Ian

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Es martes.

Hoy llego pronto a casa porque la última clase (escultura), de casi dos horas y media de duración, se ha suspendido y Will resulta que tiene gripe, de modo que me he pasado por su habitación al acabar para ver cómo estaba y decirle lo que hemos hecho en clase de tecnologías de la imagen, pues somos compañeros de equipo. Después de eso he venido directo a casa.

Pensaba encontrar el piso vacío, pero me sorprende la presencia de Ian tumbado en el sofá.

-¿Qué haces aquí a estas horas? -le pregunto extrañado, antes de caer en lo buena suerte que es.

-Mi profesor tenía no sé qué reunión... ¿Y tú?

-Algo así también ¿Qué ves? -pregunto mientras me siento a su lado en el sofá.

-No lo sé muy bien, me estaba quedando dormido de aburrimiento cuando has llegado...

Veo la oportunidad de hablar con él seriamente sobre lo de que nuestro acuerdo no implica que tengamos algún tipo de relación sentimental y al mirarlo a esos preciosos ojos cargados de nerviosismo e inocencia, no puedo evitar sentir un nudo en el estómago ante la sola idea de hacerle daño. Aún estoy pensando cómo abordar el tema cuando de pronto pregunta en tono avergonzado:

-¿Sabes a qué hora llega más o menos Red los martes? -habla con cuidado e intenta sostenerme la mirada, aunque enseguida percibo que su rostro se enciende y sus ojos se ríen.

A la mierda... hablaré con él después.

-Eres de lo más tentador ¿Lo sabías?

Sin dejarle tiempo para responder me abalanzo sobre él y oigo su risa nerviosa mientras le quito la ropa y él hace lo mismo conmigo. Ahora todo va mucho más rápido que la primera vez. Mis labios ya no son los únicos que buscan los suyos y sus ojos ya no intentan huir de los míos ni ocultar el ansia o el placer.

Noto sus manos que recorren todo mi cuerpo y que de vez en cuando se aprietan en mi trasero, para acto seguido seguir palpando allá por donde van. No tardan en encontrar mi entrepierna y comienzan a acariciarla hasta que mi miembro reacciona poniéndose erecto y haciéndome suspirar.

-Si que tienes ganas... -dejo escapar divertido, mirándole a esos ojos que solo muestran anhelo y mi boca se dirige poco a poco a su pecho, lamiendo y besando todo a su paso, provocándole gemidos dulces, escalofríos y una considerable erección.

-Es tu culpa...

Sin poder resistirlo un segundo más llevo mis dedos índice y corazón a su boca, dejando que los lama con una hermosa mezcla de vergüenza y sensualidad, para acto seguido conducirlos hacia la parte baja de su espalda. Meto primero uno y comienzo a masturbarle. Enseguida suelta un gemido de lo más erótico y meto con con cuidado el segundo dedo. Noto en su expresión que eso le duele un poco, de forma que continúo tocándole, hasta que se acostumbra y comienza a mover sus caderas, haciéndome saber que quiere que los mueva dentro de él. Lo hago encantado y enseguida se deshace en pequeños gritos de ansia y placer, al tiempo que sus manos vuelven a mi entrepierna.

Me dejo llevar por el contacto de su mano en mi bajo vientre y por su cara de angelito obsceno. Me pone tanto que es hasta peligroso.

-Voy a correrme... -dice casi sin querer con la voz entrecortada por los suspiros y meto mis dedos más profundo todavía, moviéndolos con más fuerza y masturbándole más y más rápido.

Entonces grita, un grito tan sumamente cargado de placer que hace que yo también quiera correrme ahora mismo. Pero él lo hace antes y, dejando de tocarme, se deja caer sobre mi pecho, aturdido y sin aliento y, justo cuando pienso que no va a seguir, su cabeza comienza a descender por mi vientre entre jadeos.

Todavía no me lo puedo creer cuando noto el repentino contacto de su lengua, sus labios se aprietan de forma increíblemente excitante, húmeda, inexperta... y comienza a moverse... Dios...

-Ian, ya casi... -consigo decirle cuando siento que no aguanto ni un segundo más y su rostro se aparta divertido justo en el momento en que termino, acompañado por un gemido profundo.

Nos damos prisa en volver a ponernos la ropa, pues hasta este momento no hemos sido conscientes de que realmente Red podría entrar en casa en cualquier momento.

-Quiero decirte una cosa... -comienzo a hablar al decidir que no puedo posponer más la charla. -Esta especie de acuerdo que tenemos... la verdad es que no hemos hablado de en qué consiste exactamente...

-¿Qué quieres decir? -pregunta nervioso y extrañado. -Eres una especie de gurú del sexo... ¿No? -y suelta una risa despreocupada que me contagia al instante.

-Si, por supuesto. Pero quería decirte que... yo no soy buena persona... quiero decir. -es más difícil de lo que pensaba. -A veces puedo ser un desconsiderado y hacer daño a alguien aunque no quiera... Por eso y porque no quiero hacerte eso a ti, quería dejar claro que esto es solo dos amigos que se lo pasan bien y a parte te enseño a ser todo un experimentado para cuando quieras tener una relación o simplemente un desahogo... ya me entiendes. -le miro a los ojos, nervioso por ver su reacción y sin saber si realmente me he explicado con claridad, pero me sorprende el que me mire con una sonrisa solemne.

-Cris... no te preocupes. Ya sé cómo eres, lo sabía cuando te conocí y lo sigo sabiendo. Si no lo tuviese asumido no me hubiera metido en este jardín... no soy masoca. -ahora su sonrisa se vuelve de lo más adorable y vuelvo a sentir la necesidad de besarle, pero no lo hago.

-Joder... menos mal. El tema me estaba volviendo loco. -suspiro de alivio y le devuelvo la sonrisa.

-Por cierto... no eres una mala persona, Cris. -de pronto sus ojos huyen de mí, nerviosos. -El que te preocupes por estas cosas lo demuestra. -ahora asoma de sus labios una sonrisa igual de nerviosa y tremendamente atractiva. -Me alegro de haber decidido perder la virginidad contigo...

Intento fingir que eso no me ha excitado y le acaricio el pelo a modo de respuesta, arrancándole el rubor, antes de ir a ducharme.

Ahora que la culpabilidad ha desaparecido, las ganas de follármelo son más fuertes que nunca.

Todos mis Chicos (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora