Capítulo 9 Parte "B"

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Muriéndose de impaciencia, Terry seguía aguardando. Y es que durante el día anterior había regresado y pasado todo el tiempo afuera del hospital, aumentándole así la incertidumbre, hasta que fastidiado, se animó a preguntar a un transeúnte acerca de la distancia de ahí al puerto.

Sin embargo, y debido a que el viaje era mayor a un par de horas, pateando infantilmente, el guapo rebelde no tuvo más opción que quedarse en su lugar.

Pero justo cuando la suela de su pulcro zapato daba contra el suelo de concreto el golpecito diez mil ochocientos cuatro... una ambulancia llegó; y por la urgencia con que los paramédicos atendían al enfermo, Terry se alertó, y mayúsculamente del carruaje que se estacionara detrás y del cual, otro importante personaje descendió.

Al reconocerlo, de un rápido movimiento, el actor se puso de pie; empero, al distinguir en breve una cabellera rubia que era velozmente conducida en camilla hacia el interior del hospital, su corazón se le paralizó al igual que todo su bello ser.

Richard, quien desde la acera de enfrente, veía a su hijo aguardó por él; más, al notar que el joven no se movía, comprendió el momento de conmoción, y emprendió sus pasos hacia aquel pasmado joven, que después de incesantes llamados que le sonaban bastante lejanos, lo tomaron del brazo para preguntarle:

— ¡Terry, hijo, ¿estás bien?!

La leve sacudida que un padre diera a su hijo, hicieron reaccionar a éste; y miedosamente se quiso corroboración:

— ¡Es ella, ¿verdad?!

Pasando saliva que no se sentía porque la boca se tenía seca, el Duque afirmaba:

— Sí.

La positiva contestación hubo sido suficiente para que Terry, sin mirar a su padre ni fijarse al cruzar la calle, corriera detrás de ella que de emergencia era ya ingresada a la sala de quirófano, impidiéndole a él así el paso: dos enfermeras que le sujetaban.

Con apropiada arrogancia, Terry se zafó de ese amarre; luego, al ver finalmente a su padre, de éste quiso saber:

— ¡¿Qué le sucede a Candy?! ¡¿de dónde la conoces y dónde la encontraste?! ¡¿por qué no me avisaste antes de su paradero?! ¡¿qué pasó?!

Viéndole muchos la manera en que lo tenían asido de las solapas, Richard, condescendiente, aseveraba:

— Es un tanto difícil para ser explicado aquí y en este momento.

— ¡Me importa un reverendo rayo! ¡Necesito saber qué sucede con ella!

Debido a que Terry no medía su altisonante voz, otra enfermera se les acercó para orientarles en voz baja:

— Al final de este pasillo, se da al jardín. Ahí, podrán discutir todo lo que quieran.

Indicándoles la dirección, la servidora aguardó a que padre e hijo salieran, recibiendo como "gracias" la mirada furibunda del actor, el cual nuevamente volvía a acatar una orden siendo seguido de su padre.

Éste, al estar sobre el área verde, no se le dejó respirar, porque se pidieron ¡exigentemente respuestas!

No sabiendo por dónde comenzar, Richard primero buscó una banca; e ilusamente, pidió a su energúmeno primogénito, se sentara a su lado.

Terry, sintiendo la necesidad de querer sacarle a su padre las palabras de donde fueran, rechazó la invitación al negar con la cabeza, más, con su mano le urgió para que ya hablara.

— Es difícil de explicar.

— ¡Eso ya me lo habías dicho! — se gritó.

Un paciente noble aconsejaba:

MELODÍA OLVIDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora