The Proposal. {h.s}

Capítulo 39.

Aleje sus manos de mis mejillas y salí de su oficina pero no le tomo mucho tiempo para agarrarme de nuevo.

—Vamos Rose.

—No, ya déjame. Es mi decisión y deja de hablarme así, no creas que no estoy molesta contigo por lo que hiciste.

—¿Por lo que hice? ¿qué te he hecho a ti?

—¡Eres un cínico!— Lo empuje pero apenas se movió. —Ya no veo la hora para irme de aquí.

—¿Así? ¿ya tienes otro trabajo fijo? ¿ya eres la maldita editora que quieres ser?

—No, tú sigues arruinando cada cosa que quiero hacer en mi vida y ahora voy a seguir sufriendo aquí.

—¿Tú sufres aquí?

—Últimamente, sí.— Puse mis brazos en forma de jarra. —Y ahora no me puedo ir porque tú arruinas todo. Cualquier cosa que quiero hacer y que no tenga que ver contigo, tú lo arruinas.

Me aleje y me senté en mi escritorio. Lo iba a ignorar, no iba a seguir con su mierda.

—Rose.

Ni siquiera lo miré, empecé a teclear en mi computadora.

—Rose ¿Me vas a ignorar?

Empecé a tararear una canción.

—Rose...no seas así.

—Oh, no mire la tarjeta de mi admirador.— Murmuré y agarre la nota.

Rose, este lunes quiero que empieces el día llena de energía y con una sonrisa en tu cara. Eres inteligente, fuerte e independiente. Te mereces lo mejor.

H.

—Oh mira, por lo menos él piensa cosas lindas de mí.— Le di una sonrisa a Harry quién seguía mirándome esperando que le diga algo. —Aunque creo que le faltó decirme que soy una ninfómana y perezosa. ¿No crees?

Suspiro. —Lo siento ¿sí?

Sin mirarlo y empecé a caminar hacia el pasillo pero él me agarro del brazo de nuevo.

—¿Qué?

—¿Que vas hacer?

—Voy a traer un florero para las flores.

Gruño. —Ya te he dicho lo que pienso de las flores.

—Y yo ya te he dicho que no se quien las envía así que no puedo decirle que deje de hacerlo.— Hable entre dientes. —Ya suéltame.— jale mi brazo para que deje de tocarme. Volví a caminar, rogaba para que él deje de detenerme pero se puso al frente mío.

—Lo siento, Rose. Realmente no quise hacer eso con tu carta de recomendación. Es solo que...— suspiro. —Me deje llevar por la rabia.

—Ya no importa. No me importa tus disculpas, no me importa nada.— Volví a sentir el nudo en mi garganta. —Ahora tienes lo que siempre quisiste.— Se me quebró la voz. —Yo cerca de esta maldita empresa.