Capítulo 1.5: La joven salvaje

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La puerta de la cabaña se abrió y salió el aprendiz seguido por el curandero, empapado en sudor y pálido por el esfuerzo

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La puerta de la cabaña se abrió y salió el aprendiz seguido por el curandero, empapado en sudor y pálido por el esfuerzo. Fera le señaló los trozos de carne, para que escogiera su pago, el curandero escogió los tres mejores trozos de carne y miró a Fera a los ojos.

—Déjala dormir por un rato —susurró—, despertará como nueva.

—Gracias.

El curandero asintió con la cabeza y comenzó a caminar, pero se detuvo a los pocos pasos.

—El invierno es crudo Fera, y lo sabes, no voy a poder subir la montaña cuando la nieve y el granizo caiga.

—Antes lo hacías —respondió Fera.

—Antes era joven... incluso tú, con tu fuerza y vigor tan digna de alguien que ronda los veinte años, casi mueres por la fiebre el año pasado, por cargar en tu espalda a una Nana casi moribunda.

—Este año soy más fuerte.

—Lo sé —respondió el curandero, mirando a Fera de arriba abajo, analizando cada cicatriz oculta entre los tonificados músculos que tenía—, pero no hay que tentar a los Enkelis, pueden castigarte.

Fera no respondió, ella no creía en los dioses que los demás humanos adoraban, ella solo creía en la Madre Naturaleza, un ser que su manada respetaba, un ser justo y cero caprichoso, incluso juraba haber escuchado del alfa que, la Madre Naturaleza, se había enfrentado a esos dioses y había salido victoriosa. Pero había algo que sabía bien, no había que creerse más fuerte que las fuerzas de la naturaleza, porque podía ser un error fatal.

—Mi padre —intervino el aprendiz—, renta una pequeña casita en los límites de la ciudad, podrían ir a vivir ahí por los casi tres meses que dura el invierno.

Fera miró al aprendiz, se volteó hacia la cabaña donde dormía Nana y luego hacia la montaña, pensando en su manada y el pelaje que los protegía de los fríos vientos y las tormentas de granizo y nieve, ella casi murió en varias ocasiones, hasta que Nana la rescató una vez y la cuidó frente a la chimenea, se lo debía a ella, lo haría por ella.

—¿Rentar es pagar? —preguntó.

—Sí, puedo decir que les haga un precio cómodo —respondió el aprendiz.

—No dinero, solo carnes, frutas, semillas del bosque.

—Oh... entonces habría un problema.

—Puedes participar en el coliseo, en el Bestiario de pre invierno —respondió el curandero—, eres fuerte, puedes quedar en un buen puesto y ganar bastante dinero.

—¿Cuánto dinero? —preguntó Fera.

—Si quedas en el tercer puesto, puedes pagar la renta de un buen lugar y comida de los mercados, para sobrevivir los tres meses tranquilamente.

La Invasión de los Marcados [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora