlo.

Me acerque hacia él con pasos despreocupados y sólo me quedé de pie en la mesa observándolo.

―¿Estás listo? ―preguntó con una sonrisa.

―Si.

―Creí que no vendría. Te ves… Eres un hombre muy hermoso ―dijo y se río. Se levantó de la mesa y sus dedos tocaron el dorso de mi mano izquierda. Luego comenzó a caminar hacia la salida del hotel.

Fuera. El frío era bastante fuerte. Un auto nos estaba esperando en la entrada. No dije nada y me subí en la parte trasera al igual que él.

El auto condujo unas calles de forma recta hacia una zona de restaurantes. Observe las calles llenas de gente saliendo de los establecimientos y la noche en general. Al llegar, bajé mirando el lugar al que habíamos llegado. El frente era ventanales de cristal dejando ver las mesas y a las personas disfrutando de la comida. Al centro del lugar se podía ver una lámpara llena de pequeños focos amarillos que se abrían en más ramificaciones hacia todo el techo del lugar.

Dentro olía a muchas cosas. Cigarrillo. Jazmín. Especias y perfume de muchas personas que llenaban el aire conforme avanzabas. Nos guiaron a una mesa cerca de una escaleras adornadas con flores rojas por toda la barandilla. Al frente había un piano que era tocado por una mujer de cabello rojo brillante. La melodía era lenta, un poco romántica. Jamás había estando en un sitio como ese, quizá era demasiado elegante para lo que llevaba puesto, incluso para mi aspecto y lo que estaba sintiendo.

Me senté en la mesa vacía y luego vi a Brayden frente a mi.

―¿Dónde están los demás? ―pregunté sorprendido.

―En realidad sólo somos tú y yo. Te mentí y antes de que te molestes quiero decirte que mi intención no fue lastimarte nunca ―sus ojos me analizaron de arriba a bajo.

― ¿Podemos hacer esto? ¿Salir del hotel? ―pregunte por que sinceramente no quería estar en problemas.

―Claro que si. Pedí permiso para salir contigo esta noche.

Uno de los meseros se acercó a ofrecernos algo de beber. Pedí un trago de Whisky y para comer pedí pasta, algo de ensalada y filete.

El líquido frío del trago me quemaba la garganta cada vez que bajaba por mi boca. Mire fijamente al chico frente a mi. Supongo que esta era una intervención como la que tuvimos en aquella rueda de la fortuna en el carnaval de Mar. Así que sólo escuché lo que tenía que decir.

―Todo lo que paso nos ha cambiado, en especial a ti. Quiero saber como te sientes, qué me digas lo que esta ocurriendo ―dijo.

―Parece que tú eres el mismo de siempre. Solo que ahora no estás furioso con la vida ni tienes esos molestos arranques de ira. Pero yo no soy el mismo de antes, ¿no te das cuenta? Mi vida termino cuando decidí salir de Mar contigo ―respondí agitando los fideos en la salsa.

―Se que estas molesto conmigo…

―Mi único deseo siempre fue mantenerte a salvo. Se que pude hacer las cosas de otra manera y el resultado pudo haber sido bien diferente. Creí que si no involucraba a nadie más saldría bien librado, lo se, no se en que pensaba, quería salvarte, no sabía que tu habías jugado tu propio juego.

―Lo sé, robe la lista de tu padre. Rompí la confianza que tú y Albish me dieron al quedarme en esa casa, pero, estaba comprando mi propia libertad, no sabía que tú ibas a sacarme de ahí y arriesgarías tu vida.

―Eres muy importante para mí. ¿Qué esperabas que hiciera?

―Habías tomado tu decisión, te quedaste con él. Por eso creí que no sería lo suficientemente bueno para que abandonaras tu vida, confíe que me dejarías y ese fue mi error.

―¿Crees que debí dejar que te llevarán? No quiero pensar, pero ese sentimiento esta conmigo, no quiero odiarte, pero, si ya tenias tu libertad asegurada pudiste decirme la verdad. Incluso pudiste salir a media noche de ese lugar en el que estuvimos una semana ―Pedí otro trago ante la amarga sensación.

―No, por que ahora estamos juntos, no de la manera que quisiera, pero estamos vivos y tan cerca que es bastante doloroso no poder acercarme a ti. Tan solo quisiera sujetar tu mano. ¿Sabes cuánto deseo besarte? ―se río mirando su vaso―. Me dices que no confías en mi y no se como cambiar eso. No quiero que me veas como un monstruo… Dijiste que me elegías a mi.

―Entonces bésame. Tómame de la mano, quiero que te quedes conmigo. No me hagas olvidar lo que soy, por que sinceramente me estoy perdiendo a mi mismo. Estoy luchando para ser fuerte, para no derrumbarme y… No hagas promesas, no quiero escuchar cuanto lamentas todo lo que paso por que eso no me hace sentir mejor…

―Jonathan…

Me limpié las lágrimas que escurrían por mis mejillas. Tomé una de las servilletas y respire para tratar de calmarme.

―Solía vivir casi siempre al día sin esperar nada, sin hacer promesas por que sinceramente no sabía que esperar de mi vida. No voy a lamentarme, conoces lo que sucedió, muy trágico, lo sé, pero cuando empecé a hacer promesas fue contigo aquella noche en la que estábamos en tu habitación. De alguna manera, mi mundo estaba mezclado con el tuyo y lo único que habías hecho era enamorarte de… En realidad no se cuando fue que te enamoraste de mi, en la escuela o después cuando seguí siendo una mierda contigo… No había conocido esa clase de amor.

―Dices que no entiendes como fue que me enamore de ti si siempre fuiste una mierda conmigo ―me reí―. Yo también me lo sigo preguntando.

No estábamos tan lejos del hotel. Así que al salir decidimos volver caminado por las calles frías. No era tan tarde como se veía. Algunas de las tiendas ya estaban cerradas y la gente se marchaba en los lujosos vehículos aparcados fuera de esa zona de restaurantes.

―¿Ya vas a decirme? ―interrumpió.

Me volví hacia él. Su expresión había cambiado, no se si es los tragos qué se había tomado o solo era esta cosa de mantenerme contento.

―¿Qué quieres saber? ―respondí. Sentí sus dedos tibios acercarse a los míos, intento sujetarme de la mano y se lo permití.

No podía recordar la última vez que tuve ese tipo de contacto. Un abrazo, un apretón de manos, incluso un beso. Me había convertido en otra persona que ahora eso se sentía extraño.

―Recuerdo nuestro encuentro como algo borroso. Ese paso por la escuela, yo estaba lidiando con mis problemas y dando problemas, al igual que tu. Jamás te lo dije, pero ser un imbécil contigo era sencillo por que por alguna extraña razón podía ser yo mismo sin entender porque. Era divertido ver como te irritabas y eso solo me hacía querer más, estar más contigo.

―Siento que eso fue lo que me salvo de una caída profunda. Cuando conocí a Albish, todo lo que sucedía a mi alrededor era sobre él y estaba tratando de entender mis sentimientos y emociones, porque no se sentía a nada conocido. Luego, cuando decidimos terminar, fue como si nada tuviera sentido, no sabía a donde ir o que hacer. Pero tu estabas alrededor y sin saber como lidiar ante eso, fue quizá como lidie con eso. Es estúpido, pero sin darme cuenta estaba contigo cada vez más.

Al llegar a la entrada del hotel libero mis dedos con amabilidad. Caminamos dentro hacia el ascensor para dirigirnos hacia nuestras habitaciones.



En mi, no en ti #3 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora