Capítulo 19 Parte "B"

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Decidirse le hubo tomado tiempo; pero no lo perdió para ir a renunciar al teatro y alcanzar el tren de medianoche que le llevara hasta Chicago.

Solo, Terry lo abordó. Y a escasos minutos de emprender la locomotora su marcha, la persona pasajera que iba a ocupar el asiento contiguo, a modo de saludo, le comentaba:

— ¡Por poco y no te alcanzo!

— Pero... — el rostro del rebelde se desconcertó al preguntarle: — ¿qué haces aquí?

— Acompañarte.

Terry, con desmesurado gesto, le vio subir una maleta y asegurarle:

— ¿Acaso pensaste ir solo?

— ¡Por supuesto! — se hubo asegurado.

— Pues ya ves que no — le dijeron al sonreírle.

Y conforme, se sentaban cómodamente, le observaban:

— . . . porque tú podrías necesitar algo y yo para eso estoy aquí.

Pasados unos instantes de silencio, se sugería:

— ¿Quieres platicar un poco para hacer ameno el viaje?

— Lo que prefiero es dormir.

Terry se giró hacia la ventanilla, escuchando a sus espaldas:

— Ah, eso estará muy bien. ¡Hazlo! mientras yo leo a... —, de un maletín que se colocó sobre las piernas se tomó un libro: — Romeo y Julieta.

Con su título, el joven actor cerró los párpados, escuchando de afuera, el silbatazo de salida.

Con el movimiento del convoy, Terry se arrulló y profundamente durmió hasta que los primeros rayos del sol pegaron en su guapo rostro haciéndolo despertar.

Estirándose, el joven se removió de su asiento; y con su acción, casi interrumpe el sueño de la persona vecina, que al haberse quedado dormida, había dejado caer su libro.

Mirándolo en el suelo, Terry en el más cuidadoso de los silencios, se dispuso a levantar nada menos que ¡el libreto!

Frunciendo severamente el ceño, el joven actor dejó lo levantado sobre el asiento y se retiró en busca del comedor, informándose allá de la hora en que arribaría a Chicago.

Pareciéndole todavía una eternidad, Terry, después de tomar sus primeros alimentos, solicitó té que fue llevado consigo para compartirlo con su acompañante, que al verlo, sonaría alarmado al decirle:

— ¡Por un momento pensé que me habías abandonado!

— Ya viste que no — el rebelde hubo imitado anterior contestación, y entregaría: — Te traje algo de té.

— Gracias. Aunque también querré desayunar.

Volviendo a tomar su lugar, Terry, indiferente, señalaba:

— Al fondo está el comedor.

Volteando hacia atrás y viendo a pocos pasajeros despiertos, al actor se le invitaría:

— ¿No quieres hacerme compañía?

— No —. Y dándole la espalda, de nuevo diría: — Prefiero seguir durmiendo.

Sonriendo por la manera en que Terry chiquillamente se acurrucaba, a éste se le abandonó.

Más el actor, ya sabiéndose a solas, buscó el libreto y comenzó a leer, perdiéndose rápidamente entre la literatura, y memorizando de vez en vez, las líneas del romántico y enamorado Romeo.

MELODÍA OLVIDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora