Capítulo 10.5: Dayuan de los Kanahú

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Sedia 37 de Zefrok

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Vieron la Isla Kanahú a lo lejos, completamente rodeada por densos manglares infranqueables para los grandes barcos. La única manera de entrar hasta el centro de la isla era con botes pequeños o una zona despejada al este de la isla, una zona vigilada por los guerreros domadores de cocodrilos salados, eran los más fieros luchadores de la tribu. También estaban los domadores de delfines, pero no eran hábiles guerreros, más bien eran exploradores, se ayudaban con la ecolocalización marina de los delfines para encontrar peces u objetos escondidos en la arena bajo el mar.

Las leyendas de los Kanahú contaban también sobre antiguos domadores de orcas asesinas, que controlaban manadas enteras y aterrorizaban los mares. Pero Dayuan no las creía del todo, una cosa era domar a un cocodrilo salado o un delfín, y otra completamente distinta a una orca, animales que no hacían caso ni a su alfa de la manada y que asesinaban tan solo por diversión.

Dayuan rodeó la isla para entrar por el claro del manglar que vigilaban los domadores de cocodrilos salados, era la zona más segura para su preciado kattamaran insignia. Y estaba en la dirección contraria a Quistador.

Al rodear la isla, vio el claro del manglar que se internaba tierra adentro, parecía un estuario, y se veía vació a simple vista, pero sabía que estaban siendo vigilados desde kilómetros antes de llegar a la isla. Había delfines nadando muy por debajo de ellos, Dayuan los había sentido con su autoridad sobre el agua, vigilaban sus movimientos, pero sabía que no harían nada, ya que habían reconocido el kattamaran. Al acercarse al claro del manglar, decenas de cocodrilos salados asomaron sus rostros, seguidos por sus domadores.

Dayuan caminó hasta la proa del kattamaran y alzó su collar repleto de conchas blancas. La sonrisa asomó en los rostros de los domadores, reconociendo al instante el collar. La leyenda de Dayuan era conocida por todos, el kanahú que logró conquistar los mares y unir las islas para crear su propio reino. Todos los jóvenes le respetaban como a un ídolo y lo veían de ejemplo de la gran capacidad de los miembros de la tribu.

—Gran Dayuan —dijo uno de los domadores que flotaban entre los cocodrilos, su rostro tenía marcas tribales y colmillos de cocodrilos adornaban sus oídos perforándolos justo en el lóbulo—. Es un placer tenerte entre nosotros, puedes pasar con tranquilidad mientras voy a anunciar tu llegada —Hizo un gesto con su cabeza y se hundió en el agua, desapareciendo en el fondo, su cocodrilo lo siguió instantes después.

Dayuan se internó en el claro del manglar hasta llegar a una zona aún más despejada, repleta de kattamaranes más pequeños, canoas, barcazas y veleros con palo estabilizador al lado. Todos cerca de pequeños muelles flotantes hechos de bambú, sostenidos con cuerdas a mangles cercanos. Los recuerdos de infancia llegaron hasta Dayuan, pero los disipó sacudiendo ligeramente su cabeza.

—Vayan a ver a sus familias —ordenó Dayuan a su tripulación—, los haré llamar cuando tengamos que volver a Arkipelag.

Sus hombres inclinaron sus cabezas y se fueron, dejando a Dayuan solo, amarrando su kattamaran insignia a uno de los mangles. Se sentía medio incomodo, había abandonado su tribu por su sueño de conquistar los mares y océanos, ganándose la desaprobación y enojo de los ancianos y líderes, aunque todos los miembros menores de la tribu lo admiraban y respetaban. Su nombre se había vuelto reconocido en todos lados, y solo por esa razón se le permitió volver a visitar a la tribu.

La Invasión de los Marcados [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora