Diez

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Luego de unos días, fue necesario comprar comida y cambiar de ropa, es decir, no habíamos salido a ningún lado, no hicimos nada durante esa semana que estuvimos ahí. Después de que encontramos la mochila con el dinero, fue que decidimos salir.

Estábamos en un parque de departamentos, las calles eran pequeñas y muy cerradas. El centro comercial más cercano estaba a dos kilómetros.
Llevábamos la ropa con la que salimos de Mar, habían pasado casi cinco días en absoluto aislamiento.

Brayden caminaba cerca de mí, llevaba las manos en los bolsillos de su pantalón. Y su maldita expresión que ya me había acostumbrado a ella.

―¿Hiciste una lista para el supermercado? ―me dijo desde atrás.

― Si, claro, la escribí en tu espalda mientras estabas roncando ―Me reí―. No estamos de día de campo, ni que fuéramos a rellenar la despensa, necesitamos comida de verdad y cambio de ropa.

―No es necesario, en verdad. Puedes regresar a casa sin problemas. Vete con Albish y con tu madre que seguramente están muy preocupados por ti, déjame a mí aquí, es un buen lugar para mi.

Me detuve en seco y me volví hacia él para mirarlo. Tenía el cabello despeinado, enmarañado sobre su cabeza, tenía la marca de la barba en crecimiento y las ojeras violetas debajo de los ojos. No respondí nada más y continuamos caminando hasta el supermercado, era más una farmacia, pero también tenía un apartado de supermercado.

Cruzamos al interior de la tienda, tomamos un carrito y fuimos primero en dirección a los refrigeradores por algo de huevo, leche y carne de cualquier tipo. Recorrí el pasillo despacio decidiendo qué es lo que iba a comprar. Más sopa instantánea, o más agua embotellada, quizá. Algo de medicamentos, analgésicos y esas cosas.

Brayden caminaba detrás de mí sin prestar la suficiente atención a lo que yo estaba haciendo, estaba mucho más distraído que de costumbre, aunque era difícil de decir, y que los últimos cuatro días no habíamos hecho nada más que dormir, mirar la televisión y esperar que el día se terminará.

Había evitado hablar sobre lo que él quería, y deseaba que yo le dijera que ahora lo elegía a él. Sinceramente, no tenía tiempo para eso justo ahora, aunque hubiesen cambiando de opinión ―que no lo había hecho―. Estaba molesto por lo que habían hecho, él y Albish, pudimos encontrar la manera de que las cosas no terminaran de esta manera. Había una amenaza de por medio y a ninguno de los dos parecía haberle importado demasiado esto.

Luego, un montón de idiotas habían disparado sus armas y me habían convertido una vez más en un lunático igual que ellos.

Empuje el carrito en dirección a la zona de la ropa. Mire por encima de mi hombro para ver si Brayden me estaba siguiendo el paso, estaba como tres metros detrás de mí. Fue entonces que me estrellé contra un hombre, me detuve en seco y volví a ver al hombre delante de mí, sus ojos me recorrieron de arriba a bajo.

Era alto, con la cabeza rapada y marcas en los brazos entre los tatuajes, eran como cicatrices, no lo sé. Mi corazón dio un vuelco en mi pecho y la sangre me abandonó por un instante.

―Lo siento ―dije.

Moví el carrito a la izquierda, hacia el pasillo y me encaminé lo más rápido que mis pies me permitieron hasta que cruce al siguiente pasillo. Brayden rodeó a aquel hombre sin mirarlo, solo camino frente a él y lo supo.

―¡Bray! ―le grité.

Brayden levantó la mirada en mi dirección, con la cara de huele mierda y sacó las manos de su bolsillo.

Me aferré al carrito cuando vi al hombre moverse por detrás de Brayden.

Di la vuelta con el carrito, y con todas mis fuerzas lo empujé en su dirección, tomé la mano de Brayden. Y tiré de él sin darme cuenta de nada más, me eché a correr con él.

Otro par de ellos surgieron entre los pasillos en nuestro camino en dirección a la salida. Las cajas estaban llenas de gente pagando sus compras. Me volví despacio hacia atrás, observé a uno de ellos apuntando la pistola en nuestra dirección.

Nos empuje al suelo y el sonido del disparo resonó por todas partes, la multitud enloqueció de manera abrupta y vi una oportunidad, caminamos agachados hacia la zona de cajas donde todos se empujaban para salir.

―Tienes que mover las piernas ―le ordené.

―Jonathan, ya te lo dije.

―¡Cierra la boca, maldita sea! ―le grité.

Saltamos entre las cajas y entré la gente. Otros disparos, uno tras otros. Escuché como chocaban entre las personas, las puertas y el suelo. Sentía que el sonido me había dejado sordo, o qué quizá todo se había vuelto un  ruido de fondo y solo podía oír el sonido de mi corazón en mi pecho como un tambor.

Observé las camionetas en la calles conforme nos acercábamos a la salida.

―No te lo he dicho todo ―soltó Brayden. Su voz resultaba un simple susurro entre el alboroto que se llevaba al interior de la tienda.

Tenía mi mano aferrada a su brazo, tiraba de su camisa de vez en cuando con la otra mano y al llegar a la salida, observé a la policía estacionarse al frente de la avenida.

Otro tiroteo se llevó a cabo en plena calle.

Me parecía demasiado para que un montón de sujetos quisieran capturar a un par de chicos.

Los hombres disparaban desde las camionetas negras, unos desde el interior y otro más agachado usando las puertas como escudos para cubrirse del fuego.

Me tire al suelo entre las jardineras y entre otro montón de personas.

Deslice la mirada sobre Brayden y su semblante reflejaba arrepentimiento, uno tan grande que era difícil de descifrar.

―Te dije que te fueras. Debías estar a salvo, ellos me quieren a mi por algo que tengo, algo que le robe a Albish ―Fruncí el ceño confundido―. Robe la lista de Brandon, la que tu padre les dio para conseguir su libertad…

―Brayden.

Alcé la mirada hacia el interior de la tienda, donde un par de hombres surgieron y fueron directamente hacia nuestra dirección.

Alguien me golpeó en la cabeza detrás de mí. El dolor se movió muy rápido por mi nuca, como un escalofrío. Se me nubló la vista casi de inmediato, luego tiraron de mi brazo para levantarme del suelo dónde me encontraba y estaba tan perdido por el golpe que no pude reaccionar de ninguna manera.

Recuerdo que me metieron en la camioneta más cercana, podía escuchar los disparos, el sonido de choque contra el viento, contra la carrocería. Pero por lo demás, no estaba consciente.

Fue la primera vez que me sentí perdido. Resignado a una muerte casi segura, no había manera de saber en lo que iba a ocurrir, nada en realidad. Me había aprisionado y metido al interior de una de las camionetas. Mis manos estaban amarrada y mi mente luchaba por no perderse en la nada, pero el golpe me hacía cerrar los ojos y no saber nada más, en esa sensación, no había manera de saber si despertaría, y regresaría de la negrura de mi mente.

No sabía que ocurría allá fuera, sentir el movimiento brusco del auto, los disparos atravesaron la carrocería, los cristales.

Luché con fuerza, me aferre a la poca luz que cruzaba en las ventanillas rotas pero simplemente, agitado, me dejé ir hacia la pérdida de la conciencia.

En mi, no en ti #3 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora