Seis

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Kyle me acompañó por el pueblo luego de la crisis más grande que quizá había tenido, no lo se, pero había cosas que no le había dicho a nadie y daban vueltas en mi cabeza.

Regresamos a casa y encontramos a Samuel tirado en el sofá de la pequeña sala en la planta alta, miraba la televisión, una película ochentera. Comía una bolsa de frituras.

― ¿Cómo te fue en tu cita? ―pregunto Kylie.
Nos sentamos a su lado, me recosté como me fue posible en el amplio sofá.

― Nada mal, nunca había tenido una cita ―se río―. Tu madre me avisó que iría al centro del pueblo, también preguntó por ti.

― ¡Qué mal! ¿Eso significa que no te fue muy bien? ―le dije.

― No, no. Creo que le gustó y eso, pero, me voy mañana y no se cuando vuelva otra vez, así que solo intercambiamos números y le prometí que la próxima vez que viniera la buscaría ―Samuel se pego la bolsa de frituras a la cara para terminarse las morusas.

― Al menos fuiste inteligente ―Kyle me echó una mirada que no supe identificar.

― Deberíamos ir a comer y luego nos metemos al mar ―les dije.

Había intentado no meterlos en mis problemas mientras estuvieran por aquí, ellos habían venido a visitarme pasar un fin de semana conmigo. Eso era lo menos que debía hacer. Kyle era un buen amigo, no parecía importarle del todo que estuviera enloqueciendo despacio, y aún seguía conmigo. Debía compensar lo que había sucedido esta mañana y mi crisis existencial como nunca antes la había tenido.

Bajamos a la cocina por algo de comer y al final decidimos pedir pizza. Después de eso salimos a la playa a lanzarnos al agua, no era posible, pero las olas nos empujaban en la orilla. Se iban haciendo más fuertes mientras se hacía tarde.

Ellos estaban divirtiéndose y era lo único que me importaba, por ahora, me sentía mejor.

Al final de la tarde, después de que el sol se había ocultado detrás del muro del océano y el cielo se pintaba de negro con la luna iluminando la arena clara, el auto aparco en la entrada.

Mi madre se había marchado a su habitación y yo necesitaba ir a hablar con ella, y refugiarme antes de irme a acostar por que no estaba seguro de querer ver a Albish, no tenía idea de lo que sentía exactamente y lo que sucedería si lo veía, no quería volver a explotar pero, una parte de mí sentía que lo haría de todas maneras.

Me puse la camiseta tirada en la banca de madera fuera de la casa y entré, subí lo más rápido antes que Albish entrará a la casa.

Subí a toda velocidad y me detuve en la habitación de mi madre.

Su cama estaba tapizada de hojas, carpetas y archivos en libretas de pasta dura. Traía sus lentes y se veía ocupada.

―¿Puedo pasar? ―le pregunté en el umbral.

Alzó la mirada, parecía sorprendida de que estuviera ahí.

― Claro, adelante.

Se incorporó sobre el colchón. Levantó las hojas por su lado y las lanzó al suelo a un costado de la cama.

Cerré la puerta dentro de la habitación y la Observé un momento antes de decir cualquier cosa. Ahora, en la lejanía me sentía como un idiota por lo que había sucedido, había reaccionado de la peor manera, tenía mis razones, pero, había arremetido hasta con ella sin ser la culpable.

― Lo siento ―Baje la mirada al piso―. Fui muy estúpido por lo de esta mañana.

― ¿Qué haces de pie ahí? Ven aquí.

En mi, no en ti #3 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora