11.

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Carter detuvo la conversación, su mirada se perdió en el piso blanco brillante del hospital. Mientras él ignoraba mi existencia, lo único que me quedó fue inhalar y exhalar, cambiando el aire de mis pulmones una y otra vez, como si cada uno fuera el último respiro de mi tanque de oxígeno.

Saqué los una caja de Tick Tacks de fresa de mi bolso. Abrí la tapa y eché dos en mi mano, para luego tragarlos como si de una droga se tratase.

―¿Es esa la causa de que tu boca tenga sabor a fresa? ―oí a Carter susurrar en mi oído. Su cálido aliento fue un golpe mortal para mi cordura. Mi tráquea se cerró en un intento desesperado por recuperar oxígeno de nuevo, haciendo que los malditos Tick Tacks de fresa se atoraran en mi garganta produciéndome una tos repentina, que Carter y su arrogancia (estaba segura) habían interpretado como nerviosismo ante sus palabras. «Este hubiera sido un perfecto caso para mil maneras de morir: "Manera; #1.000: Tick tack... Fresa mortal". Lo veo clarísimo.»

―Joder ―susurré para mí, cerrando mis ojos cuando las pequeñas bolas de dulce pasaron a través de mi garganta y mi esófago hasta encontrase finalmente en mi estómago.

―¿Te sientes incómoda? ―preguntó Carter.

Volteé a verlo. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, que subía y bajaba en un ritmo pasivo, mientras me miraba como si esperara que algo muy gracioso saliera de mi boca.

―Carter... eres un imbécil. ―Suspiré inquieta. Me removí en mi asiento, tratando de alejarme.

―¿Entonces te gustan los imbéciles?

«Jodida mierda. Parece que me encantan.»

―Mira, ahí viene la enfermera. ―Me levanté de aquel asiento como si estuviera en llamas.

―¿Son familiares de Natalia Loadway? ―fue lo primero que preguntó la señorita de cabello negro con expresión seria en su cara.

―Sí, así es ―afirmó Carter, levantándose de su asiento antes de que yo pudiera abrir la boca―. Yo soy su hermano y ella es mi novia, casi de la familia. ―Rodeó mi cintura con su brazo derecho, dejándome confundida y sin tiempo para reaccionar―.

¿Ella está bien?

―Bueno, le pusimos la epidural, pero ella sigue inquieta, dijo que no tenía a nadie. ―Nos dio una mirada severa. Ella sabía que Carter mentía―. Y alguien debe pagar los gastos o será transferida al hospital central.

Tragué grueso.

―Habitación 22.

Ella se retiró. Carter me miró como esperando una respuesta. Yo no sabía qué hacer, estábamos jodidos, tanto nosotros como Natalia y él bebé.

―Bien, esto es lo que haremos ―le dije a Carter―: haré unas llamadas, y tú irás a ver a Nat.

―¿Y qué hago? ―preguntó, desenfocando los ojos como si le hubiera dicho que desconectara una bomba a punto de explotar.

―Sólo ve, tranquilízala, dile que estaremos aquí con ella, ¿de acuerdo? ―le expliqué con detenimiento para que pudiera captar y analizar cada una de las palabras.

―¿A quién llamarás? Solté un suspiro.

―A mi madre.

1 hora y un sinfín de vueltas por el pasillo después...

―¡June! ―oí gritar a mi madre desde la entrada de emergencias.

Me giré para verla. Una gabardina de color azul marino la cubría, y los tacones de sus botas exactamente del mismo color de la gabardina resonaban en el piso mientras se acercaba a mí con una mirada de preocupación.

TEDDY (vol. I, II y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora