Mis mañanas

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(***)


Me levanté temprano, ya que era el último lunes de mi último año, mi último cuarto año en el mismo instituto...

Me hice el desayuno, un café con la mejor de las espumas que he preparado en mi vida y disfruté cada sorbo caliente.

Finalice luego de 15 minutos, me encantaba escuchar cada canto de las aves madrugadoras, aunque eran las 7a.m. y supongo que se levantan más temprano... Pero para mí esta hora es demasiado temprano, normalmente me despierto 7:30a.m. para llegar corriendo a clases a las 8:00.

Subí las escaleras con energía luego de dejar mis restos de desayuno en la cocina y me puse el uniforme disfrutando del tiempo extra que tenía.

Contaba con una pollera negra con cuadros, una camisa blanca en conjunto con su corbata también negra, más una campera. Básico, era un liceo privado, pero no era muy conocido ni muy exigente con la vestimenta, había días que teníamos que llevar el uniforme deportivo... pero pasaba que mi memoria fallaba y llevaba este, solían ponerte un uno de nota y fingía estar en un mal estado para no hacer deporte y evitar la sanción.

El uniforme en sí, era lindo. El liceo se encontraba rodeado de otros y podías observar pasar a otros alumnos, algunos con un uniforme color moco que hacía que fuese muy agradecida con el mío.

Tenía el hábito de subirme un poco la pollera, pero para que pareciera mas normal y no una monja. Me miré en el espejo y mi cabello marrón estaba aceptable por lo tanto no lo iba a tocar.

Me lave la cara, los dientes, me puse perfume y me subí en el auto de mis padres a esperarlos. Saco mi celular y veo la hora 7:35, nosotros vivimos a 5 cuadras del liceo y asistimos mis hermanos y yo, la hora de salir de casa suele ser 7:45.

Bajé el espejo del asiento del copiloto que se encuentra en el techo, en realidad mi pelo no estaba muy aceptable en el punto que me hizo sentir asco hacia mí. Me lo intento peinar con los dedos para que se aplane, pero eso no cambió nada, me rindo rápido y cierro el espejo con un golpe cargado de rabia.

No había nada que pudiera hacer, tampoco me interesaba. Había ido los últimos 3 años de mi vida a un curso que contaba con 16 personas, las mismas dieciséis personas... No había manera de mantener secretos y todos ya conocían la peor y mejor versión de cada uno. Sin mencionar de que no me gustaba ningún chico y menos chicas, la mayoría ni me caían bien. Me puse a pensar y recordar los momentos en que peleamos, lloramos, reímos, nos hacíamos bromas y nos apoyábamos el uno al otro...  a pesar de todo eso, dentro del curso había un ambiente familiar y lo iba a extrañar...

La sonrisa que había brotado de mí gracias a los lindos recuerdos desapareció gracias al último pensamiento, los iba a extrañar porque nos íbamos  a separar...

No debía pensar en eso, como odiaba que mis pensamientos me llevaran a ver la parte triste de las cosas y me pasaba seguido.

De pronto me asustó el ruido de la puerta del conducto del auto al abrirse, era mi madre que me deposito su cartera pesada en mis piernas. -Buen día, te levantaste temprano... que milagro- dice ella saludándome y entran mis dos hermanos a la parte trasera del auto, los cuales están callados porque siguen dormidos.

Apenas prende el auto empiezo a tocar la radio cuando me miro y me dijo, -emmm, ¿que le paso a tu pelo? ¡Por dios Isa!- y su cara de asco lo refleja todo.

-Nada, es así. ¿Por qué debería arreglarlo?

- ¿Por qué vas al liceo?

-Es como mi casa- Aunque siendo sincera a veces me siento más cómoda en el liceo,-En mi casa estoy con pijama... agradece que voy con uniforme.- y llevo mi mirada a la ventana.

-Después te quejas de que eres fea y no te quieres, siempre estás así, toda desarreglada...- dice mi madre ya moviendo el auto.

La verdad es que es un tema que me afecta mucho, no tengo un alta autoestima, pero ya no me molestan sus comentarios, estoy acostumbrada. Si me enoja un poco que siempre opine desde su punto de vista y no intente verlo desde como yo me siento... la fulmine con la mirada y se me escapo un suspiro de decepción y volví a mirar a mi ventana.

No hable más, nunca me iba a entender... no la culpaba nadie lo hacía y creo que hasta yo no llegaba a comprenderme. Pero mi cuerpo y mis sentimientos son uno por separado de mí. Somos dos personas viviendo en el mismo lugar, solo que ellos tienen más control sobre mí y deciden como actúo, como me veo, como me siento y yo... yo solo sufro sus decisiones.

Cuando dejo de reflexionar, me doy cuenta de que llegamos al colegio y abrí la puerta sin pensarlo. -Chau.- Dije automáticamente y corrí para entrar.

- Te amo...- Me grita mi madre desde el auto, pero yo ya estaba muy lejos como para contestarle.

A solo un recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora