Caminaron todo el trayecto bajo la fuerte lluvia en un silencio sepulcral interrumpido solamente por los pasos que daban cada uno de ellos. Continuaron en silencio hasta llegar a las cuevas donde yacían las catacumbas reales, custodiadas por guardias. Solo ellos dos entraron, solo la realeza tenía permitido entrar al cementerio. Caminaron entre decenas de tumbas iluminadas por cristales Ionsú, cristales capaces de absorber autoridades, estaban llenas de fuego y luz, y yacían encima de donde descansaban antiguos reyes y príncipes, incluso algunas de las concubinas que habían logrado obtener el suficiente aprecio de algún familiar real. Todo yacía acomodado con orden y mantenido con la máxima limpieza posible.
Akrono iba unos pasos por delante de su hermano, adentrándose en la catacumba hasta detenerse justo al frente de la tumba de su hermana, su corazón se desquebrajo en cientos de pedazos de nuevo, Zedran llegó detrás de él, y el silencio los rodeo, hasta que Zedran comenzó a sollozar y se colocó de rodillas, tocando con sus manos el rostro tallado en piedra de su hermana, las lágrimas también bajaban del rostro de Akrono.
Su hermana había muerto hace un mes, y ambos se culpaban enormemente, no pasaban ni un día sin pensar en la venganza... o lo que ellos llamaban como justicia.
—Fue mi culpa —susurró Zedran, un susurro lleno de ira, dolor y arrepentimiento, mientras cerraba su puño con tanta fuerza que se terminó clavando las uñas.
—No fue... —respondió Akrono, atragantándose antes de poder decir las últimas palabras.
Trataba con todas sus fuerzas de no sollozar. Sentía como si hubiera perdido una parte de su corazón, una parte de su alma. Había crecido siempre bajo la sombra de su hermana pero nunca sintió celos de ella, sino admiración, eran conocidos como los trillizos del trueno gracias a ella, y aunque ella era mucho más talentosa y fuerte, nunca actuó de forma prepotente, siempre los protegía de las malas miradas de su madrastra y de los demás integrantes de la familia real, que los odiaban por ser hijos bastardos del rey, ella siempre los mimaba de más, actuando siempre como la hermana mayor, aunque lo fuera solo por unos instantes de ventaja.
—No fue tu culpa... —susurró Akrono.
—Sí lo fue —respondió Zedran entre llantos—, por no acompañarla al mercado cuando me lo pidió, por culpa de mi pereza —Lágrimas caían de sus ojos por montones.
Akrono buscaba la manera de quitarle peso de encima a su hermano, pero no se le ocurría manera, ya que en parte él también tenía la culpa, su hermana les pidió a ambos que la acompañaran, pero no quisieron porque venían de hacer entrenamientos extras con su padre y estaban agotados. También les pesaba el hecho de que ya habían escuchado rumores de que había un grupo extremista que quería derrocar al rey y a su familia, pero nunca imaginaron que irían a por ellos, siendo hijos bastardos de su padre. Aparte... ¿Quién era tan suicida como para enfrentarse a alguien del clan Zorrorojo? O por lo menos, eso era lo que pensaban todos.
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La Invasión de los Marcados [PAUSADA TEMPORALMENTE]
Fantasy-Crónicas de Reyes y Autoridades- <NOMINADO AL MEJOR PERSONAJE PRINCIPAL> <GANADOR del concurso de LOTUS AWARDS> Ven y escucha. Acércate a mí y siéntate a mi lado, te contaré una historia increíble, una historia llena de magia, bestias...