En Dover...
— ¿Está seguro, señor? — preguntó Paty al encargado de la taquilla del puerto.
— Jovencita, así mismo lo registra mi carpeta.
— ¿Podríamos nosotros revisarla? Tal vez se le haya pasado y...
— Es que —, se miró detrás de ellos; y después: — Está bien —. Les indicaba: — Dando la esquina, está la puerta. Por ahí pasen, pero discretamente por favor.
Sonriendo, la pareja tomó sus mochilas y se dispuso a ingresar al lugar, dejando afuera la lluvia que desde temprano había comenzado a mojar la ciudad.
Pero no sólo Dover estaba inundado, sino otros puntos del estado de Maryland donde, desde una habitación, Candy la había y seguía observando, lo que se aprovechó para cuestionarle:
— ¿Te gusta la lluvia?
La joven sin despegar sus ojos del ventanal, alzó un hombro a modo de contestación. Pasados unos instantes...
— ¿Quieres venir a descansar sobre el diván o que te lea un libro?
Un "no" con la cabeza hubo sido la respuesta; más, al percatarse que la frezada que le cubría se resbalaba de sus piernas, se apresuraron a tomarla; y al impedir ser colocada de nuevo sobre su regazo, se preguntaba:
— ¿No tienes frío o prefieres que te acerque a la chimenea?
De reojo, Candy miró la agonizante llama y de nuevo con la cabeza negó.
— Bueno — se dijo y se alejaron de ella.
De paso, en busca de la salida, se aventó la cálida prenda, escuchando la joven cuando la puerta se abría. Entonces, sentada en su silla de ruedas, se giró a la persona que, no pudiendo ocultar su molestia, le decía:
— Cuando desees algo de mí, sólo llámame. Te aseguro que estaré abajo.
Tragando saliva, se observó cuando la puerta se cerró.
Hallándose sola, Candy agachó la cabeza para contener el llanto, ya que, ese día lluvioso la había puesto más triste de lo normal y por más que luchaba por no estarlo cuando él la visitaba, no podía apartar de su mente, los amargos días que similares, en un pasado sufrió.
— Pero portándote así, no podrás recuperarte del todo — la enfermera, habiendo hecho entrada, al verla cabizbaja, le hubo aconsejado.
— Tengo miedo — la joven estrujó sus manos.
— No tienes por qué. Aquí ya estás segura.
— Lo sé; pero...
Candy volvió sus ojos a la empleada, la cual acariciándole la mejilla, sentenciaría:
— Olvida. Es bueno para ti; es bueno para él que te quiere.
— ¿En verdad lo crees?
— ¡Absolutamente! ¿No te basta con saber que lo ha dejado todo por estar aquí contigo? Además, se la pasa en vela por si algo se te ofrece.
— Es verdad, pero... — Candy se cubrió los oídos cuando estos percibieron: — cada vez que toca la armónica, ¡me tortura más!
— ¿Y por qué no se lo dices? Te apuesto que él lo entenderá —; la cuidadora tomó sus manos, las bajó planteándole: — Ahora déjame ponerte bonita para que... ¡hoy! sí bajes y los acompañes al comedor.
— Pero...
— Ya es hora, Candy —. Se pusieron de cuclillas para decir: — Tus heridas están más que sanadas.
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MELODÍA OLVIDADA
FanficCandy, al sentirse abandonada, primero por Albert y después por Terry, decide dejar el colegio e ir en busca de su propio destino, en el que se encontrará con personas buenas, pero también malas. * * * * * * * * Historia primera vez escrita a partir...