Diecisiete

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Aunque había construido una barrera con mis sentimientos, lo que era correcto y lo que no lo era, comenzaba a desmoronarse sobre mi.

Supongo que jama había sido demasiado fuerte o demasiado valiente, simplemente había enfrentando las cosas por que debía y luego volvía a caer en la sensación de paz qué me daba el estar con Albish, para luego volver a la tormenta. Una que constantemente regresaba por mi a destruir mi vida, mi entorno y a los que más quería.

Mientras conducía sin ningún rumbo fijo, podía ver las imágenes, los recuerdos que venían a mi con oleadas de dolor, quería creer que era normal, pero cada una tenía un significado diferente. Desde que puse un pie en esa escuela y fui a mi dormitorio lleno de literas. Esa sensación de creer que las cosas iban a ir bien. Uno normalmente no lo piensa, pero lo cree muy en el fondo. La primera vez que lo vi, cuando apareció en esas regaderas, fue la primera vez que algo se movió en mi interior.

Veía al hombre en el asiento detrás por el retrovisor, tenía la mirada perdida en la nada. Quizá igual que yo. Avance un poco sin acercarme demasiado al centro de la ciudad por que podía arriesgarme a ser descubierto, entrar en el radar y echar a perder mi fantástico plan.

Quizá hubiera sido más sencillo regresar con este hombre, seguir el plan original y salir de aquí. En mi fuero interior seguía con la esperanza de que todo iba a salir bien y nos iban a dejar ir nos sin problemas, huir y poder vivir una vida normal. A estas alturas no se que significaba normal, si esto era mi vida ahora, el huir, mantenernos ocultos creyendo que en cualquier momento podrían asesinarnos. Había demasiados pensamientos dando vueltas por mi cabeza, y no es que yo los pensara pero mi cerebro lanzaba las oraciones de manera repentina. La más grande, era que quizá no valía la pena hacer todo esto por Brayden. Esa resonaba con fuerza y me hacia meditarlo un poco. Luego descartaba esa idea hasta que volvía aparecer en mi cabeza.

―¿Ya decidiste que vas a hacer conmigo? ―pregunto el hombre detrás de mi.

La voz me trajo de vuelta.

― Yo también tengo una vida, y no me parece justo que me involucres en tus estupideces. Pensé en rendirme, pero estas más perdido que yo…

Tome la pistola, la golpeé contra el volante como una señal de advertencia.

―Eres mi boleto de salida, ya he pagado suficiente karma sin haber hecho nada. Solo mantén la maldita boca cerrada si no quieres perder una pierna ―le solté con la voz calmada.

No me había dado cuenta de lo fuerte y rápido que latía mi corazón, tenía ese sentimiento de preocupación conmigo como un dolor de estómago, que subía hacia mi pecho. Tenía el arma en mi lado izquierdo, miraba el retrovisor pensando en que ese hombres tenía razón sobre su vida y lo que estaba haciendo. No había pensado en el de esa manera. Quizá mi humanidad estaba volviendo, mi viejo yo. Realmente no podía reconocerme en lo absoluto, no sabía quien era ni lo que quería. ¿Para que había llamado a Albish? Quizá para obtener su atención otra vez o quería su ayuda. Ni yo lo sabía.

En filo de mis pensamientos no me percate de lo que sucedía. Había una furgoneta que nos venía siguiendo desde unas cuadras. Me percate cuando decidí dar vuelta en la calle y tratar de perderme. Venía detrás a toda velocidad. Se fue acercando de a poco. Trataba de girar de manera repentina, pasaba los autos delante, cambiaba de carril y aceleraba lo más que podía. De pronto, en uno de los semáforos, golpeó contra un costado del coche y me sacó de la calle. La camioneta se coloco al frente impidiendo qué siguiera conduciendo, no podía dar reversa por los autos detrás.

Llevé la mano hacia la pistola de la puerta. Mirando la camioneta. No había visto que se había abierto la puerta del copiloto, del otro lado de mi campo de Visión. Luego, vi la figura que rodeo la camioneta, llevaba las manos alzadas. Albish camino hacia mi, hacia el auto y abrió la puerta despacio.

Escuche a Adam hablar o quejarse, pero todo el sonido se volvió ruido de fondo. Me congele, por completo. Metí el arma en el interior de mi regazo, entre la ropa. La puerta se abrió despacio, vi la figura a escaso centímetros de mi y no tenía razón de reaccionar, inmóvil, con la respiración agitada, aterrado, quería ponerme a llorar, pero no sabía cómo enlazar mi cuerpo, que hiciera lo que le pedía.

Albish estiró sus brazos hacia mi, para ayudarme a salir del auto. Pasó un rato, o unos minutos. El resto de la gente que salió de la furgoneta, sacaron a Adam y se lo llevaron a con ellos hacia la camioneta. Albish me hizo cruzar la calle y alejarnos del trafico. Me condujo con la mano en mi hombro.

No quería mirarlo a los ojos, o hablar, no sabía que decirle.

Aún así, me atrajo hacia él, rodeo mi cuerpo con sus brazos, primero fue amable y luego me aplastó contra él como si fuera escapar en cualquier momento. Sentí un tembló en todo el cuerpo, inspire el aroma que emanaba de él, sentí su calor abrazador y me desarmé, me obligue a ver mi caída. Comencé a llorar contra su pecho, sin fuerzas para sostenerme, nada, como si fuera de trapo y él tratara de mantener mi estúpida y vacía figura de pie. Quería gritar, pero las lágrimas y el llanto no me dejaba, me ahogaba en mis suspiros, en mi saliva y en la respiración.

―Vas a estar bien. Vas a estar bien ―me dijo mientras besaba mi cabeza.

Quería poder controlarme, poder limpiarme las lágrimas y seguir como había estado desde que llegue a esta ciudad, pero estando con él me era demasiado fácil quebrarme. No se si tenía sentido o una explicación, pero eso estaba sucediendo conmigo.

Albish me llevó en uno de los autos que venían con él. Me senté en el asiento del copiloto, miré por la ventana y el viento me despeinaba los mechones. Hacía mucho que no me sentí así, como si no estuviera pasando nada. A salvo.

Llegamos a un hotel que estaba como a media hora de donde me habían interceptado. Adam estaba en la furgoneta con el padre de Brayden para un interrogatorio.

En la habitación de hotel, me detuve a contemplar la vista de la ciudad por el balcón frente a la entrada. Demasiadas torres y sobre salientes entre edificios. Albish dejo sus cosas sobre una pequeña mesa pegada al muro y fue la primera vez que lo miré. Llevaba una sudadera gris, el cabello despeinado, crecido al igual que la barba. Se dio cuenta de mi mirada y se volvió a mí despacio. Las facciones eran las misma, los ojos, incluso la extraña expresión.

―Desde que llamaste la primera vez pudimos rastrearte hasta aquí. Sabía que no sería fácil encontrarte, así que pedimos información del hotel y supimos que el grupo que venía contigo había salido cuando llegamos. Fue cuestión de tiempo, cuando llamaste otra vez, establecimos un perímetro ―me explicó.

― Lo siento.

―En realidad, sabía que era cuestión de tiempo para que vinieran por Brayden. Pero no que tu ibas a abandonarme, bueno, estaba dentro de las posibilidades, aunque pensé que pensarías en tu madre… Te dejaré por si quieres tomar una ducha. Pediré algo de comer.

Me senté en el interior de la tina con agua caliente. No había podido dejar de llorar, y solo pensaba en lo que él me había dicho. Claro, el ya sabía que yo era capaz de dejarlo, pero no pensé en mamá ni lo que significa que me fuera con Brayden, solo pensé en lo que me convenía, quizá ni siquiera eso. Quería recordar ese momento y sentía que eso había pasado hace mucho tiempo que resultaba borroso.

Ahora no sabía que iba a ocurrir con mi maravilloso plan, con Brayden. Debía decirle a Albish lo que había hecho, en lo que me había metido para que me ayudara con eso. Ni siquiera sabía lo que significaba que el estuviera aquí conmigo.

La puerta del baño se abrió, Albish asomó la cabeza un poco. Supongo que había escuchado mi llanto, no lo sé. Avanzo despacio hacia la tina y se inclino.

―¿Qué ocurre? ¿Estas herido? ―pregunto. El siseo de su voz me hizo estremecer.

Bajo la mirada al agua jabonosa. Albish y acerca sus manos sobre mis hombros, empuja mi espalda hacia atrás, para dejarla pegada a la tina. Me analiza, me observa con cautela.

―Tienes demasiadas cicatrices. ¿Quién te hizo todas esas heridas? No te pareces en nada al chico que conocía ―continuo.

Volví a mirarlo. Sus ojos se habían llenado de lágrimas.

―Estuve en uno de esos lugares. Fui entrenado para poder estar aquí para mi misión, lo se, no reconozco a la figura que veo en el espejo. Ni a la que está por dentro. Quiero dejar de llorar pero no puedo, creí que no volvería a verte jamás, me resigné a eso, quizá para poder continuar y eso.

―Creí que estabas muerto ―Se sentó en el suelo del baño, mirando hacia mi―. No me importa si lo elegiste a él, Jonathan. Esta bien. Pero no has entendido que eres muy importante para mi, eres lo único que tengo en esta vida. Tu madre lloraba por ti todos lo días y yo no podía permitirme hacerlo por ella, quería que supiera que había una esperanza.

―Jamás quise nada de esto. Creí que si me iba te mantendría a salvo, yo quería mantenerlo a él también con vida, fue un arranque en el que creí que ambos saldríamos bien librados. En el camino, fue que me resigné a esa vida. Una vida con él… ―admití.

Vi como su expresión entristeció. Aún así, dejo su brazo izquierdo sobre el filo de la tina dónde recargo su barbilla y me miro detenidamente.

―Te juro que lo intente, yo quería asegurar nuestro futuro y te deje solo mucho tiempo, esas estúpidas discusiones sobre Brayden. Creí que hacía lo correcto tratando de salvarlo a él por ti, para ti. Quizá te presione con eso de las decisiones y te acorrale. No lo sé, no pudo entender mi estúpida manía por alejarte para salvarte…

― No es tu culpa, no es como que yo estuviera esperando el momento para huir con Bray. Si tratas de decirme algo, es mejor que lo digas ―Fruncí el ceño, como si estuviera haciendo un berrinche.

―En el pasado te dije que él era mejor para ti de lo que yo lo fui. Te deje en claro que siempre iba a dejarte en caso de que estuvieras en peligro, supongo que hablaba un niño herido al quien le quitaron a su familia. No luche por ti lo suficiente, sin embargo, Brayden estuvo para ti, te consoló. Creí que si lo llevaba a casa, si lo protegía de lo que fuera, tu te ibas a quedar conmigo… ―Se limpio las lágrimas qué escurría por su cara.

―Albish…

Decir su nombre solo traía miles de recuerdos dolorosos, sensaciones y pensamientos cargados de melancólica. Cada imagen que venía a mi mente estaba su recuerdo, su voz, su tacto, su rostro, su calor, incluso su risa y su dolor.

―Te veo, pero no estas ahí. Nada se parece a ti, tu cara es diferente, tienes esa herida en el labio, tus ojos parecen desorbitados, ojeroso. Tu voz es distinta, como si no quisieras hablar conmigo, apagada, te falta la chispa que te caracteriza. No quiero pensar en lo que has pasado, por qué me siento culpable…

No podía decir nada, ni negar absolutamente nada. Había dejado de ser yo hace mucho tiempo. Me seque las lágrimas con el dorso de la mano, apreté la mandíbula. Me puse de pie en el centro de la tina, el agua me escurrió por el cuerpo. Sus ojos me recorrieron de arriba a bajo, se inclino para tomar la toalla detrás de él y me la paso, vaciló un momento, se puso de pie, paso la toalla alrededor de mi espada y me cubrió con ella.

Albish me sujeto con el brazo por la cintura, luego me saco de la tina. Su otra mano paso por mi clavícula, movió los dedos por mi piel mojada hacia mi pecho. Estaba tan cerca de mí que su aliento me pegaba en la nariz. Alce la cara hacia él, para ver como deslizaba sus ojos por mi cuerpo. Avanzo con sus dedos hacia mi estómago, fue lento, y se detuvo el vello qué coronaba mi miembro. Me miró, listo para besarme, acercó sus labios a los míos, apenas y los sentí se detuvo otra vez. Mi corazón se había agitado y otras partes de mi también.

―Quiero tomarte, besarte y cogerte justo aquí ―Susurro contra mis labios.

Lo que dijo me tomo por sorpresa, jamás me había dicho algo como eso. Me sujeto por detrás y me empujó contra su cuerpo. Mi desnudez en crecimiento se aplastó contra su pierna.

―No quiero romper cualquier cosa que tengas con él. ¿Ya te lo ha hecho? ¿Cuántas veces? ¿Es mejor que yo?

Se alejo, dio la vuelta y se marcho fuera del baño. Cerró la puerta qué había permanecido abierta todo ese tiempo. Me había quedado inmóvil, sin saber como reaccionar. Me cubrí con la toalla, demasiado caliente, como jamás lo había estado en mi vida.



En mi, no en ti #3 ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora