El primer amor es cruel y multicolor (I)

64 11 7
                                    

Yo acababa de cumplir quince años cuando le conocí. Iba a secundaria y sabía desde hacía tiempo que era gay, pero nunca me había atrevido a contárselo a nadie y mucho menos a intentar ligar con un chico... recuerdo que aquello me aterraba.

Todo comenzó un mal día de mediados de otoño. Asistí a clase como cualquier otro día, sin ganas de nada y sin saber qué hacer con mi vida. Tenía algunos amigos, pero en el recreo siempre prefería ir a la biblioteca a dibujar cualquier cosa que se me ocurriera.

Y ahí estaba yo, dibujando en mi cuaderno a dos chicos besándose (por aquél entonces esa era la única vía de escape que tenía para mis fantasías), sin darme cuenta de que el chico sentado a mi lado estaba observando curioso mi dibujo.

-dibujas bien. -sentenció de pronto haciendo que me sobresaltara y me di prisa en ocultar el dibujo con los brazos, casi muerto de vergüenza.

-Gracias... -no sabía qué otra cosa decir, pero en el instante en el que me giré para contemplar al chico que me había hablado descubrí que daba igual si tenía algo más que decir, me había quedado sin habla.

Lo conocía de haberlo visto por el pasillo alguna vez y lo único que sabía de él era que estaba en el último curso de bachillerato y que era el tío más sexy que había visto en mi vida. Tenía el pelo rubio y cuidadamente desordenado y sus ojos grandes, pero afilados como agujas, centelleaban en un color nuevo. Aún no consigo describirlo cuando lo recuerdo. Podría decirse que sus ojos eran de un color extraño que se debatía entre el marrón, el amarillo y el verde. No era un verde amarillento ni un marrón verdoso, simplemente tenía los ojos de esos tres colores y de ninguno de ellos al mismo tiempo. Resultaba sobrecogedor y absorbente, aún lo hace. Recuerdo que cuando se ponía cachondo parecía que eran más verdes, cuando era cruel y mezquino conmigo me resultaban más marrones y cuando me decía que me quería se volvían amarillentos.

-¿Solo dibujas besos o tienes un repertorio para mayores de 18 escondido por ahí? -esa pregunta me hizo tensarme tanto como una goma a punto de romperse.

-Eh... no se lo digas a nadie, por favor. -acabé suplicando al darme cuenta de lo que estaba pasando y él se quedó mirándome con lo que me pareció ternura antes de contestar.

-Tranquilo, nene, tu secreto está a salvo... aunque deberías saber que no es bueno esconder lo que uno es, te volverás un reprimido depresivo y, con el tiempo, probablemente en un pederasta. -hablaba con cuidado y de forma desinteresadamente amable y, pese a la burrada que acababa de decir, me sentí cómodo a su lado, sentí que por primera vez podía ser yo.

-No pienso guardar el secreto toda mi vida... -respondí aún confundido y él me dedicó una sonrisa deslumbrante.

-Solo era una broma. -soltó una risa profunda y atractiva. -Vamos a hacer un trato, yo no le digo a nadie que te gustan los chicos y a cambio tu te vienes mañana conmigo.

-¿A donde? -todo estaba pasando tan rápido que sentía como si me hubiese desmayado y todo aquello formara parte de un borroso sueño producido por la inconsciencia.

-No quiero ir a la clase de después del recreo y ninguno de mis amigos quieren saltarse clase, así que a cambio me haces compañía ese rato ¿Qué opinas? -hablaba como si dijera lo más normal del mundo, supongo que ese desinterés divertido que sentía por todo formaba parte de su encanto infinito e indescriptible.

-Yo también tengo clase... -quería decirle que sí sin rechistar, pero la inexperiencia y el miedo por explorar mi sexualidad aún me asolaban por aquel entonces.

-Oh... así que eres un niño bueno. -se acercó a mi oído despacio para decir lo siguiente en un susurro. -Pero hacer cosas malas de vez en cuando puede ser muy divertido y... excitante, te lo aseguro.

Todos mis Chicos (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora