Diecinueve

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Camino hacia las escaleras eléctricas por dónde he subido.

Paso entre la muchedumbre, me abro pasó para poder pasar y comenzar a bajar. El suelo es como de pequeños recuadros color rojizo, las banquetas están adornadas con bancas de metal negras y farolas qué comienzan a iluminar la oscuridad. Sigo avanzado con la mirada fija en esa estatua.

Escucho música que proviene de algún lado, el sonido de una guitarra que llama mi atención.

No estoy ni remotamente seguro de lo que haré al llegar a ellos, cuando vea a Brayden otra vez. Quizá pueda dispararle antes de pueda acercarme por completo, o pueda engañarlo.

Ya había estado antes en estas situaciones de peligro, dónde veo a la muerte cara a cara. Quisiera poder decir como se ve, aunque la mayor partes del tiempo se mantiene oculta, como si no quisiera que la descubriera pero sigue viniendo por mi. A pesar de eso, jamás me había detenido a pensar en como seria mi muerte. Siempre imagine, muy en el fondo, que llegaría a tener una larga vida con Albish, como si eso significará algo. La verdad es que estaba demasiado cansado con todo esto que esperaba que terminará de una ves. Si la muerte venía por mi, quería que fuera la última y definitiva, sin juegos, sin involucrar a las personas que amaba, sin eventos traumáticos. Un Tajo y listo, un disparo, algo que no me mantuviera con vida durante un rato para poder reponerme por que sino jamás llegaría a terminar.

Metí la pistola en el bolsillo del pantalón que traía, los ojos se me llenaban de lágrimas, por más que me limpiaba, seguía cayendo. Tenía la mandíbula tan apretada que me dolían los dientes.

Cuando llegue hasta el estadio, mire una vez más entre la multitud de gente hasta observar a Brayden qué quedaba frente a mi desde su posición. Tenía la mirada perdida mirando hacia todos los que pasaban por su lado. Vi los golpes qué pintaban su rostro. Seguí avanzado y cuando estuve frente a él, me analizo, no podía identificar su expresión. Quería saber lo que pensaba de mí en ese momento, seguramente me odiaba por haberlo hecho pasar por todo eso, la tortura, la preocupación, quizá.

―Aquí estoy como quedamos ―dije.

Stanley se acercó, sin despegarse del costado izquierdo de Brayden. Podía imaginar la pistola pegada a su cuerpo.

―Dame a mi hombre y te doy a tu novio. ¡No voy a jugar más tu juego!

―Adam esta en la furgoneta estacionada en la entrada subterránea del estadio, la que esta pegada al muro ―respondí mirándolo fijamente.

Podía escuchar el latido de mi corazón, una punzada cada vez.

Stanley frunció el ceño, llevo la mano izquierda qué estaba sobre el hombro de Brayden, hacia su oreja, al comunicador qué tenía.

―Ya escuchaste, ve a buscarlo.

Sentí otro temblor, a la vez que el tiempo se hacia más lento. Mire a Brayden con los ojos cargados de una tristeza absoluta, la misma que Albish reflejaba. Las sombras de las figuras que pasaban por nuestro lado parecían ser borrosas, como si mis ojos solo pudieran enfocar el rostro de mi Brayden. Las marcas lilas de los golpes en la mejilla derecha, el labio partido y la camisa sucia, manchada de sangre.

―Lo siento ―le dije en voz baja.

Apreté el mango con fuerza de la pistola dentro de mi bolsillo. Tome una bocanada de aire, y saque la pistola lo más rápido que mi cuerpo reaccionaba. Apreté el gatillo y le dispare a Stanley, la bala entró en su pecho en una explosión de sangre. Escuche otro disparo, y vi la explosión iluminar la estatua por la espalda de Brayden. Otra explosión de sangre qué le mancho la mejilla derecha. En ese momento todo se descontrolo. Los disparos provocaron que la multitud se echará a correr hacia todas direcciones.

En mi, no en ti #3 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora