Monstruos

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(***)


Los sentimientos son tan comunes y peligrosos al mismo tiempo, la mayoría de las personas nos dejamos llevar y son estas las que nos controlan.

En mi familia pude determinar que cuando los diferentes miembros también se dejan llevar por los sentimientos, se convierten en su debilidad o en un monstruo.

Cuando nos enojamos, somos capaces de pegarle a uno de nosotros solo para sacar esa rabia que se contuvo y que exploto por alguna situación. Cuando nos dejamos fluir e intimidar por el miedo, sale nuestra debilidad... somos seres de puro instinto intentando sobrevivir o terminar con lo que nos da miedo.

Después tenemos otros sentimientos que no me son muy comunes ahora, como la felicidad y el amor. Cuando la felicidad dominaba mi cuerpo, este estaba relajado y salía mis mejores partes, mientras que el amor solía ser parecido, pero también nos hacía apreciar todo lo que nos rodeaba como si dependiéramos de eso.

El más peligroso es el enojo, tanto yo como cualquier otro podría asesinar por enojo o tomar cualquier otra mala decisión. Pero este sentimiento para explotar tiene que pasar un límite, como en un vaso... la gota que lo derrama.

Mi madre había llegado de trabajar, un día duro y muy bueno. Estábamos en mi cuarto que estaba desordenado y que ella me observaba con rabia mientras intentaba hacerlo. Pero llega un punto que todo te absorbe y todo te enoja, a ella le paso o mismo... fuese cual fuese mi movimiento, no le iba a gustar.

Mientras yo estaba en el piso acomodando las cosas de una estantería, mi madre estaba en una silla con los ojos apuñalándome y sus labios apretados. Había objetos que no entraban, había un tubo de perfumador, de esos en lata que no le encontraba el espacio correcto.

-No entra. ¿Qué hago?-, le dije de mala gana.

-Entra ahí-, me dice como si fuera obvio y a mí me costara pensar, e indico un pequeño lugar... No era un lugar que quedara bien, si ponía ese objeto en ese lugar y en la posición que debía estar, mi mueble iba a parecer un tipo de puzle o un juego Tetris.

-No, mama. Si no...-, agarre un zapato que estaba en el suelo, -pongo esto acá y queda bien, no. No queda ordenado... queda horrible-. Yo también estaba enojada, porque una cosa es que me rezonguen y me controlen, y otra muy distinta era tratarme como tarada.

Los ojos de mi madre brillaron de furia y agarro el perfumador y se acercó a toda prisa a mí... -Entra sí, entra...- decía con voz cargada de cansancio y rabia mientras me pegaba con el objeto, -otra cosa, es que no le pongas voluntad pendeja.-.

En ese momento yo estaba cubriéndome con mis brazos en el suelo, mientras cerraba los ojos con fuerza para que pasara rápido el momento... no me dolía, quizás por costumbre había perdido el sentido del dolor o era el miedo el que me absorbía y ausentaba de mis sentidos.

Me daba miedo, en tal punto que temblaba y mi piel estaba erizada por todos lados gracias al frío que me recorría el cuerpo. Luego de tres golpes, se fue... pero me rompí y me largue a llorar. De un miedo inmenso había pasado a furia, furia de que mi cuerpo le temiera tanto, furia de que no pudiera hacer nada contra ella... furia de que fuera tan débil.

Observe borrosamente mi cuarto solitario gracias a las lágrimas y luego mire mi cuerpo, mis piernas finas seguían temblando, me deteste... me daba repulsión lo miedosa que era, y me golpee... una, dos, tres, cuatro veces mis puños impactaron con fuerza contra mis muslos que ya estaban enrojecidos al terminar.

Y como si mi bipolaridad no fuese poca, llore desesperadamente porque me estaba haciendo daño a mí, me lastimaba a mí, a mi pobre y frágil cuerpo... no era su culpa el estar temblando, no. Pero no me podía controlar, no podía... Me dormí en el suelo, no sé en qué momento...

A solo un recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora