*CAPÍTULO ESPECIAL*
Mis ojos son golpeados por la tristeza, hinchados de tanto llorar, tanto que apenas veo la vida.
Isabella, un nombre que se intenta no decir para no abrir heridas que siguen abiertas. Isabella, un nombre que deja mucho de que hablar, pero también llorar.
Mis dos hijos, Alec y Fran no han ido a la escuela, ya por una semana y yo tampoco he salido de casa... Somo el hogar maldito de la cuadra, pasan y observan con curiosidad: "¿qué será de ellos?, pobres", por el simple hecho de que no damos señales de vida. ¿Tendria que salir adelante para que puedan también hacerlo mis hijos? Si, seguramente. Pero no puedo evitar llevar una carga de culpa por lo sucedido.
Una parte de mí sabe que todos influimos en estas tragedias, que todos los que rodean al individuo que tomo la decisión, influyeron ya sea el más mínimo contacto... "¿Dónde estaba la madre?" "¿La familia no la veía triste?" "¿Pero no la mandaron al psicólogo?" No... no hablaba con ella, no paraba a verla. Y tengo una lista demasiado larga de culpables a los que se me hace imposible culpar; como el trabajo, la rutina y el sistema capitalista en el que vivimos. Pero me enojo, porque son solo excusas...
Esos cinco minutos que tenía para tirarme en el sillón de casa los utilizaba para meterme en el celular, esa media hora libre para dormir y descansar.
Hoy es la primera vez que salimos, pero estoy tendida sobre mis piernas en el pasto... porque sé que pude estar ahí para ella, pero lo sé ahora que ya no está. Llegaba cansada, consumida por las quejas de los clientes, de ir de acá para allá y al llegar, la mínima pelea con mis hijos, explotaba.
No tengo fuerzas para nada, ni para vivir... me pesa el respirar, pero además de hacerlo yo, debo ayudar a dos chicos más a no dejar de hacerlo. Y acá estoy, delante de la lápida que dice Magdalena Muñoz.
Magda, mi vieja madre que nos tuvo que dejar hace ya años, fue la peor perdida que atravesó Isa.
Cuando toda la vida intentas evitar a tu madre, inevitablemente llega un punto que la necesitas... este es mi punto más bajo y ella no está, solo puedo recurrir a este pedazo de piedra y un metro de tierra... y no merezco más, odiar a tu propia progenitora es fracasar como hija y también, ahora, fracasé como madre.
Recordar esos días que la niña era yo, que yo no tenía responsabilidades, sino que por el contrario yo era una me trae malos recuerdos. Trasladarme a esos días que la comida en casa era lo que alcanzaban las pocas monedas, aunque fuese incomible masticar por impulso del miedo... vomitar y comerlo de nuevo por gritos y rezongos. Como nuestros hermanos varones los hacían estudiar y a nosotras barrer, doblar, limpiar y no poder decir nada. Esas noches que nuestro padre nos golpeaba con el cinturón solo por mandato de nuestra madre, porque él nunca estaba. Pero recordar esta parte no me sirve de nada o misma la necesidad de estar entre sus brazos y que ella me ordene que hacer, porque yo no lo sé... es mayor y me hace olvidar el rencor.
Hace cinco días exactamente que no he hablado, solo sollozado. Pero hoy lo necesitaba:
-Ma...- miré a la piedra gris.
-Te necesito.
No hay nadie en el cementerio y hay un silencio que me hace querer rellenar.
-Necesito que me digas que ella esta contigo, como siempre quiso, entre tus brazos grandes, sonriendo... Dime que como puso en la carta, ella lo quiso así.Mi voz temblorosa me hace frenar para tomar aire, pero aprovecho para reflexionar. He intentado no recordar a mi hija estos días por miedo a quebrar más mi alma que grita por verla, pero por primera vez... cierro mis ojos y me dejo llevar por mi mente.
Es peligroso dejarse ir por la mente, porque al igual que tiene recuerdos e imaginación bonita, también tiene sus recuerdos malos y sus miedos que pueden jugar en contra en momentos así.
Su sonrisa amplia se dibuja en el negro del escenario y de a poco va apareciendo su rostro, sus ojos verdes que iluminaban todo, su nariz pequeña y sus gordos cachetes... me la imagino de bebé, una enorme felicidad, en una diminuta bebé.
Recuerdo su calor, su luz y el orgullo que me daba el ser la madre, aunque tuviese poca edad. Todos decían que había tomado una mala decisión, que a los diecisiete no se podía ser madre y muchas veces esa inseguridad que construyeron me invadía. Pero verla buscándome entre la multitud e iluminarse su mirada al encontrarme o como alzaba sus manos para poder tocar mi rostro con admiración, me hacía sentir la adolescente más feliz del mundo.
-Dime que es feliz... que tiene todo lo que se merece.Y como queriendo mi mente hacerme una mala jugada, una imagen repentina como un relámpago, igual de fuerte, igual de corta, se me vino a la mente... Isa, flotando mantenida solo por esa cuerda, sin vida, gris como la encontramos.
¿Cómo una persona tan pura, tan alegre, tan iluminada... podía llegar a ese estado? Mi cabeza automáticamente se inclinó buscando el suelo para tapar el llanto escandaloso de mi parte.
-¿Por qué?
Me lo repetía mil veces sin buscar una respuesta. Hasta que recordé sus últimos meses antes del suceso, como lloraba desesperadamente en silencio, como ahora yo. Como la veía con la mirada perdida mientras cebábamos, sin emociones cuando le gritaba... Como si mucho antes, ella ya había aprendido a desconectarse de su cuerpo para no sufrir más.Recuerdo esa noche que me habían amenazado en el trabajo con un despido que nunca sucedió, pero que esa noche se me junto con la rebeldía típica de su edad y al ocurrir todo reaccioné pegando, con impotencia, con rencor... Me iba rápido para no lidiar más con ella y al otro día la veía como si nada y me sorprendía su capacidad de olvidar o mantenerse serena.
Un día luego de su muerte pude ver el boletín que esperaba guardado en su mochila, todo bien, había pasado de año con notas altas y el orgullo que no pude demostrarle se convirtió en dolor y odio hacia mí...
Mi... mi... mi...
Yo, yo era uno de los problemas fundamentales, lo sabía pero lo negaba. Sabía como se había sentido Isa todo este tiempo y automáticamente con las manos en la tierra me incliné para mirar a la culpable.
-Tú, tú me hiciste la vida imposible cuando estuve a tu lado y se lo hice a mi hija...- y continué con un susurro ahora para mí, - me convertí en mi mayor enemiga.-Ma...- dijo la voz impaciente de Franchesca y al observarla me di cuenta que no había rastro de emociones y parecía rodeada de color gris.
-¿Si?
-Queremos irnos- dijo y observé a Alec sentado a lo lejos sin energías y con rastros de lagrimas mirando a la nada.
-Ahora voy- y volvió con su hermano a esperarme.Tenía que seguir, por ellos, por mí... por Isa.
-Gracias Isa- dije mirando al cielo gris y volvía la lápida, -no volveré a cometer el mismo error, no seré como tú... de nuevo***
Nota de la autora: Buenos días, tardes o noches, dependiendo de en donde estes. Me alegra mucho que hayas llegado hasta aquí y apreciaría tu comentario sobre la opinión de este intento de obra. Como escritora me encantó hacer este libro pero como lectora me gustaría saber como les llego a cada uno de ustedes. Y bueno... este será nuestro fin, a no ser de que te transportes a alguna de mis otras historias, pero sino... hasta aquí llegamos juntos. Saludos y éxito.
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A solo un recuerdo
Historia CortaImagínate que tengas que abandonar tu zona de confort, que tanto tus amigas como tu familia te abandona, que tengas que aguantar bullying y violencia... Serias tu sola contra el cruel mundo que nos rodea, ¿no podrías? Bueno, a Isabella le ocurre y n...