Dieciséis

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Había perdido un poco la capacidad de pensar y no es que la hubiera perdido. Era que se me había enseñado a no hacerlo, a no analizar y ver dentro de las posibilidades.

Debía pensar rápido, confiar en mis instintos de supervivencia, ser menos humano. A tal grado de que, después de haber oído todo lo que ese hombre tenía en su poder, mi cerebro estaba bloqueado de sus cualidades normales. No quería abrir esa puerta por que las cosas seguramente se iban a salir de control. Me limite a observar desde el sofá, con los brazos detrás de mi cabeza, una pistola en mi bolsillo y ese hombre recostado en la orilla del colchón con los ojos abiertos, mirando hacia el techo.

El hecho era que no debía importarme en lo absoluto lo que él tenía en su poder. Mi única misión era entregarlo y no mirar atrás para poder continuar con el plan, sobrevivir junto a Brayden y eso era todo.

Sabía que si pensaba un poco, analizaba la situación o lo que fuera que estuviera sucediendo, algo muy malo iba a ocurrir.

―Tenía ese maldito presentimiento ―le dije a la mujer frente a mi.

―¿A que te refieres? ―preguntó.

―En todos mis encuentros con la muerte, hay un punto en el que sabes que algo malo va a ocurrir y no puedes evitarlo por qué simplemente va a suceder y no tienes una manera segura de pararlo. En este caso, yo tenía la decisión. Podía elegir entre continuar con el plan, entregar a ese hombre y terminar con mi primera misión. Estaba consciente de que iban a venir otras misiones y muchas mierdas como esa pero que iba a poder acostumbrarme, siempre y cuando Brayden estuviera conmigo. Había elegido estar con él y si era mi vida de ese modo, iba a hacer lo necesario. La otra opción era salvar a ese hombre, de nosotros y de los otros quienes estaban buscándolo también. Si esas claves de Hackeo eran tan importantes como el decía y yo podía evitar todo eso, evitar la muerte de personas inocentes, si estaba en mi poder. Si tomaba esa decisión, estaba convencido de que podía no ver a Brayden jamás o podía suceder le algo malo por que el respondida por mi.

―Entiendo, ¿que fue lo que sucedió?

―Salí al balcón de la habitación a hablar por teléfono con Brayden. Le pregunté si sabía lo que ese hombre tenía y por qué lo estaban buscando. Y si sabía quién más lo buscaba. Brayden dijo que no tenía esa información en su poder, que sólo debíamos seguir órdenes para terminar lo más pronto posible.

Me dijo que debía moverme a primera hora de la mañana. Debía regresar a la zona más céntrica de la ciudad para poder hacer la extracción.

Eso fue lo que hice. Robe un auto del estacionamiento, era aún muy temprano en la mañana, así que las calles estaban desérticas y frías. Dejé al hombre en la parte trasera del auto y conduje a través de las calles de la orilla de la ciudad para acercarme hacia el centro.

De pronto, estaban todos esos pensamientos dando vuelta por mi mente. Podía pensar en una sola cosa: Albish.
Había tomado una decisión precipitada, dos veces. Eso era una mierda cuando lo analizaba, podía haber estado en casa con mi madre, con mi vida normal que yo mismo había elegido hace un año. Sabía que las cosas no eran como antes, no como cuando estaba en esa escuela donde lo conocí. Recordaba esos días, con él durmiendo debajo de mi cama, llorando en las regaderas por sus pesadillas y yo involucrándome con él.

¿Podía escapar? ¿Podía detener el auto, llamar a Albish y decirle dónde estoy? Al final, estaba fuera del radar y no se darían cuenta de nada. Por supuesto que pondría la vida de Brayden en peligro, el respondía por mi.

Me detuve en seco en el semáforo rojo. Mire la calle. Había una tienda de comestibles en la esquina, una lavandería y un estacionamiento de varios niveles. Me moví hacia ahí, subí al último nivel del estacionamiento y me oculte en una esquina. No sabía que tan cerca estaba del centro, no sabía en realidad en qué parte de la ciudad me encontraba.

Salí del auto para llamar a Brayden.

―¿Dónde estas? Aún no estás dentro del perímetros, está gente está empezando a ponerse nerviosa.

―No lo se. Escucha, no estoy seguro de continuar con esto, este sujeto tiene cosas bastante valiosas...

―¡No es gracioso! Solo debes continuar con el plan, entrega a ese hombre y podremos continuar.

―No quiero esta vida, no vamos a estar a salvo jamás y tú lo sabes. Se que dije que quería hacerlo, pero cuando terminé esto, ¿cuantas misiones van a seguir? Estoy pensando en muchas cosas. Quiero huir ―le dije la verdad.

―¡Jonathan! Estamos muy cerca de terminar con esto... ¿Qué crees que va a pasar cuando escapes? No te dejaran de perseguir hasta que te maten.

―Se me ocurre pedir un trato.

―¿Un trato? No estoy bromeando, Jonathan.

―Tampoco lo estoy. Escucha, puedo pedir un trato, les entrego a este sujeto con la condición de que nos dejen libres a ambos. Tú y yo, nada de represalias, nada de nada.

―Te juro que es un magnífico plan, pero no creo que funcione. No sabes lo que pueden llegar a hacer estas personas.

―Es eso, o me voy. Puedes elegir, dejé toda mi vida por ti. La otra opción es llamar a Albish y que venga por mi... Tengo dos opciones, Brayden, ¡así que elige de una maldita vez!

Colgué el teléfono. Estaba recargado en el frente del auto. Regrese al interior y mire al hombre por el retrovisor.

―¿Cuando vas a entregarme? ―preguntó a regañadientes.

―No lo sé. Estoy esperando a que tomen una decisión. Lo lamento, en serio. Jamás haría algo como esto si mi vida no dependiera de eso.

―¿Así que los dos estamos metidos hasta el fondo?

―Creo que uno más que el otro ―declaré.

Aguarde en el auto alrededor de una hora en casi absoluto silencio. No iba a volver a llamar a menos que él lo hiciera. Tenía una gran confianza en mí plan que había salido de la nada. Quizá no iban a dejarnos en paz, pero podíamos encontrar la manera de sobrevivir y tener una vida casi normal que esto. En cualquier momento podía morir, la muerte seguía viniendo por mi y no terminaba de matarme del todo.

Marqué el número que ya conocía de memoria en el teclado del teléfono celular. No hice la llamada, pensé un momento en si estaba haciéndolas cosas correctas o me estaba metiendo en un buen problema. Ya estaba en un gran problema, pero podía ser peor.

Supongo que debía ser demasiado egoísta, si ahora llamaba a Albish para decirle dónde estoy solo para pedir su ayuda, utilizarlo para mi beneficio, en realidad debía estar muy mal.

Había un escalofrío, o quizá era un cosquilleo qué me recorría el cuerpo. Como cuando tienes frío y te paralizas un instante, te castañean los dientes y todos tus músculos se tensan tratando de regular la sensación. Mi viejo yo había vuelto de la muerte, la persona que sobre piensa las cosas, la que qué quiere que las cosas resulten de una manera diferente sin poder hacer nada al respecto. Mis manos se apretaban contra el volante, miraba el cielo que se iluminaba cada vez más con el amanecer. Sentía que había transcurrido una eternidad y solo eran cinco minutos más tarde.

Volví a tomar el teléfono en mi mano y llame al número que ya estaba marcado previamente.

Algo subía por mi esófago, algo quería salir de mis entrañas y no sabía cómo parar esa sensación, me estremecí cuando comenzó a sonar el teléfono. Fueron dos timbres hasta que escuche su voz.

Era la peor persona que había habitado este mundo, o quizá solo me habían pasado demasiadas cosas malas que no sabía como reaccionar.

―¿Eres tú? ―pregunto lleno de confusión. Había tardado en responder qué eso fue lo primero que dijo―. No vayas a colgar, espera al menos, escúchame si no quieres hablar conmigo.

―Albish.

―No estoy molesto en lo absoluto. Se lo que ocurrió y entiendo que tuvieras que salvarlo de lo que ocurrió. Entiendo que no dijeras nada, yo también te hubiera hecho lo mismo, pero, solo necesito saber que tu estas a salvo. Incluso si ya no piensas volver, esta bien, pero necesito que me digas que tu estas sano y salvo para dejar de cargar con esta incertidumbre y creer que estas muerto...

―Estoy sano, quisiera decir que bien, pero no se cuando fue la última vez que me sentí así. Perdóname, te juro que solo quería salvarlos a los dos. Estoy en Turquía, secuestre a alguien a quien están buscando. Estoy a punto de cometer una locura.

Mi corazón se había acelerado, la adrenalina se había disparado en mi cuerpo y tenía esta sensación de que mi respiración iba tan rápido, había comenzado a sudar de los dedos y los tenía fríos. Se me había secado la boca y quería ponerme a llorar.

―Puedo ir por ti. ¿Qué necesitas? ―Su voz estaba temblorosa.

―Voy a hacer un trato por nuestra libertad, aunque no se si resulte o nos maten.

―Espera, Jonathan. Espera, puedo ir y sacarlos a ambos. Sabes que el padre de Brayden ha recorrido cada uno de esos refugios buscándolos. La policía está buscándote, no estas solo. Puedo ir y salvarte...

No sabía cuánto había deseado escuchar el sonido de su voz, solo podía recordarlo, perfecto, con su cabello dorado, sus ojos grises mirándome fijamente. Recordaba el tacto de su piel, era como un escalofrío y se quedaba ahí haciéndome sentir mal.

―No tardes demasiado, porque voy a seguir con mi estúpido plan.

Colgué el teléfono y me derrumbe. Golpe el volante con violencia, abrí la puerta y salí del auto. El frío me pego con fuerza en la cara y golpe mis manos contra la puerta que cerré con brusquedad. Las lágrimas de me salían de los ojos, no podía controlarme. Ni si quiera cuando estuve recluido en ese refugio, muriendo de hambre y herido me puse a llorar. Me dolía sentir que todo lo que había hecho estaba mal, todo lo que trate de hacer para salvar a ambos eran las peores decisiones qué había tomado en mi estúpida existencia. No sabía que había hecho con mi vida, había basado mis decisiones sobre Brayden y sobre Albish, y nada se sentía bien, nada parecía tener sentido. Si me ponía a pensar en mi madre, el sentimiento era peor, no me iba a perdonar jamás por haberla hecho pasar por esto.

La cabeza se me había llenado de imágenes, de esos recuerdos de los últimos años, uno tras otro solo haciéndome revivir cada cosa que había vivido como si la vida supiera que estaba apunto de cometer una locura, como si fueran los últimos momentos que tenía para pensar en esa vida que jamás iba a volver solo tenia eso, recuerdos fugaces.

Me metí en el auto cuando deje que todo fluyera de mi. Deje la cabeza contra el asiento, pasaron unas horas hasta que el teléfono sonó. Respondí de inmediato solo para escuchar a Brayden. Salí del auto una vez más. Adam estaba con la cabeza contra el cristal y el cuerpo recostado en el asiento trasero.

―Jonathan, necesito que vengas hacia acá. Les dije que tuviste problemas con el sujeto, por eso estas tardando demasiado. Solo tienes que entregarlo, ven, saldremos de aquí esta tarde. Te juro que podrás ir a ver a tu madre...

―No quiero seguir viviendo así, Bray. Quiero mi vida de regreso, quiero poder salir a la calle sin tener miedo de que vengan por nosotros, qué tenga que estar penado en que tarde o temprano alguno de los dos morirá. No puedo seguir haciendo esto. Necesito hablar con ellos. Pásales el maldito teléfono ―le dije. Tome una bocanada de aire.

―¿Dónde diablos estas? ―pregunto aquel hombre, Stanley―. Cualquier cosa rara que estés pensando, será mejor que te apartes, si no estas dispuesto a hacer el trabajo...

―Escucha, maldito idiota, tengo a tu hombre. Me necesitas a mi para que te lo lleve, así que cierra la boca y escucha con atención. Si quieres que te lleve a tu hombre, necesito que liberes a Brayden y me liberes a mi. Nos dejaras libres, sin represalias y sin estupideces...

―¿Vas a jugar esa carta? ―se río―. Tengo una pistola dentro de la boca de tu novio, ¿creíste que no me daría cuenta? Trae a Adam al centro de la ciudad, tienes una hora o sino mataré a Brayden.

―Un escuadrón de policías viene para acá, si no te lo entrego a ti, se los entregaré a ellos. Tu decide. Si matas a Brayden no vas a tener esas claves. Esto es lo que vas a hacer. Llevaras a Brayden a...

Mire en dirección a uno de los anuncios espectaculares qué estaba sobre el edificio de la derecha. Era el anuncio de un partido de fútbol en el estadio olímpico de Estambul qué se llevaría a acabo esa tarde.

―... Al estadio Olímpico, un lugar con mucha gente, sin trucos. Te entrego a Adam y tú me dejas ir con Brayden. ¿Tenemos un trato?

―Si, haces algo que no está en tus términos voy a matar a Brayden y te voy a matar a ti.

―De acuerdo, tenemos un trato.

Colgué el teléfono. Me tire en el suelo con la cara entre las rodillas y la espalda pegada a la carrocería del auto. Hubo un silencio infinito, me temblaban las rodillas y el corazón se me quería salir del pecho. Estaba hecho, no sabía si iba a vivir o a morir, si había hecho lo correcto o había acabado mi propia tumba. Aún así, estaba demasiado cansado.

En mi, no en ti #3 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora