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―¿June Tania Ella Dunphy-Darrell-York me dijiste?

repitió la señorita secretaria del instituto Collins.

Rodé los ojos y suspiré arduamente.

―Ajá. Puede llamarme June o Teddy, si gusta ―respondí amablemente.

Ella soltó una pequeña risita mientras ojeaba mi expediente.

―Dios, pero que nombre: tres nombres y tres apellidos ―dijo casi impresionada.

Asentí con los labios apretados.

―Ya sabe, cuando se tiene tres padres... ―Balanceé mi cabeza con un tono de humor.

Ella me miró con los ojos abiertos como si le hubiera dicho que su auto se quemaba o algo por el estilo. Como me miran todas las personas cuando lo digo. Lo normal.

―¿Tres?

―Dos gays y una lesbiana ―solté rápidamente y me eché a reír. Ella también lo hizo. Las dos reímos en medio de la oficina como si se tratara de un chiste realmente gracioso. Y estaba segura de que ella lo veía de esa manera. Cuando la risa se acabó, puse mis manos en mis caderas y negué aun con una sonrisa―. Yo hablo en serio. ―La expresión de la señorita se tornó seria lentamente.

―Oh, bueno ―musitó con sus mejillas coloradas―, aquí está tu horario cariño ―me dijo antes de extenderme un papel color verde con un esquema, nombres de profesores y clases se dibujaban en él. Lo tomé gentilmente agradecida.

―Gracias... ―dije y miré el plástico con su nombre en el escritorio―, Señorita King. ―Ella asintió y yo me retiré hacia afuera de la antesala de la oficina de dirección. «Chica nueva, que amable.»

Caminé por el pasillo de aquel instituto vacío. Mis Converse rechinaban por el piso recién pulido y la fricción con el plástico. Estaba llegando tarde el primer día: ¡gran comienzo! No podía ser mejor, me voy por las vacaciones de invierno y cuando regreso, resulta que no existo. Gracias a Dios este instituto tiene un sistema infalible para no perder información sobre el alumnado, ¿verdad?

Miré el horario. «Casillero número trece. ¡Qué suerte!», bromeé en mi cabeza.

Caminé hasta el dichoso casillero y lo abrí con la clave que allí en el papel verde decía. Metí mis cosas con furia, haciendo sonar el metal estruendosamente cuando mis libros entraron y cayeron dentro. Volví a mirar el horario: Química. Hoy definitivamente no era un buen día.

―El casillero no tiene la culpa de nada, June ―habló, nada más y nada menos que Finnick. Ese producto de mi imaginación, esa chica que se parece a mí, pero es diez veces mejor. Y con un mejor sentido para la moda.

―Sí que la tiene. Alguien tiene que tenerla después de todo

―mascullé la última frase con furia.

―Oye, ¿por qué no culpamos a Brice de esto? Él fue el que le pidió a Lily ser su novia ¿no crees que sería más justo?

Rodé los ojos. «¿Por qué tenía que recordármelo?»

―Como si pudieras olvidarlo ―continuó ella. Gruñí.

―Deja de meterte en mi cabeza ¿quieres? ―repliqué enfada―. Además, ¿por qué tendría que estar enojada por eso? Él no es nada mío.

―Oh, difiero, mi querida Teddy. Has estado enamorada de él desde que tienes doce. La pregunta aquí es: ¿cómo hiciste para que no te diera un ataque al corazón cuando te enteraste?

―Levantó su dedo índice y lo agitó mientras hablaba.

―Vale, sí me afecto y tuve que morder una almohada. ¿Sabes? Ya estoy cansada que la gente de administración no recuerde mi nombre. ¿Es tan largo que se les olvida? ―pregunté cambiando de tema. Dejé afuera mi libro de química para dirigirme a ese salón.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora