Capítulo 8.5: Ezear Ascuasverdes I

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Ezear estaba dormido en una de las habitaciones para invitados especiales que tenía el palacio, era un cuarto espacioso, lleno de muebles, mascaras emplumadas y arte local, había un olor dulzón y refrescante en el aire, como a menta y miel

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Ezear estaba dormido en una de las habitaciones para invitados especiales que tenía el palacio, era un cuarto espacioso, lleno de muebles, mascaras emplumadas y arte local, había un olor dulzón y refrescante en el aire, como a menta y miel. Con candelabros iluminando los rincones y cristales ionsú en los pilares.

El rey entró a la habitación, su mirada era seria, casi turbia. Quería que Ezear se quedara con el trono, pero Tephen era mucho más talentoso, debía encontrar una forma de ayudar para que el muchacho de la oscuridad se quedara con el trono.

—¡Vamos niño! ¿Aún no despiertas? —le preguntó el Rey entre risas—. Tampoco te pegué tan duro.

Movió a Ezear de un lado a otro con ambas manos, mientras este se despertaba aturdido, con dolor de cabeza y un extraño sabor a menta en la boca. El mundo le daba vueltas... o tal vez solo era la habitación.

—¿Qué me pasó? —preguntó Ezear con la garganta reseca, tratando de levantarse y cayendo acostado de nuevo, mareado.

El rey sonrió ligeramente con la pregunta de Ezear, sentándose a su lado y poniendo sus manos sobre sus oídos, quitándole el mareo causado por el malestar en los tímpanos.

—Solo te di un pequeño golpe en el estómago —contestó el Rey, haciendo un gesto con la mano como para restarle importancia—. ¿Agua o vino? —preguntó, poniéndose de pie.

Ezear lo miró de reojo mientras terminaba de sentarse en el borde de la cama, observó por la ventana que daba a un patio lleno de flores, y vio que ya había anochecido, ver la oscuridad de la noche lo llenaba de una sensación agradable, tranquilizadora. Se dio cuenta que llevaba varias horas desmayado, y se sintió patético.

—Vino... por favor.

El rey Eosh se dirigió a una mesa que estaba en el medio del cuarto, en ella había un recipiente de cristal con un vino purpura y varias copas de oro. Sirvió dos copas y caminó hacia el muchacho, su sonrisa había cambiado, ya no era sincera, estaba forzándola. Ezear sonrió por dentro, dándose cuenta que, aunque su autoridad no hiciera efecto sobre el rey, este podía ser fácil de leer, bastaba con ver su lenguaje corporal. Estaba seguro que el rey iba a regañarlo, era obvia la razón, pero no estaba de ánimos para dejarse regañar, no así como así.

—Puedo controlar sin dificultad alguna las primeras fases de la orden posesión de sombras —dijo Ezear, mirándolo con seriedad y sin atisbo de emociones—, por lo menos puedo controlarlo bien los primeros momentos, justo lo necesario para salirme con la mía.

Eosh se paró en seco un instante, impactado por la profunda mirada del muchacho, las sombras a su alrededor parecían querer lanzarse sobre él, dándole un aspecto atemorizante, causando un ligero temor en el corazón de Eosh. Estaba sorprendido, titubeante, ¿había sido el muchacho capaz de ver a través de él con su autoridad? No, era imposible que Ezear lograra ver sus intenciones. ¿O tal vez se equivocaba en eso? La runa de sangre que yacía en su espalda comenzó a arder ligeramente, tal vez producto de su imaginación. Recordó las palabras del Vinculador: Ningún humano bendecido por la luz o la oscuridad podrá ver a través de ti, tu alma se mantendrá oculta incluso ante los Enkelis. Las runas de sangre no perdían fuerza, aunque el Vinculador muriera, o eso era lo que se decía.

La Invasión de los Marcados [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora