Capítulo 18 Parte "B"

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Cuando los jóvenes actores tomaron los asientos señalados, Terry aguardó a que ella hablara, empezando a contársele desde las insinuaciones de su propio director teatral hasta la llegada de Archivald; pero en un intermedio, Susana le relató el incidente sufrido con Charlie y su venganza contra ellos dos donde ella estuvo a punto de ser mancillada por aquellos delincuentes.

Terry, habiendo permanecido cabizbajo, al oír eso, levantó la cabeza y la miró, recordando tristemente a Candy. Sin embargo, no hizo comentario alguno y la dejó continuar hasta que le preguntara:

— ¿Por qué hiciste todo eso, Susana?

Lo bueno que el chico estaba sentado que si no se cae de la impresión cuando escuchaba de ella la declaración:

— Porque te amo, Terry. Y mi amor no me permite compartirte con nadie más, ni aún con Karen.

A su nombramiento, el joven apenas sonrió; empero, no la sacó de su error, sino que:

— Lamento no poder corresponderte. Y espero que sepas respetar mi relación con ella.

— Entonces, ¿es en serio?

— ¿Por qué tendría que bromear?

— ¿Y Candy?

Susana supo poner un dedo en la llaga porque, Terry no respondió y se puso de pie.

Metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón, el guapo castaño se giró para marcharse por el pasillo donde a su final se topó con Karen quien le sonrió extendiéndole:

— Perdóname por decir que...

— No te preocupes — ella lo hubo interrumpido. — Porque mientras no cambies de parecer, ten por seguro que representaré mi papel a la perfección.

— Sí, claro — Terry recibió la maleta que se le entregara.

Seguidamente y en silencio, él retomó su andar para salir del teatro y dirigirse al departamento rentado donde le sería imposible descansar debido a tanto.

Más, como el buen amigo que de Charlie siempre fue, al chico Sanders se fue a ver, quedándose Terry con aquel ser por unos días para que no supieran nada de él ni él de nadie.

No obstante...

El Duque de Granchester, después de haber entregado la villa a sus correspondientes dueños, también emprendió el viaje, decidiéndose a tomar el mismo destino que su hijo: Nueva York.

Allá, se instaló en el mejor de los hoteles de todos los tiempos. Y ahí ya llevaba dos días ocupando su lujosa habitación cuando en el tercero, un empleado mensajero le hacía entrega de un sobre con sello de urgente.

En lo que se firmaba, se leyó fugazmente el remitente:

— William A. Andrew

Richard no demostró desconcierto alguno.

Consiguientemente de remunerar el servicio y sin intención de abrir la carta para enterarse de su contenido, además de que su orgullo británico se lo impedía al haber sido acusado precisamente por el rubio como "secuestrador"... el noble, —que en otros tiempos y de haber estado en su patria hubiera retado a Albert a un duelo por haberse atrevido a manchar su honor y en su propia casa—, caminó hacia el escritorio donde se dejó la misiva recibida para después dirigir sus pasos hasta el sofá.

En éste, él se sentó para continuar leyendo el periódico que antes del llamado, ya atendía.

La página de finanzas tenía su atención. De pronto la palabra ¡Urgente! le hacía mirar hacia donde yacía la carta.

MELODÍA OLVIDADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora