Capítulo 4. Opuestos II

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Sepdia 33 de Zefrok

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Sepdia 33 de Zefrok. 

Siete personas de brillante cabello plateado yacían sentadas sobre decorados pufs, en un gran salón adornado de elementos blancos, con decenas de cristales Ionsú llenas de autoridad Fuego incrustados en los pilares. Los siete esperaban en silencio a que llegara la Jerarca de la familia Platealuz. Eran los pilares del clan, descendientes directos de la rama principal, y estaban sentados por orden de nacimiento, la primogénita era la más importante y se notaba al ver su cojín de alta costura, hilado con oro. Descendía la calidad del cojín conforme se acercaba hasta el menor de los siete, que, por favores del destino, yacía sentado en el mismo tipo de puf que la primogénita, algo que molestaba en mayor o menor medida a todos.

La gran puerta del salón se abrió y la jerarca hizo aparición, los años le pesaban sobre sus hombros y ya caminaba con bastón, mientras que su cabello seguía del mismo color plateado reluciente. Todos se pusieron de pie y se mantuvieron firmes en señal de respeto mientras ella pasaba hasta tomar asiento en el pequeño trono echo de piedra blanca. Escondido justo debajo del trono había una puerta escondida, por donde solo podían entrar el primogénito cuando fuera a heredar el puesto de jerarca de la familia, y el elegido por el espíritu de Nagar Jení cuando se sintiera listo.

—Pueden tomar asiento —susurró la Jerarca, hablaba lento y bajo por su edad.

Todos tomaron asiento, cada uno acomodándose como más se sintiera cómodo.

—Hay varios temas que tratar —continuó la Jerarca—, pero el más importante es el tuyo, Taneo.

Taneo, el menor de todos, y que había sido favorecido por el destino, se puso de pie y caminó hacia el centro del salón, inclinándose en señal de respeto hacia sus hermanos y hacia la Jerarca.

—Tu hijo, Tephen, va a ir a hacer las pruebas para ser candidato al trono, verdad.

—Sí —respondió Taneo, agachando su cabeza—, fue su decisión —susurró.

—¿Sabe lo que le pasó al antiguo Jerarca?

—Todos saben lo que le pasó a nuestro padre —respondió la primogénita.

—Nirosa... ¿te di permiso de hablar? —La amenaza en la pregunta era casi palpable.

Nirosa era engreída, pero tampoco era tonta, sabía agachar la cabeza cuando era necesario.

—Suplico perdón —respondió inclinando su cuerpo hacia el frente—, respondí sin pensar... no volverá a pasar.

La Jerarca hizo un gesto con la mano, restándole importancia a la falta de respeto.

—Entonces, volviendo al tema —continuó la Jerarca—. ¿Trataste de convencerlo de lo contrario?

Taneo agachó aún más su cabeza, sentía que un gran regaño se aproximaba.

La Invasión de los Marcados [PAUSADA TEMPORALMENTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora